sábado, 10 de enero de 2009

Reflexiones sobre un día “normal”

Por Claudia Martínez Herrera Estudiante de cuarto año de historia de la Universidad de La Habana.

Sonó el despertador y comenzó mi martes, uno cualquiera del mes de noviembre. La Habana me invita a disfrutar una vez más de sus calles, haciendo uso de las libertades que otorgan los tiempos modernos. Camino de prisa, feliz, tarareando una canción que escuché en casa del vecino. Ya en la avenida, el viento que dejan los autos me desordena los mechones del cabello. Espero con prisa, todavía feliz y tarareando aquella canción que escuché. Los carros pasan, tras ellos, además del viento, se quedan las palabras de sus conductores a las que trato de no prestar atención porque quiero preservar esa alegría fresca, me aferro a ello y pienso en algo agradable para olvidar, para desconectar. Pasan miles de pequeños pensamientos por mi cabeza en apenas segundos, un caminante inoportuno se acerca demasiado y me susurra algo al oído, confundida, asustada, apenas alcanzo a escuchar: “Qué rica tu estás mami pa´ mamártela to´a”. Los nervios me dan por apresurarme con la botella.
_¡Voy hasta 23, pero apúrate que me coge la verde!_me contestaba un hombre desde su carro estatal.
_ Ay muchas gracias, justo a tiempo.
_¿Y tu como te llamas pepilla?
_María
_Bueno María, ¿por lo visto tu novio te deja coger botella sola?
_Es una necesidad, imagínese!!
_no no no no, a mi mujer yo no la dejo, lo mío no me lo mira nadie, cuando ella quiera salir, la saco yo. ¿Y hasta donde vas?
_ Yo voy para…
_Si quieres podemos ir a comer algo y conocernos mejor.
_no, es que tengo clases.
_ Pero eso no te va a tomar más de media hora muchacha, y además después yo te llevo hasta donde tu quieras.
_No se moleste, de verdad no me interesa, si puede me deja por aquí por favor.
_ Oye que malagradecida eres, te doy la botella para quitarte al cochino ese de arriba, te invito a comer algo y encima me dices que no, verdad que las mujeres de hoy en día son!!!!!, bueno dale que estoy apurado.
En un santiamén paso el Yara y respiro profundo, nunca había deseado tanto caminar sola. Voy dando pasos agigantados para evitar a los cinco o seis tipos parados en el portal del Habana libre, taxistas que en lo que cazan un cliente se dedican a observar, o mejor dicho, a desvestir a cuanto ser femenino pase por sus cercanías.
Subo la escalinata con más tranquilidad, me siento en casa, en ambiente, ya puedo despreocuparme. Al pasar por el parque del IFAL me invade una sensación extraña, siento la necesidad incontenible de girar mi vista hacia la derecha, apenas pude sofocar un grito. Cuanta rabia, cuanta impotencia. Me dio por lanzarle lo primero que tuve a mano, una piedra, que por supuesto no llegó a darle al sujeto que descaradamente movía su sexo verticalmente hacia arriba y hacia abajo en una de las esquinas más escondidas del lugar, le grité los improperios más vulgares que pude para desahogar mi impotencia, pero al final desistí, pues se me hacía tarde para entrar a clase. Unos escalones más arriba todo seguía como siempre, la escena tan desagradable que acababa de vivir era solo un problema mío.

A cualquier lector le puede parecer una exageración lo que se acaba de describir, o simplemente que la autora se cree una “mami sexi”, no se trata de eso, cosas como estas le suceden a diario a cualquier mujer. No importa si eres fea o bonita, gorda o delgada, blanca o negra, de hecho no necesitas ser Paris Hilton o Angelina, lo único que necesitas, es ser mujer. Esto realmente me llama la atención, porque además de afectarme directamente, tienes aún que escuchar en cualquier conversación trivial: “ustedes las mujeres se salvan, consiguen las mejores botellas, les dan el asiento en la guagua _ lo cual ya apenas sucede_, no tienen que ir al servicio, no tienen que hacer esto, no tienen que hacer lo otro”, en fin, creo que nadie que no lo sea, puede realmente imaginarse lo difícil que es ser una mujer en estos días, con todo y que es la época de la emancipación de la mujer. Sencillamente no puedes tener un día tranquilo, en el que puedas transitar por el mundo sin que nadie te moleste con piropos que rozan la vulgaridad, aunque uno se esfuerce en llevar la ropa más sobria, más larga, es un sacrificio realmente inútil, no dejan de invadir tu privacidad, tu espacio.
Lo más curioso de todo esto, y quizá la razón por lo cual no lo entiendan, es que los hombres no tienen que pasar por esos momentos desagradables. Eso no significa que nosotras no sintamos la necesidad de expresar satisfacción cuando el muchacho que se nos cruza es lindo o tiene algo interesante, de hecho, en ocasiones se lo hacemos saber, solo que la manera es totalmente diferente, no obstante el nivel cultural de la muchacha y por muy grotesco que sea su vocabulario, nunca podrá compararse con uno de los “Piropos” que recibes al caminar por cualquier lugar de esta isla.
Todo esto es tan cotidiano, que se ha hecho común. Ya es algo normal que los espacios donde solo deberían ir árboles ornamentales los habiten masturbadores, tal parece que son un gremio, pero como eso es una muestra de violencia contra la mujer y no contra el hombre, puede pasar. Pero mucho más natural que lo anterior, es que el señor que te da el aventón hasta la casa o hasta la escuela, a cambio, se sienta con el pleno derecho de hacerte preguntas indiscretas, íntimas, que te ponen en una situación difícil e incómoda. Si les correspondes, eres una fácil, si no, entonces eres una creída, malagradecida, pesada etc. En fin, la sociedad así lo ha establecido y nosotras hemos tenido que aprender a vivir con ello. En mi caso he acudido a un mecanismo, gracias a la tecnología, que hasta ahora me ha funcionado. Voy por la calle con mi MP3 a todo volumen, para tratar de enajenarme del mundo, así, los veo que miran, hablan, susurran cosas con cara de depravados sexuales, pero por suerte, no puedo escucharlos. Pero esto es como ya dije, solo un mecanismo personal, no una solución. La solución no es darle la espalda a estos problemas de género y decir que no existen, y seguir pasando por la tele esos “Spots paternalistas” todos los 8 de marzo, exaltando los privilegios que gozan las mujeres en nuestra sociedad y la maravillosa igualdad entre ambos géneros que ha logrado traer la revolución. Creo que sin desdeñar los esfuerzos que se han hecho, no han sido suficientes. Estos problemas siguen en la mentalidad de la sociedad, aquí solo he esbozado los más sencillos, lo cual no significa que sean menos importantes que otros, a los cuales se les da mayor trascendencia y no desocupan el puesto número uno del NTV, aún sucediendo en el otro lado del mundo.

1 comentario:

El Berenjenal dijo...

Podría escribir las reflexiones sobre un día normal en mi cuidad, Zaragoza (España). Pero no voy a hacerlo. Basta con decir que nadie me agredió verbalmente por la calle, y digo agredir porque no tiene otro nombre, porque el límite del piropo está sobrepasado hace rato. Nadie quiso de mí algo que nunca insinué que fuera a otorgar. Compartí con quién deseé, y caminé sola cuando se me antojó. Y sólo yo pude decidir entre todas las posibilidades que aparecieron en mi día "normal".
Me alegro de ver que cuando las conductas sociales no son precisamente las justas, hay quien escribe a modo de queja y demanda contra ellas.
Pasé los últimos 3 meses y medio en La Habana, como estudiante.
Hubo muchas realidades que me sorprendieron positivamente y por ello no cesaré en mi lucha por un mundo mejor. Pero el tema que nos ocupa en estos momentos me preocupó bastante, y me hizo sentir muy muy muy pequeñita.
Había oído hablar de este tipo de sucesos a otras amigas, e inocente de mí, creí que era algo puntual.
Me estoy refiriendo al tema de los masturbadores públicos, al que se hace referencia en el artículo.
Para mí lo peor de todo no fue sufrirlo mientras intentaba (no lo logré) ver una película tranquilamente junto a mi amiga en el cine Riviera. Lo que de verdad me hizo sentirme absurda, insignificante y enormemente vulnerable, fue lo que vino después. Impresionada por las escenas vividas, las compartí con mis amistades cubanas, gente de mi edad y con mis mismas inquietudes. La experiencia que viví, lejos de alertar y horrorizar a mis oyentes, provocó un mar de risas. Sí, aquello que para mí supuso una experiencia más que desagradable, se convirtió en algo parecido a un "chiste" (cuento)en las mentes de mis amigos y amigas.
Este tipo de conductas, por lo tanto, parecen estar respaldadas por la aceptación de quien las sufre.
Quizás yo cometí el error de no montar el escándalo ese día y tratar de ridiculizar tanto al agresor que se le quitaran las ganas de repetir semejante escena en el futuro. En ese momento me sentí sola, porque realmente lo estaba.
Lo más duro de todo fue continuar sola aún estando rodeada de mi gente, ya que para ellos, el episodio vivido está tan asimilido y, vamos a decir, "aceptado" y asumido, que no hay nada de sorprendente en él, y por lo tanto, no hay nada que hacer. El consejo que más veces me fue dado es: "deberías ir al cine acompañada por un hombre".
Eso creo que lo dice todo.