domingo, 15 de junio de 2008

Mujeres jugando beisbol en Cuba ¿grandes ligas?

Por Daniel Alejandro Fernández González, estudiante de 5to Historia de la Universidad de la Habana.

A pesar de los avances sostenidos por las mujeres, a todo lo largo del siglo XX, en el ámbito de las prácticas deportivas, aún perviven muchos remanentes que tributan de un modo u otro a la existencia del mundo de la competición atlética como una esfera de la sociedad reservada para perpetuar la posición de dominación de los hombres dentro de las relaciones de género. En el caso particular de Cuba (nación donde los logros de las mujeres en el campo del deporte son innegables e incontables), resulta paradójico que sea el béisbol, nuestro deporte nacional, uno de los deportes, sino el que más, donde la mujer aún permanece relegada no solo de su práctica, sino de todos los aspectos y dinámicas que genera “la pelota” en nuestra nación.
En una sociedad patriarcal como la cubana, el béisbol ha sido un espacio de legitimación de las características que dichas sociedades han utilizado para construir la identidad masculina (fuerza, agresividad, rudeza, inteligencia, valentía, etc.), socializador por excelencia de la masculinidad, marco propicio para demostrar el papel dominante del hombre dentro de las relaciones de género. En todas las áreas donde el deporte de las bolas y los strikes ocupa el centro de la atención se justifica su existencia como deporte y actividad social que tributa al comportamiento, actitudes, costumbres y actividades sociales reservados históricamente para los hombres. En un escenario que se erige en una especie de “santuario para hombres”, la mujer solo puede encontrar lugar si se comporta como fiel admiradora de estos “machos hegemónicos” que, divididos en dos bandos, se enfrentan en un “combate simbólico” que rebasa el marco de la búsqueda de la victoria deportiva, pues incorpora también luchas regionales, políticas o raciales. Resulta lógico pensar entonces, que la incorporación de la mujer a este espacio de reafirmación de los rasgos que definen la masculinidad, haya estado y se encuentre sujeta a las implicaciones de su posición de subordinación en las relaciones de género.
El documental “¿Grandes Ligas?” del joven realizador Ernesto Pérez Zambrano, es sin duda alguna una muestra fehaciente de cómo el béisbol en Cuba se convierte en un espacio de exclusión dentro de las relaciones de género. La obra centra su atención en un grupo de mujeres capitalinas que se han incorporado a la práctica del béisbol, a raíz de un llamado de la Federación de Mujeres Cubanas, hecho en el año 2003, donde instaba a sus integrantes a formar equipos de pelota en todas las provincias del país. Estas jóvenes muchachas no solo han debido enfrentar las dificultades que acarrea el aprender a jugar un deporte tan difícil como el béisbol, sino que se han encontrado con que viven en una sociedad patriarcal que no está dispuesta a aceptar que ellas ocupen un lugar en su deporte nacional, creado, pensado y practicado por y para los hombres.
¿Grandes Ligas? visibiliza de muchas maneras lo enunciado en el párrafo anterior. Las tomas realizadas en la peña beisbolera del Parque Central, el mayor espacio de debate sobre béisbol en la Ciudad de la Habana, en el que la presencia femenina es nula, muestran opiniones que van más allá de la no-aceptación de la práctica del béisbol por parte de las mujeres, al considerarlo “deporte de hombres”, sino que incluso retoman postulados de inicios del siglo XX que consideraban inferior a la mujer por obra de la genética. De igual forma en uno de los sitios que presenta el documental: un lugar donde se encuentran un grupo de hombres jugando dómino, estos coinciden en señalar el papel doméstico que históricamente ha sido reservado a la mujer dentro de la sociedad (en este caso uno de ellos las ubica en la cocina y además considera que ese machismo lo trae incorporado por herencia), lo cual impide que estas puedan desempeñar actividades como jugar béisbol. Cuando el documental se centra en lo que es a mi juicio uno de los momentos más importantes de la pelota cubana en este siglo: la aparición de la primera mujer árbitro en Series Nacionales, Yanet Moreno, vemos que aquí la oposición adquiere ribetes más drásticos. Para los entrevistados resulta impensable que una mujer asuma las riendas de un juego practicado por hombres, “eso si es cosa de hombres”, “me parece que es un hombre lo que tengo al lado”, son algunas de las ideas que se enuncian.
Uno de los elementos importantes que refleja el documental, subyace en las opiniones de los entrenadores y directivos que se han implicado en el desarrollo del béisbol de mujeres. Ellos contrastan en sus palabras su afirmación de que las mujeres pueden jugar béisbol, de hecho lo están demostrando, con la necesidad de que en su práctica no pierdan las características femeninas que las convierten como dice Lázaro de la Torre: “en las que adornan la naturaleza” y por lo cual deben comportarse siempre como mujeres, lo cual de igual forma encierra cierto recelo y además contradicción, ante la posibilidad de que la práctica de un deporte que conlleva características asociadas a la masculinidad, ponga en duda la “condición de mujer” de estas atletas.
Lo dicho hasta este instante pudiera hacer pensar que son demasiadas las trabas que la dinámica de la sociedad cubana, en el orden de las relaciones de género, les impone a estas muchachas en su afán de jugar béisbol. Si bien ello es cierto, las entrevistas realizadas a estas mujeres y las imágenes que nos muestra el documental demuestran que ellas están profundamente conscientes en primer lugar: del origen y de la existencia de estas dificultades, así como de la necesidad de luchar e imponerse sobre ellas; y en segundo lugar: que la práctica del béisbol es una actividad que conlleva características legitimadas históricamente por los hombres, sin que ello decosntruya o modifique su femineidad o los elementos que ellas asumen las definen como mujeres por el solo hecho de jugarlo.
Para finalizar no quisiera dejar de señalar la importancia que reviste que el documental hurgue en la historia, a partir de las entrevistas realizadas a dos mujeres que jugaron béisbol en el período que puede considerarse como la mejor época del béisbol femenino en Cuba: entre mediados de los años cuarenta y la década del cincuenta del siglo XX. Ello pone en evidencia algo que es desconocido para muchos: que la relación entre la mujer cubana y el béisbol tiene una historia, que si bien ha estado permeada en todo momento por el “machismo” que ha caracterizado el decurso de nuestra nación, cuenta con momentos en que la mujer pudo invadir los diamantes beisboleros y causar asombro e incluso aceptación por sus capacidades como pelotera.

Masculinidades sobre cubierta....

Por Ernesto Pérez Calderin
Estudiante de Historia. Universidad de la Habana

En el documental realizado por Ernesto Pérez Zambrano “Hombres sobre cubierta”, se narra la historia de una travesía, que duró cuatro meses, en el barco llamado Playa Girón realizada por un grupo de hombres en el año 1969.
En el audiovisual se refleja cómo se va desarrollando la convivencia de estos hombres, poniendo de manifiesto un tipo de masculinidad que los une mediante códigos previamente establecidos.
Esta relación está condicionada por dos factores importantes, uno de ellos es en el espacio físico donde se desarrollan los acontecimientos, en un barco de la flota pesquera, donde por las actividades que se ponen en práctica exige una postura varonil y de fortaleza tanto física como mental, y que hay que mantener, actuando en correspondencia con la situación que los rodea. Estas son características propias que se les exige a los hombres en todo momento.

Otro de los factores está condicionado por el momento histórico que se esta viviendo en Cuba en el año 1969. Época de cambio en la vida de la isla, donde se está creando el ideal de hombre nuevo que tiene que enfrentarse a todos sus miedos y superarlos, es un momento histórico donde no hay espacio para los débiles y mucho menos para los contrarrevolucionarios.

Estos dos aspectos van a marcar el objeto central del documental, donde aparece una figura simbólica de nuestra cultura nacional, Silvio Rodríguez, que en aquel momento había sido expulsado del ICRT, porque supuestamente no representaba ese modelo.
Silvio,(entonces con pelo largo) se involucra con un grupo de hombres, en un espacio legitimado por los hombres. Se inserta en la dinámica de los pescadores y logra estrechar relaciones de afecto con este grupo. Está conciente que no puede ser como ellos, pero que , de alguna forma podía dar su aporte , dejando claro que el mar es un forjador de las masculinidades.

Durante todo el documental se evidencia la socialización de estas masculinidades. Para estos hombres el alcohol es elemento de confirmación de estas características de fuerza y resistencia ante la vida, ante las adversidades. La capacidad de vencer sus miedos, la nostalgia, las ausencias y la distancia.

Es importante señalar que en dicho documental, con respecto a la relación de masculinidades que se evidencia no se presupone una subordinación de estos individuos, sino una relación de unidad y solidaridad.

La música en este documental representa un aspecto muy significativo. Es un período que va a marcar la vida artística de Silvio Rodríguez, porque la mayoría de las canciones que compuso en la época van a reflejar las situaciones por las que pasaron dichos individuos y en las que van a estar inmersas sus masculinidades como elementos fundamentales en las letras. Otras de sus canciones de ese periodo reflejan como la situación por la que atravesaba el país influye en la política cultural de la cual él había fue víctima, provocado por el estilo dogmático que prevaleció en aquel momento.

Un ejemplo de estas descripciones en la música del cantautor cubano lo representa el tema musical llamado precisamente Playa Girón, en el que se habla de lo que significó la convivencia en el barco con hombres solamente y los sentimientos que despiertan en el ser humano, además habla de la presencia de hombres de todo tipo de razas en el barco, unidos por el hecho de estar juntos en el mismo lugar.

Lo que demuestra que la música sigue siendo un complemento importante para transmitir valores morales y reflejar la realidad que nos rodea, de la cual se apoyó Silvio Rodríguez para hacer de esta travesía un momento importante en su vida, que lo marcaría para siempre. Dejando claro que los hombres se ponen a prueba constantemente y que lo que los distingue es la capacidad de enfrentar las situaciones y asumir una actitud consecuente con sus principios, para llegar a ser mejores cada día, para llegar a ser hombres de su tiempo

viernes, 6 de junio de 2008

“Canarias en movimiento: masculinizando su migración en Cuba (1902-1932)”

Autor: Lic. Dayron Oliva Hernández

El advenimiento del siglo XX simbolizó para Cuba la aparición de una nueva realidad histórica, la instauración de una nación independiente. La fundación de la República en el año 1902, delinea un mundo complejo y contradictorio, donde se entremezclan discursos, proyectos e intereses, los cuales influyen en la manera en que se construiría la sociedad cubana.

El inicio republicano estuvo supeditado a las graves consecuencias de la guerra independentista de fines del siglo anterior. La economía, sobre todo su principal renglón impulsor la industria azucarera, y el conjunto demográfico cubano se encontraban entre los indicadores más gravemente afectados[1]. Ello significaba para la consecución de los distintos gobiernos republicados, enmarcados dentro de los veinte primeros años del siglo XX, la presencia de condiciones desfavorables para el futuro desarrollo socioeconómico y político de la nación cubana. En este sentido, con el fin de superar las secuelas señaladas y encauzar a la República, se estableció como práctica gubernamental dentro de los programas presidenciales de ese periodo, una “prioritaria” política migratoria; donde, además, se priorizaba la necesidad de fomentar una población rural y agrícola capaz de asumir el crecimiento de la industria agroazucarera.

Sin embargo, en este proceso a favor de convertir a Cuba en un país de inmigraciones, intervinieron decididamente elementos de la llamada “alta cultura blanca” (oligarcas azucareros, intelectuales, entre otros), los que desde las ciencias médicas, la antropología y sus respectivas ideologías en torno a las razas, al calor de la ampliamente difundida eugenesia[2], defendieron y proyectaron un discurso en aras de “blanquear” y de un “mejoramiento racial” de la población cubana, partiendo de la introducción de poblaciones europeas, hispanas y específicamente canarias. De este modo, a su vez, se legitimaría como parte de una práctica discursiva de orden, un modelo masculino de inmigrante deseable, el cual, tributaba a una anhelada personificación de la nacionalidad cubana: hombre blanco, de constitución fuerte y aclimatable.

Asimismo, detrás de toda esta estrategia migratoria, podemos encontrar la intención de constituir un prototipo masculino que llevase adelante la industria agroazucarera, y un arquetipo femenino competente para “engendrar” familias “blancas” y “fuertes” en las zonas rurales, cumpliendo así con las demandas demográficas.

Dentro de este contexto, es que se inserta la migración isleña[3]. Sin lugar a dudas, la población canaria sería una de las más solicitadas por la sociedad antillana: similitud cultural, tradición histórica[4] y patriarcal, al igual que su dedicación a la agricultura, fueron de los múltiples motivos en su beneficio. De esta forma, se instituía, por el número de personas que implicó, en una de las migraciones hispanas más importantes de la época. Para tener una idea del volumen de esta migración, el periodista y líder comunitario canario Cayetano Bethencourt, radicado en el archipiélago cubano, publicó el artículo “Los canarios en Cuba: divagaciones inmigratorias” durante el año de 1915, en uno de los principales rotativos de los isleños, la Revista Islas Canarias, donde brindaba una serie de estadísticas al respecto. A partir del censo de 1908, aseguraba Cayetano Bethencourt, la presencia de un total de 94 mil habitantes canarios, mientras que para 1915, estimaba aproximadamente la suma de 120 mil en suelo cubano[5].

La combinación entre una variada causalidad, el contexto histórico y los factores socioeconómicos y políticos, tanto en Cuba como en Canarias, coadyuvaron a una masiva introducción del conjunto canario. La propia caracterización de la oleada isleña se configuraría sobre la base de la compleja relación migratoria. Por lo general, la tipología fue familiar o individual; la inserción se encaminó fundamentalmente hacia las zonas rurales, destacándose en los trabajos agrícolas como el cultivo del tabaco y de la caña de azúcar; hubo una superioridad cuantitativa y cualitativa de los hombres sobre las mujeres; y, las capas sociales que protagonizaron la migración provenían de la esfera agrícola canario.

Proyectando el género: la migración se masculiniza

El proceso migratorio isleño gozaba de la bendición de las distintas administraciones gubernamentales, de un sector de las clases económicas determinantes y de una parte considerable de la intelectualidad. Tanto el color de la piel como la condición social de la población canaria, satisfacían las intenciones económicas, demográficas y raciales cubanas. La idea de fomentar una población rural y agrícola, sería llevada a cabo precisamente a partir de las familias canarias; donde, a su vez, se identificaba al hombre canario con ese modelo masculino que efectuaría, sobre sus manos y hombros, el desarrollo agroazucarero, mientras a la mujer se asociaba a ese modelo femenino de la reproducción familiar, para que así contribuyera al crecimiento de la población rural cubana.

Durante el año de 1906, el Dr. Federico Córdova, quien fungía como el secretario de los Comités Seccionales de Protección al Inmigrante, defendió ante el Estado cubano la promoción de la inmigración con familias canarias. Este reclamo se sustentaba en que “era la mejor por su capacidad de aclimatación y resistencia para el trabajo de nuestros campos, y además porque favorecía la bondad de los [6].

El 4 de noviembre de 1915, en el relevante periódico cubano “La Discusión”, apareció el artículo “Inmigración: preferencia por los canarios”, en él se expresaba: “(…) una serie de razones atendibles abonan la conveniencia de estimular con especialidad la inmigración de los hijos de las Afortunadas. Por su clima análogo al nuestro, por la similitud de cultivos, se adapta mejor el canario en Cuba que ningún otro forastero. Como es poco aficionado al comercio, la industria y el servicio doméstico, apenas llega se traslada al campo dedicándose a las labores campesinas. Procedentes de un país esencialmente agrícola, los isleños aquí se alejan de las ciudades (…) –más adelante continuaban- El isleño es recio de constitución física, laborioso y se aparta de las luchas políticas locales rechazando las propagandas ácratas”[7].

De igual manera, en una carta enviada durante el año de 1916, por el entonces presidente de la República Gral. Mario García Menocal, al destacado intelectual y líder comunitario canario Luis Felipe Gómez Wangüemert, manifestaba: “(…) Me complazco, por mi parte, en aprovechar esta ocasión para significar el alto valor que a mis ojos tiene la inmigración canaria, que se adapta con facilidad y rapidez excepcionales a las condiciones todas de nuestro país y a la que debe Cuba, por lo mismo, en medida considerable, su progreso agrícola y su riqueza. Seguro estoy de que los canarios tienen y tendrán todo el tiempo el afecto y la consideración de cuantos sepan apreciar su laboriosidad y sus virtudes”[8].

Por otro lado, el proceso de inserción canaria en la sociedad cubana respondía, como fenómeno sociocultural, a una dinámica y entramado de redes sociales, en el que intervinieron individuos, modos de conducta, costumbres, asimilados desde Canarias. De este modo, manifestaría patrones de comportamiento colectivo y estrategias familiares, sustentados en la ideología patriarcal. La configuración de lo que se puede denominar la estructura comunitaria, obraba en relación a las prácticas y los mecanismos socioculturales canarios como: las asociaciones[9], la prensa escrita[10], el mito del indiano-americano[11], las relaciones de parentesco y compadrazgos, entre otros. De la misma forma, como parte de la organización social y de la expresión de las relaciones de género, se reprodujo una hegemonía masculina y la subordinación cultural y socioeconómica de la mujer canaria.

Desde la colectividad migrada, sobre todo a partir de la trascendencia de las principales instituciones canarias como la Asociación Canaria de Cuba y las publicaciones periódicas, se declararon normativas y roles de género, los cuales, influyeron en el quehacer y el desenvolvimiento del proceso migratorio. De esta forma, se construyeron modelos y paradigmas representativos de la masculinidad y la feminidad isleña, los que tributaron no sólo a favorecer una potenciación de la migración hacia Cuba, sino a ese arquetipo ideal edificado dentro del gobierno y las concepciones científicas cubanas.

La construcción social del hombre canario en Cuba fue simbolizada como la esencia del ser y de la identidad canaria, además de representar socialmente la base para el desarrollo de la causalidad migratoria y la contribución de ésta al progreso económico de la sociedad cubana. De acuerdo entonces, a intereses comunitarios y a la propia condición social mayoritaria del isleño en territorio cubano, la masculinidad se asociará al campo, a la práctica agrícola, a la fuerza, a la virilidad, a la brutalidad, a la laboriosidad, a la resistencia, al sostener económicamente a la familia y al convertirse en socio de la Asociación Canaria. En este sentido, ese modelo de masculinidad canaria en Cuba expresó la hegemonía masculina al ejercer la práctica asociacionista, las actividades económicas principales, las relaciones de parentesco y compadrazgos, el mito del indiano-americano, entre otras.

La construcción social de la mujer canaria estuvo determinada por el modelo femenino tradicional identificado en la maternidad, la reproducción y las labores domésticas. La mujer isleña se definió en términos de madre, hermana e hija, tenía su rol sociocultural y comunitario hacia el hogar, la familia y la educación de sus hijos/as. La feminidad canaria en Cuba se relacionó a: la debilidad, la pasión, la emoción, la moral y las buenas costumbres familiares, la belleza y la supeditación al hombre. El vital ejemplo de la concepción y la condición subordinada de la mujer canaria, de modo general, fue el hecho de no poseer los mismos y plenos derechos que tuvieron los hombres, dentro del principal organismo social del proceso migratorio, desde su fundación en 1906 hasta 1931, momento en que definitivamente se incluye en las listas sociales de la Asociación Canaria. Además en este año de 1931, se fundó la asociación femenina Hijas de Canarias, lo cual, significó hasta cierto punto el reacomodo social de la mujer isleña.

Por lo tanto, en virtud de una masculinidad hegemónica, el hombre canario se erigió como el protagonista, el sostén económico y agrícola, y la figura decisoria comunitaria, del proceso migratorio en y hacia Cuba.




[1] Uno de los ejemplos más horrendos para la población cubana lo constituyó la Política de Reconcentración, aplicada por el entonces Capitán General de Isla Valeriano Weyler. Diferentes tesis históricas plantean que por un lado, la cifra de muertes rondaba en el orden de las doscientas mil personas, mientras que otras las calculan alrededor de las cincuenta mil.
[2] Ciencia del mejoramiento del linaje y la población. Surgida y difundida en Europa desde la segunda mitad del siglo XIX por Sir Francis Gilton. En Cuba tuvo esta ciencia una gran acogida. Su sustento teórico se basaba en los criterios darwinistas de la selección natural y las leyes mendelianas, persiguiendo entre sus fines la intención de “crear” una población “mejor”, más “fuerte” y más “sana”.
[3] Manera en que se identificaban en Cuba, a los oriundos de las Islas Canarias.
[4] Desde el momento de la conquista y colonización española, en el siglo XVI, comenzó un asentamiento paulatino canario en Cuba. El mismo que a medida que avanzaron los siglos se fue profundizando, sobre todo dirigiéndose hacia las zonas rurales.
[5] Bethencourt, Cayetano. “Los canarios en Cuba: divagaciones inmigratorias” En: Revista Islas Canarias, La Habana, Año VII, No 259, 15 de septiembre, 1915, pp. 8 y 9.
[6] García G., Armando. “Eugenesia, inmigración y en Cuba, 1900-1940” En: Rábida, Huelva, Nº 17, Imprenta Provincial, 1998, pp.57-66.
[7]Nota Editorial. “Menos mal…” En: Revista Islas Canarias, La Habana, Año VII, No 262, 10 de noviembre, 1915, p.8.
[8] Revista Islas Canarias, La Habana, Año VIII, No 278, 15 de agosto, 1916, p.2.
[9] A partir de 1906, con la fundación de la principal institución isleña la Asociación Canaria de Cuba, se reinició un proceso de creación de diversas asociaciones, que hasta el año de 1932, contaba con alrededor de 17, de las cuales podemos resaltar: Beneficencia Canaria, Ateneo Canario, Hijas de Canarias, entre otras.
[10] Entre los años de 1908 a 1932, existieron varios periódicos y revistas, realizados por hombres canarios asentados en Cuba, como: Revista Islas Canarias, Hespérides, Patria Isleña, Tierra Canaria, El Guanche, entre otros.
[11] Mito masculino que influyó sobre los jóvenes y hombres canarios. Se refería a aquel que venía a América o Cuba para hacerse de dinero.

jueves, 5 de junio de 2008

Estereotipos raciales en la prensa en Cuba: civilización vs. Barbarie

por Maikel Colón Pichardo

Hablar de estereotipos raciales discriminatorios sobre los negros nos invita a reflexionar sobre la imagen o representación mental acerca de un grupo racial determinado, conformada por los rasgos positivos y/o negativos que se le asignan. Quizás el problema guarda connotaciones especiales por el impacto que aun hoy día causan, ya que en estos se encuentran los elementos que traspasan las barreras de nuestro imaginario, porque muchos de los que lo sufren, desafortunadamente, lo han asumido como parte integral de su vida.

Una de mis últimas experiencias al respecto fue solo hace unas semanas, en un mercado de la calle Infanta, adonde entre por casualidad y presencie un episodio, que si bien no me resultaba ajeno, verdaderamente me impresiono mucho. Y es que en aquel lugar se encontraba una señora mayor acompañada de su pequeña nieta, fue entonces cuando un hombre negro se acerca y tratando de congraciarse con aquella niña, le pide muy sonriente: ¡nene dale un beso al mono! La abuela al oír aquella broma absurda se indigna, manifestándole al hombre que ese tipo de comentarios resulta humillante, sobre todo para la educación de la niña, porque teniendo en cuenta que en Cuba hay tanto blancos como negros, es decir, somos una sociedad multirracial, no considera correcto educar a su nieta sobre la base de asociar a los negros con los monos, máxime si un propio negro se asocia o se autodenomina como tal.

En ese momento lo que parecía una broma se convertía en algo tan descabellado que después de reflexionar por algunos momentos nos damos cuenta que esta es una de las manifestaciones de la vida cotidiana que asocia a los negros con determinadas prácticas, o imágenes, y a pesar de que muchas de estas fueron formuladas hace ya mucho tiempo, todavía están presentes en los espacios más insospechados de la vida en Cuba.
Los que conocemos de cerca la historia de Cuba sabemos, o al menos hemos oído en algún momento, que las diferencias en Cuba en cuanto al color de la piel se refiere, ha jugado papales fundamentales dentro del proceso histórico, un aspecto que en gran medida afectó el entramado de las relaciones sociales que se han establecido en la sociedad cubana.

En el marco de la investigación que he venido desarrollando en lo que respecta a como se ha construido la masculinidad de los hombres negros en Cuba, rápidamente salio a la luz el papel de la prensa que a partir de 1902 contribuyó a la elaboración dentro del imaginario nacional de estereotipos raciales negativos a través de los que los negros como grupo social fueron catalogados y representados hasta la saciedad, teniendo presente que la raza en Cuba ha sido uno de los ejes articuladores de la identidad que en un momento se subordino a la existencia de un pueblo donde existía una raza superior blanca y una inferior negra.[1]

Este tipo de diferencias, no solo tuvo una significación meramente simbólica, sino que, en correspondencia con contextos específicos, se promovieron y difundieron, imágenes cargadas de horror con un trasfondo racista bien definido que afecto la vida de hombres y mujeres solamente por el color de su piel. El negro brujo, el negro con capacidades intelectuales inferiores que atentaban con la posibilidad de convertir a Cuba en una nación civilizada, y el negro como una amenaza contra la tranquilidad y el bienestar de los blancos, fueron algunos de los estereotipos raciales discriminatorios que con mayor fuerza se difundieron en la prensa cubana, fundamentalmente la sensacionalista y los semanarios satíricos, que caricaturizaban patrones culturales de origen africano, teniendo en cuenta que este ultimo elemento lo convertía en sinónimo de barbarie.[2]
Desde comienzos del siglo XX, las persecuciones contra manifestaciones religiosas también de origen africano, convirtieron al negro brujo en uno de los tipos más repugnantes de la mala vida cubana, como lo calificaran algunos de los intelectuales más prominentes de la época. La prensa que respondía a intereses bien definidos fue la que con mayor fuerza difundió este estereotipo, periódicos tales como El Mundo, El Día, La Discusión, incluían en sus notas diarias la persecución contra la brujería, un suceso que además se asocio con la desaparición de niños y niñas de piel blanca. Con esto los negros brujos se convirtieron en una amenaza para todas las familias blancas con niños pequeños, y la utilización de los órganos de estos niños en sus prácticas religiosas los involucraba en prácticas de canibalismo.[3]

Este aspecto nos da una medida de las implicaciones de este estereotipo discriminatorio en la vida de los hombres negros, si tenemos en cuenta que este se divulgó durante las tres primeras décadas del siglo XX. Por otro lado entre los años 1907 y 1908, la revista Cuba y América, una revista de arte, literatura y moda, circuló en sus paginas una sección denominada Aventuras de Pitirre y Buchín, que recreaba las aventuras de dos adolescentes, uno negro y uno blanco, quienes siempre se veían involucrados en maldades, propias de la adolescencia, y siempre el que se llevaba la peor parte, es decir, las consecuencias de sus actos, ya sean golpes, caídas, era Buchín, el personaje negro. No cabe dudas que en esencia, las pretensiones de esta sección era demostrar las capacidades inferiores de los negros, teniendo en cuenta, que Pitirre, el personaje blanco, siempre salía ileso dada su inteligencia, su astucia, es decir, atributos propios de la raza blanca.

Ahora 1912, constituyó una fecha bochornosa, pues se dio una de las masacres racistas mas brutales de nuestra historia, la masacre del Partido de los Independientes de Color, un partido político creado en el año 1908 solo para hombres negros, que luchaba por la igualdad de oportunidades en la sociedad cubana.
En la fecha mencionada el ejercito constitucional de la Republica, tomando como base la amenaza que representaba para Cuba este partido político, en cuanto a sus pretensiones de crear otro Haití, es decir, otro Republica negra, todos los miembros de esta organización fueron masacrados brutalmente, y ahorcados como escarmiento a todos los negros cubanos. Por supuesto que la prensa también hizo eco sobre estos sucesos.

En este sentido el semanario satírico ilustrado La Política Cómica fue uno de los principales órganos de prensa que cubrió este acontecimiento. En sus paginas vio la luz una sección denominada Negreira en campaña, donde promovían una multitud de chistes racistas, además, caricaturizaban imágenes de los lideres del Partido Independientes de Color, los cuales asociaban a los generales de la Revolución Haitiana, un aspecto que los convertía en una verdadera amenaza para el futuro desenvolvimiento de Cuba como una nación civilizada, por el carácter antinacional de crear una agrupación política marcada por el color de la piel.[4]

Este y otros ejemplos son algunos de los que evidencian el papel de la prensa en los primeros años del siglo XX, en la promoción de estereotipos raciales discriminatorios, y como estos se han perpetuado a través de los años como sello en la construcción de la masculinidad de los hombres negros, cuantas veces en las familias cubanas, asiendo alusión a los negros brujos, se asustaban a los niños para dormir, con el viejo mito de duérmete sino te traigo al hombre del saco, y en cuanto a sus capacidades intelectuales, hace unos años en la escena musical cubana ocupo popularidad una canción que coreaba, quien tiro la tiza el negro ese, la cual tuvo un nivel de aceptación elevado, entonces seria bueno cuestionarse si nuevos estereotipos discriminatorios se promueven en la sociedad cubana del presente, que pasara, porque lo más seguro es, que si no se hace nada al respecto, en el futuro continuaran reproduciéndose.


Bibliografía.
Hevia, Oilda. «Otra contribución a la historia de los negros sin historia». En Debates Americanos, No.4, La Habana, pp.77-90.

Naranjo Orovio, Consuelo. «De la esclavitud a la criminalización de un grupo: la población de color en Cuba». En Revista Op Cit, No.16, Río Piedras, Puerto Rico, 2005, pp.137-179.

Prensa.
Cuba y América. 1907-1908
El Día. 1904-1905
La Discusión. 1907
El Mundo.1904-1905
La Política Cómica. 1912
[1] Algunas de estas ideas están abordadas con mayor profundidad en mi tesis de diploma, la cual defiendo próximamente.
[2] Además del papel de la prensa también destacados intelectuales como el celebre etnólogo y antropólogo cubano Fernando Ortiz y algunas figuras importantes de la medicina, contribuyeron en los inicios del siglo XX, a establecer planteamientos científicos con respecto a la superioridad de la raza blanca y la inferioridad de la raza negra. Ver Consuelo Naranjo Orovio. «De la esclavitud a la criminalización de un grupo: la población de color en Cuba». En Revista Op Cit, No.16, Río Piedras, Puerto Rico, 2005, pp.137-179

[3] Dos de estos sucesos, el crimen de la niña Zoila y el crimen de la niña Celia recibieron total cobertura en el Mundo, esta noticia circulo en este diario por casi un año, incluso se le hizo seguimiento en su suplemento dominical el Mundo Ilustrado a el juicio contra los presuntos culpables del crimen.
[4] Esta sección tuvo una amplia cobertura y su significado mostraba la fuerza de las ideologías racistas que aun permanecían intactas dentro de la sociedad cubana.

Aires de una migración gallega. Reflexiones desde la masculinidad gallega en Cuba.

Por Yonnier Angulo Rodríguez

El año 2003 es cuando comienzo a vivir en el reparto de Luyanó[1], han pasado 5 años, no es hasta hace apenas un par de meses que un tema comenzó a interesarme: “La Inmigración Gallega en Cuba”. Realmente no me imaginaba que a solo una corta distancia de mi casa, se encontraban dos centros emblemáticos del proceso migratorio de gallegos en la Isla, me refiero a las denominadas casas de salud “Hijas de Galicia”[2] y “La Benéfica”[3], promovida por el Centro Gallego de la Habana. Estas dos edificaciones relacionadas con las asistencias sanitarias, fueron construidas con una relativa cercanía a una zona que se convirtió, entre fines del siglo XIX y durante el siglo XX, en un significativo asentamiento de la población gallega residentes en La Habana.

El periodo histórico que transcurre entre 1880-1930, constituyó la base para la entrada masiva de las migraciones españolas en Cuba. La migración gallega será la principal región hispana en aportar cuantitativamente a dicho proceso[4]. A través de ese número se puede apreciar la importancia que tendrá para la historia de Cuba esta afluencia gallega, tanto en la sociedad, la economía y porqué no, en la cultura cubana. Es aquí donde sale a relucir el destacado papel jugado por el Centro, el cual se convierte desde sus momentos iniciales en el principal polo, alrededor del que se aglomerará todo este movimiento migratorio, proporcionándole al inmigrante asociado una valiosa protección y ayuda; además, esta institución le facilitará al individuo recién llegado, un medio propicio para su eventual adaptación.

El Centro Gallego emerge como institución el 23 de noviembre de 1879. ¿Por qué este año? La etapa que sucede entre los años 1879 y 1881, caracterizan a la inmigración gallega en Cuba, como masiva, pues desde Galicia van a desplazarse apreciables oleadas de personas, en busca de ofertas de trabajo y mejores condiciones de vida. ¿Quiénes son los protagonistas? En este proceso el liderazgo cuantitativo y cualitativo lo detentarán los hombres[5]. Dentro de la composición masculina, los individuos jóvenes que llegan de forma individual, representan una gran mayoría, ya que de esta manera les es mas fácil insertarse en la dinámica laboral cubana y emprender a partir de su llegada una lucha por amasar fortuna que les permitiera, volver a Galicia; y en otros casos, esta individualidad traerá consigo además, una estancia permanente del inmigrante que le permite formar en Cuba una nueva familia, ya sea al unirse conyugalmente con una nativa. Mientras que la abrumadora mayoría de los inmigrantes que pisan el suelo cubano van a ser hombres, las mujeres en proporción estarán en desventaja, las cuales generalmente arriban a Cuba con previos contratos de trabajo, casi siempre relacionados con los servicios domésticos, de ahí proviene la fama y los estereotipos en torno a las mujeres gallegas de ser “eficientes criadas”.

Una de las más trascendentales contribuciones del Centro Gallego fue en pos de realzar la cultura gallega, ya sea en Cuba y en Galicia, podría citarse varios ejemplos como: la Fundación de la Real Academia Gallega en 1906, la misma tenía dentro de sus objetivos exaltar y fomentar el idioma gallego; otro hecho fundamental será la composición y su canto por primera vez, en 1907, del Himno Gallego en el Teatro Nacional[6].

El Centro Gallego, al igual que sus semejantes en la Isla, va a presentar como característica una detallada jerarquización, con sistemas de candidaturas y elecciones, en la que son los hombres los que van a ejercer el control de dicha sociedad, son los que rigen la institución, desde la dirección ejecutiva y legislativa hasta las asistencias sanitarias; dejándole a las mujeres gallegas un espacio nulo en este tipo de cuestiones, lo cual provoca la discriminación por parte de esa hegemonía masculina, donde las inmigrantes carecerán de derechos y atenciones, no tendrán los privilegios que disfrutaban los asociados gallegos. No obstante, esta realidad se aliviara en cierto sentido, con la fundación de la Sociedad Hijas de Galicia en 1917, con el objetivo de representar a las inmigrantes gallegas y defender sus derechos más elementales.

Como características generales, la entrada de los inmigrantes gallegos en Cuba tendrá una tendencia al aumento, esto motivado por causas diversas, como la deplorable situación existente en Galicia, las legislaciones favorables dictadas tanto en España como en Cuba, las cuales propiciaron este tipo de traslado hacia la Isla a finales del siglo XIX y principios del XX. A partir de la década de 1930, en sentido general, la emigración de españoles a Cuba comenzará a disminuir gradualmente debido a diferentes condicionantes, como la repercusión que tuvo la crisis mundial de 1929 en la sociedad cubana, resultando que dentro del territorio brotasen una gran masa de inmigrantes españoles desempleados y en condiciones de indigentes, que pedían la repatriación, y por otro lado se harán más restrictivas las legislaciones en ambos países con respecto al flujo migratorio. A esto se le puede añadir la Ley de Nacionalización del Trabajo promulgada durante el gobierno de Ramón Grau San Martín en 1933, la cual dictaba que en todas las empresas el país debían haber en las plantillas laborales un 50% de nativos, algo que fue para los inmigrantes españoles un duro golpe. Este ritmo se mantendrá en descenso hasta el año 1959, momento en que el proceso migratorio llegará a su fin con el advenimiento del triunfo de la Revolución Cubana

La llegada de los gallegos a Cuba significó el inicio del proceso en el cual estos hombres y mujeres comenzaron a integrarse en la sociedad cubana, se insertaron en un proceso de transculturación, de mezcla, en el cual el gallego le aportó a la cultura cubana una parte de sí, y a su vez este adoptó de Cuba rasgos característicos que luego lo diferenciaron del gallego residente en Galicia. De gran significación se puede afirmar que tuvo la presencia gallega en nuestro país, llegando a convertirse en una parte indisoluble de nuestra idiosincrasia, de nuestro acerbo cultural y de nuestra historia.

[1] Reparto que pertenece al municipio Diez de Octubre, en la Ciudad de La Habana.
[2] Centro hospitalario creado en 1917 por la Asociación femenina del mismo nombre “Hijas de Galicia”, con el objetivo de brindar atención médica a las mujeres gallegas.
[3] Institución médica comprada en 1894 por el Centro Gallego de La Habana, con el propósito de brindarle asistencia a los asociados gallegos.
[4] Importantes historiadores/as como las Doctoras Consuelo Naranjo Orovio y Maria del Carmen Barcia, estiman la contribución cuantitativa gallega, con respecto al total español, en alrededor de un 40%.
[5] Dentro de la historiografía en torno a la migración española en Cuba, se coincide al establecer como característica esencial de esa época histórica entre 1880-1930, que el 71% del total de la inmigración hispana eran hombres, frente a un 29% de mujeres.
[6] Otrora Teatro Tacón, fundado en 1837, a partir de 1906 se establece como sede del Centro Gallego. En la actualidad, llamado Gran Teatro de La Habana, continúa siendo anfitrión de la “Sociedad de Beneficencia de los Naturales de Galicia”.

Cuba. Desafío para las masculinidades antillanas

Por Ernesto Díaz Calderin

En el proceso de formación de la nación cubana, a través de los años, ha tenido singular importancia los procesos migratorios, estos han condicionado desde el punto de vista cultural nuestra identidad. Si se tiene en cuenta que el desplazamiento hacia la región del Caribe ha sido de árabes, asiáticos, africanos, lo que diferencia a los territorios del Caribe es en la medida que se fueron desarrollando estas inmigraciones y en la proporción que se fueron dando.

De importancia vital, por las condiciones en las que se dieron y bajo las circunstancias en que se fueron realizando, jugaron un papel fundamental las inmigraciones caribeñas hacia Cuba, en especial, las de los jamaicanos y haitianos, que se ubican específicamente en el primer tercio del siglo XX, como proceso ya consumado y con un carácter de inmigración organizada y planificada.

En el caso de los haitianos:
Este proceso se remonta a los años en que acontece la revolución haitiana, en la que grupos de franco- haitianos arriban a territorio cubano huyendo de las revueltas provocadas por los acontecimientos, asentándose en la región oriental de la isla; otro momento de éxodo de haitianos a Cuba, fue con la proclamación de la independencia haitiana en 1804, momento que muchos colonos, con sus dotaciones de esclavos vinieron hacia nuestro territorio y desarrollaron su economía.

En los primeros años de la República, es cuando se da el período de esplendor de este proceso de inmigración de haitianos a la Isla, impulsado fundamentalmente por las compañías norteamericanas, quienes controlaban el mercado del azúcar cubano y por tanto exigían una mano de obra “fuerte” y barata para sustentar el trabajo en las plantaciones azucareras. Producto de la exigencia física de este trabajo, la mayoría de los haitianos que entraban en nuestro territorio, eran hombres, representando la proporción de cada 2500 inmigrantes que venían 100 eran mujeres, lo que nos indica que fue una inmigración masculina. A su vez, dentro de ella, había una gran cantidad de jóvenes dispuestos a enfrentarse con cualquier situación, incluso sin conocer las situaciones de trabajo y de vida a las que se someterían, teniendo siempre como sueño el hecho de regresar con las riquezas que harían en Cuba.

El caso jamaicano:
Por su parte esta inmigración fue provocada por el agotamiento de las actividades de la plantación bananera en el Canal de Panamá y la construcción del ferrocarril en la misma zona, por lo que se desató un éxodo masivo de hombres y mujeres en busca de nuevos horizontes hacia Cuba, que les garantizaría el trabajo y riquezas, lo que provocó, en este caso, una proporción de cada 600 hombres que llegaban 100 eran mujeres. A diferencia con otros grupos, estos venían con mucha más instrucción educacional, debido a la labor de las iglesias protestantes en su lugar de origen, lo que les permitió, desde el punto de vista laboral, ubicarse en lugares donde estaban los mismos cubanos que poseían una alta calificación de obreros. La migración jamaicana la podemos encontrar trabajando durante el período de zafra en la plantación azucarera, y después bajo el efecto del tiempo muerto, dentro las plantaciones cafetaleras en la región oriental, de esta forma iban creando asentamientos en esas zonas del país.

En ambos procesos es importante destacar el rechazo hacia ellos que se dio en la Isla, entre otras cosas por los estereotipos que se instauraron alrededor de ellos, por sus prácticas religiosas que representaban un “peligro” para la sociedad de la época, además se decía que, fuera del tiempo de zafra no tenían otra función que cumplir en nuestro territorio, por lo que se promovió una ley- decreto para enviarlos de regreso a sus países originarios. Desde la sociedad cubana, se prefería la inmigración de peninsulares, sobre todo debido a la existencia de leyes migratorias que perseguían un “blanqueamiento”, lo que denota un fuerte racismo hacia ellos, al punto de calificarse en migraciones “no deseables”.

Tener en cuenta, independientemente de la discriminación a la que fueron sometidos, que son protagonistas de un legado histórico y cultural que se inserta dentro de lo cubano y que hoy contribuye a que seamos, nosotros los cubanos, más antillanos.

miércoles, 4 de junio de 2008

“Masculinidad y Raza en el béisbol profesional cubano” (1940-1949).

Daniel Alejandro Fernández González. (historiador)


Los incontables progresos sostenidos por el deporte a lo largo del siglo XX, trajeron aparejado que el mundo de la práctica deportiva traspasara el marco de su definición como “…sistema de competiciones físicas, generalizadas, universales, abierto por principio a todos, que se extiende en el espacio (todas las naciones, todos los grupos sociales, todos los individuos pueden practicarlos) o en el tiempo y cuyo objetivo es medir y comparar las actuaciones del cuerpo humano concebido como polémica siempre perfectible.”[1], para instituirse como un espectáculo dentro del cual, convergen, se legitiman y se expresan fenómenos y aspectos sociales como la violencia, las conciencias e identidades colectivas, las relaciones raciales y de género; en un campo donde se interconectan y tienen lugar relaciones económicas y comerciales, y se validan intereses políticos propios de las sociedades modernas.
Dichas transformaciones trajeron como resultado que el deporte se convirtiera en uno de los tres grandes socializadores de los seres humanos, junto a la música y al sexo. Estas relaciones de socialización establecidas van a estar interconectadas a las relaciones de género, en tanto en ellas intervienen códigos de comportamiento y valores previamente establecidos y asignados a tono con la posición del individuo (hombre o mujer) en las relaciones de dominación y subordinación. Dentro de la multiplicidad de disciplinas deportivas que existen, los deportes colectivos (fútbol, baloncesto, balonmano, béisbol, rugby, hockey sobre hielo, entre otros) se han legitimado como espacios donde se desarrollan “luchas” o “enfrentamientos” entre dos bandos que tributan a la producción y reproducción de características y elementos asociados a un modelo de masculinidad hegemónico, al que no todos los individuos están llamados a pertenecer.
En Cuba el béisbol, deporte nacional, parte indisoluble de nuestra identidad, partícipe activo en la conformación de la nacionalidad cubana; ha sido un espacio de legitimación de las características históricamente utilizadas para la construcción social de un estereotipo de masculinidad hegemónica (fuerza, agresividad, rudeza, inteligencia, valentía, poder, etc.) En todas las áreas donde el deporte de las bolas y los strikes ocupa el centro de la atención: terrenos, graderías, peñas beisboleras, órganos de prensa, establecimientos y paredes con imágenes y grafitis, se justifica la existencia del béisbol como deporte y práctica social que tributa al comportamiento, actitudes, costumbres y actividades sociales reservados históricamente para perpetuar la posición jerárquico-dominante de un grupo de hombres sobre las mujeres y sobre otros hombres.
Como parte de la elaboración del proyecto de tesis de licenciatura en que me encuentro inmerso, referido de forma sintética al estudio de la socialización de las masculinidades de los peloteros cubanos que, durante la década de 1940, emigraron a los Estados Unidos contratados para jugar en las distintas ligas del béisbol organizado (rentado o profesional) de esa nación, el estudio del decurso del béisbol profesional cubano y de su par norteamericano en el período señalado, me permitió definir la imposibilidad de examinar la(s) masculinidad(es) de estos deportistas sin tener en cuenta la interrelación que se establecía entre la construcción social de esa(s) masculinidad(es) y las categorías raza y nación.
Ello condiciona que el estudio de la(s) masculinidad(es) de esos peloteros y de su socialización, rebase el marco de la precisión y adjudicación de características anteriormente mencionadas (fuerza, inteligencia, violencia, arrojo), asociadas a un estereotipo de masculinidad(es) determinado, al deber tenerse en cuenta otros elementos referidos al hecho de ser un pelotero negro o blanco, cubano o norteamericano, negro y cubano o negro y norteamericano, blanco y cubano o blanco y norteamericano. Además considero necesario señalar que tampoco puede obviarse el contexto histórico-espacial de ambas naciones que enmarca al período estudiado; ni los discursos y prácticas en relación a raza y a la nacionalidad que prevalecen en él y son trasladados al escenario del béisbol[2].
En el marco de las relaciones que desde la introducción del béisbol en Cuba (década del sesenta del siglo XIX) se establecieron entre la pelota de la Isla y su similar de los Estados Unidos, acrecentadas tras el arribo de la nueva centuria, encontramos que hacia la década de 1940 esa interconexión implica una profunda interdependencia en las dinámicas que moldean el curso de la pelota en ambas naciones, aunque partiendo siempre del papel hegemónico de la organización del béisbol de grandes ligas norteamericano y de su interés por mantener el dominio de la cultura que representa, la de las elites blancas y por incrementar el control económico del béisbol en su totalidad . Esas relaciones se van a manifestar en el constante ir y venir de jugadores y equipos cubanos y norteamericanos para insertarse en ambos universos del béisbol profesional, a través de la contratación de peloteros, la celebración de series de exhibición, la participación de equipos cubanos en circuitos del béisbol rentado estadounidense.
En un contexto donde el béisbol norteamericano aún se encuentra sujeto a la segregación racial impuesta a finales del siglo XIX, en tanto coexisten dos circuitos profesionales, diferenciados más que por el capital de sus dueños o por la calidad de sus equipos, por el color de la piel de los jugadores que en ellos se desempeñan, el béisbol profesional cubano se presentaba en apariencia como el paraíso de la integración racial, al exhibir equipos donde confluían jugadores negros, blancos, mestizos, ya fueran cubanos o norteños.
El análisis de las implicaciones que trae consigo esta diferencia, condiciona una vez más la determinación de las masculinidades que definen a los peloteros que confluyen en esta investigación. Lógicamente, entonces, la construcción social de las masculinidades de los peloteros, negros o blancos, cubanos o norteamericanos en el béisbol profesional de la nación caribeña y la comprensión de las dinámicas de su socialización, llevadas al universo de la pelota rentada de los Estados Unidos, una vez que los peloteros de ese país retornan a sus circuitos nacionales y un número considerable de jugadores cubanos son contratados para jugar en ellos, va a pasar por un proceso de deconstrucción y readaptación a nuevas condiciones, relaciones y modelos de dominación y subordinación.
Si se tiene en cuenta que en el decenio de 1940 se capitaliza la supuesta integración racial en el béisbol norteamericano con la entrada oficial en el año 1947 del primer pelotero negro (Jackie Robinson) a las Ligas Mayores, tras un proceso de búsqueda por parte de los magnates del béisbol blanco de aquellos “jugadores de color” que reunieran las características asociadas al modelo de masculinidad hegemónico representado en el pelotero norteamericano blanco (con lo cual les sería otorgado un poder simbólico convirtiéndolos en paradigmas a seguir por sus iguales) y estuvieran dispuestos a aceptar el orden en la relación de dominación-subordinación establecido; proceso al que el béisbol profesional cubano no estuvo ajeno, tenemos un nuevo elemento a considerar para la consecusión de los propósitos que persigue esta investigación.[3]
Para arribar a estas conclusiones iniciales, en relación con la construcción social de la(s) masculinidad(es) de los peloteros cubanos y su socialización en el escenario del béisbol profesional de los Estados Unidos, resultó imprescindible la consulta de una fuente publicística cubana que circulara durante el período: la revista Carteles. La revisión de cada uno de los números que semanalmente publicó dicha revista en los diez años que se estudian, evidenció cómo la prensa especializada en el tema del béisbol en Cuba, no se detuvo en la simple reproducción de scores de juego y estadísticas de jugadores y equipos, sino que tomó posición a partir de un discurso de defensa de la identidad cubana representada en sus peloteros y de la necesidad de un espectáculo deportivo que no estuviera mediado por las diferencias raciales, intrínsecamente ligadas a ese discurso nacionalista. Ello permite que a pesar de no existir en los artículos revisados la intención de implementar una perspectiva de género, y particularmente de incorporar elementos relativos a los estudios de masculinidad[4], se puede encontrar en ella elementos sólidos para conformar una visión bastante integral sobre los mecanismos a partir de los cuales se construyen socialmente la(s) masculinidad(es) de los peloteros cubanos en el béisbol profesional de la isla, su transformación y socialización una vez que estos peloteros se insertan en el béisbol organizado de Norteamérica y cómo se involucran en ello estructuras sociales como la raza y la nacionalidad.




[1] Tomado de: Jean Marie Brown. Sociología política del deporte. París, Editorial Macrolibros, 1968, p. 44.

[2] Para una mejor comprensión de este último aspecto resulta indicado la lectura de la ponencia: “Los afronorteamericanos, los cubanos y el béisbol” de los investigadores Lisa Brock y Otis Cunningham, compilada en el texto “Culturas encontradas: Cuba y los Estados Unidos.” Ver: Lisa Brock y Otis Cunningham. “Los afronorteamericanos, los cubanos y el béisbol”, en Rafael Hernández y Joan Coatsworth. Culturas encontradas: Cuba y los Estados Unidos, Centro Juan Marinello/Universidad de Harvard, 2001, pp. 203-227.

[3] Un elemento interesante en ese sentido resulta el hecho que uno de los jugadores negros que habían sido propuestos para romper con la barrera racial en el béisbol profesional norteamericano fue el cubano Silvio García, que al igual que Robinson era una de las grandes figuras de las Ligas Independientes de Color. Se cuenta que al ser entrevistado por el dueño de los Dodgers de Brooklyn (club que realizó el contrato de Jackie Robinson), Branch Rickey, García manifestó que ante la posibilidad de cualquier ataque de contenido racista hacia su persona, respondería de forma violenta, lo cual anuló la oportunidad de que fuera el pelotero designado para “hacer desaparecer la barrera racial”. Ver: Roberto González Echevarría. La gloria de Cuba. Historia del béisbol en la isla. Madrid, Editorial Colibrí, 1ra edición en español, 1999.

[4] Ello resulta lógico si se tiene en cuenta la distancia en el tiempo que median entre los años en que circula la revista y el momento de inicio de estos estudios.

“La mujer cubana en el béisbol, un breve acercamiento al tema.”

“¿Puede haber nada tan bello y pintoresco como un baseball jugado por muchachas? Difícil. La sincronización de los movimientos, unida a la belleza corporal de las chicas, hacen del baseball femenino el deporte capaz de enloquecer a sus adeptos, y de robustecer las filas de aficionados al emperador de los deportes…”
(Rai García, También ingresa Cuba en el Baseball Organizado Femenino. En, revista Carteles, 1947, #38, año 28.)

“¿Y la mujer? No se puede olvidar. Es parte integrante—hoy más que nunca—de las grandes concurrencias que se apiñan, que se mantienen estoicamente en incómoda posición en la mayoría de los casos, para no dejar escapar ni el más ligero detalle…”
(Rai García, ¡Vuelve la pelota! ¡Play Ball! En revista Carteles, 1948, #41, año 29, p.p. 50-51.

Por Daniel Alejandro Fernández González.(historiador)


El espacio dedicado al “juego de las estrellas”, correspondiente a esta temporada del béisbol cubano, estuvo matizado por la introducción de una nueva propuesta que tributó en un espectáculo de mayor calidad y disfrute por parte de la afición de la isla y de los propios jugadores. A la tradicional celebración de las competencias de habilidades, la premiación a los deportistas más destacados del año anterior y la realización del juego entre los peloteros de Occidente y Oriente que más se destacaron durante la primera mitad de campaña, se agregó la realización de un partido entre jugadores que ya habían inundado con su maestría en el arte de jugar pelota, los diamantes beisboleros de Cuba y del extranjero, y que ahora, acogidos al retiro, esparcían su sabia a los más jóvenes como directores de equipo, entrenadores de Serie Nacional, de Academias, de categorías inferiores o formaban parte de las estructuras de dirección de la Comisión Nacional.
Más allá de intentar resumir los aciertos y desaciertos, las excelentes jugadas (para mí lo mejor, la estirada en primera base del guantanamero Agustín Lescaille a los 55 años), o los recuerdos que acompañaron a ese fin de semana de béisbol, que vio lucirse a estrellas del pasado y de hoy, quisiera destacar un hecho que, sin lugar a dudas, ha despertado el debate entre todos aquellos que compartimos una gran pasión por nuestro deporte nacional. En un Guillermón Moncada, repleto de esa euforia santiaguera que hace temblar a los contrarios, las riendas del juego que enfrentaba a las figuras beisboleras del momento, fueron asumidas por una mujer; la primer árbitro en Series Nacionales. Su nombre, Yanet Moreno. Ya la habíamos visto arbitrar en bases por televisión, conocíamos que se había colocado detrás del plato en algunos juegos durante esta primera parte de la Serie, pero ahora enfrentaba sin dudas un gran reto. Debía demostrar ante los más de 30000 fanáticos que a ritmo de conga, repletaban el estadio santiaguero y ante los millones de personas que, sentados frentes a sus televisores, esperaban deseosos el inicio del juego, que una mujer era capaz de dirigir con eficacia en un deporte creado y pensado para los hombres; practicado, dirigido y debatido mayoritariamente también por hombres. Un juego, o mejor, un deporte que en Cuba es pasión, furor, parte indisoluble de nuestra identidad, partícipe activo en la conformación de la nacionalidad cubana, escenario en el cual una derrota del equipo con el que se simpatiza es capaz de socavar los cimientos de las almas más fuertes, donde un error cometido por un jugador, director o un árbitro, jamás se olvida, nunca se perdona, se convierte en un estigma que los acompaña por siempre.
La labor de Yanet durante el juego demostró que sí. Técnicamente, mantuvo una zona de strike invariable y adecuada, lo que conllevó a que apenas motivara conteos discutibles, se vio precisa y segura en sus decisiones, mostró dominio de las reglas, imparcialidad. En el caso de la imagen que proyectó, la vimos enérgica, dueña del control del juego, desinhibida, al parecer sin la presión que comúnmente invade a los árbitros ante un estadio abarrotado. Como bien se diría en uno de los debates que presencié, no hacían falta las continuas alusiones de los comentaristas a su buen trabajo, parecía que estuviera haciendo algo inaudito o impensable, para que nos diéramos cuenta que cumplía a cabalidad con su labor detrás de home.
Tras su actuación, numerosas y diversas han sido las opiniones y polémicas surgidas entre los aficionados del béisbol. Para los que como yo, hemos decidido estudiar desde de las Ciencias Sociales, específicamente la Historia, las imbricaciones de la pelota cubana con estructuras, procesos y relaciones económicas, sociales, políticas, culturales o migratorias, inherentes al desarrollo histórico de la nación, este suceso nos invita a incorporar un nuevo objeto de estudio dentro del campo del béisbol: la relación mujer cubana—deporte nacional.
Afirmar que en nuestra nación, la mujer, que representa aproximadamente un 50% de la población en la isla, ha estado incorporada e imbuida dentro de las dinámicas que operaron en el decurso del béisbol cubano, a tono con la participación de este en la conformación de una cultura y un imaginario popular, con la creación de sentidos de pertenencias hacia jugadores y equipos, con su innegable presencia en la construcción de nuestra identidad, con su práctica, ya sea como fuente de esparcimiento o de forma organizada; sería una hipótesis discutible y por tanto difícil de demostrar.
En una sociedad patriarcal como la nuestra, el béisbol ha sido un espacio de legitimación de las características que dichas sociedades han utilizado para construir la identidad masculina (fuerza, agresividad, rudeza, inteligencia, valentía, etc.), socializador por excelencia de la masculinidad, marco propicio para demostrar el papel dominante del hombre dentro de las relaciones de género. En todas las áreas donde el deporte de las bolas y los strikes ocupa el centro de la atención: terrenos, graderías, peñas y demás sitios de polémica, puestos laborales, artículos periodísticos, transmisiones televisivas, establecimientos y paredes con imágenes y grafitis, se justifica la existencia del béisbol como deporte y actividad social que tributa al comportamiento, actitudes, costumbres y actividades sociales reservados históricamente para los hombres. Resulta lógico pensar entonces, que la incorporación de la mujer a este espacio de “reafirmación de los rasgos que definen la masculinidad”, haya estado y se encuentre sujeta a las implicaciones de su posición de subordinación en las relaciones de género. Estas afirmaciones nos llevan a considerar que, orientar el estudio de la relación mujer—béisbol, en Cuba, hacia una perspectiva de género, nos proveería de un eje teórico ideal para la comprensión y el análisis de las regularidades que ha asumido dicha relación en el decurso histórico de la pelota en la isla.
Momentos como este, en los que a la inclusión de Yanet Moreno en un “territorio” que en el béisbol, siempre estuvo vedado a la mujer, se unen la resurrección de la práctica organizada del béisbol femenino, a partir de la decisión de un grupo de mujeres de “emular” en los terrenos de la Ciudad Deportiva con estrellas de antaño como Eulalia González(Viyaya) e Isora del Castillo, y un aumento considerable de la presencia femenina en las graderías, sobre todo de jóvenes deseosas de disfrutar de la gran fiesta que significa la celebración de un juego de pelota en nuestra nación; ameritan la contribución de todos aquellos que amamos y sentimos el béisbol. Quién sabe si el futuro nos depare un juego de las estrellas en el que “las faldas invadan el diamante y nosotros apenas hallemos espacio, en unas gradas colmadas de mujer.”

Foro y taller de masculinidades en junio de 2008.

FORO

“La masculinidad en los medios”

Moderadora: Lourdes Pasalodos.
Participan:
Dr. Julio César González Pagés coordinador general de la red Iberoamericana de Masculinidades.
Lic. Andrey Hernández Centro de Prevención de VIH-SIDA

En esta ocasión la Editorial UNION presentará El dulce amargo de la desesperación, libro de Emilio Comas,
presentado por Marilin Bobes, premio Casa de las Américas.

Fecha: jueves 5 de junio de 2008
Hora: 10.00 am
Lugar: Sala Guillén. Sede de la UNEAC.
Calle 17 entre G y H. Vedado.
Email: escritores@uneac.co.cu

TALLER
Masculinidades y Feminidades en los audiovisuales: hombres en cubierta y mujeres en el beisbol…..

Debate con el realizador Ernesto Pérez Zambrano y su obra.
Participan:
Dr. Julio César González Pagés coordinador general de la red Iberoamericana de masculinidades.
Est. Daniel Alejando Fernández González. Universidad de la Habana.
Est. Ernesto Díaz Calderin. Universidad de la Habana.

Fecha: 13 de junio de 2008.
Hora 10. 00 am.
Lugar: Universidad de la Habana.
Entrada limitada.
Contactar para confirmar al correo gonpages@cubarte.cult.cu

martes, 3 de junio de 2008

“Masculinidades y Feminismos: la memoria rota”

Autor: Julio César González Pagés

La falta de memoria histórica o “memoria rota”, como muy bien la definiera el ensayista puertorriqueño Arcadio Días Quiñónez (1993), hacia temas que cuestionan la hegemonía de las corrientes de pensamiento que están relacionada con los hombres y su poder, siempre han vinculado al
Feminismo a una cuestión menor.

Como hombre que estudia la historia de su país desde una pespertiva diferente, siempre me llamo la atención la reacción de mis amigos cuando les comentaba que yo me dedicaba a estudiar la Historia del Feminismo en Cuba y relacionarla con los nuevos estudios sobre masculinidades.Burlas, chistes y hasta agresiones “jocosas”, he recibido de mis colegas de este ámbito.

El feminismo como movimiento de liberación de las mujeres en la década de los sesenta no solo fue relacionado a ellas, sino implico un desafío a los
hombres y su masculinidades.

Por eso me es importante definir que estamos haciendo en los estudios de masculinidades, los cuales son de reciente inserciòn en la inmensa mayoria de los paises de America Latina.Escribir sobre Masculinidades ignorando todo el pasado feminista me parece un grave error conceptual, que cada dia se propaga màs en grupo de estudios interdiciplinarios, sobre todo en el mundo anglosajon.

Muchos de los congresos o talleres sobre masculinidades empiezan a rechazar o ignorar el legado feminista y le resta importancia como si se tratara de un momento de venganza. Más de una vez he tenido que reaccionar a expresiones misogenas dentro de los mismos, seria lamentable que el esfuerzo a realizar tratando de que el discurso de los Gèneros sirva para construir un dialogo se convierta en lo contrario

Las perspectivas que más están siendo utilizadas por los académicos en los estudios de masculinidades a nivel internacional pueden ser identificadas como:

1-Perspectiva Profeminista :Integrada por los hombres que nos identificamos con el discurso feminista de los años setenta .Esta perspectiva se puede dividir en dos enfoques el liberal y el radical que asume posturas miméticas a la de las feministas .

2- Perspectiva Gay: Defiende los derechos de la comunidad homosexual en contra de la homofóbia, además de incorporar temas de poca comprensión en otros grupos como el travestismo, transexualidad, sadomasoquismo y pornografía

3-Perspectiva Mitopoética: Establece paralelos y oposición a las corrientes del feminismo cultural con el que se identifica .Esta perspectiva sustenta la diferencia sexual como base para la construcción de los géneros.

4-Perspetiva Socialista: Basada en las discusiones sobre las estructuras de poder en la sociedad y su efecto en la misma, apoyan las corrientes del feminismo que identificaron al movimiento de mujeres con la burguesía y su papel divisor para la clase obrera.

5-Persvestiva de los Hombres Afrodesendientes: Analiza los problemas que vinculan los diferentes grupos étnicos y raciales de hombres, y aunque la bibliografía más abundante es sobre las comunidades afroamericanas, ya existen debates sobre latinos, judíos, y de otras comunidades.

6-Perspectiva Evangélico-Cristiana: Opuesta a las ideas del feminismo, rescata los dogmas de las religiones evangélicas –cristiana donde el papel protagónico social lo tendrá el hombre por los designios de Dios.

7-Perspectiva Conservadora: En oposición a las ideas del feminismo, sustenta a través de la biología los roles asignados a los hombres y a las mujeres, identificando todo lo que sea público a los primeros y lo privado a ellas.

8-Perspectiva de los Derechos del Hombre: Plantea con un discurso ambiguo su simpatía hacia el feminismo, pero a la vez refuta su nocividad a la hora de analizar los privilegios masculinos, los cuales critica pero no ayuda a crear una nueva perspectiva.

En Cuba existen pocos grupos de debates sobre el tema de masculinidades, pero ya en la inmensa mayorìa de los eventos dedicados a los Estudios de Gèneros empiezan a ser mas comunes las ponencias, los ultimos eventos organizados por diferentes instituciones acadèmicas y de capacitaciòn asì lo han hecho .

Un ejemplo del trabajo realizado es el taller “Masculinidades y violencia en los jovenes”(2002) con el Proyecto “Maria Luisa Dolz” de la Escuela de Capacitaciòn de la Federaciòn de Mujeres Cubanas “Fe del Valle” dirigido por Marta Casas y los de “Masculinidades y Cultura de Paz”(2000-2001) con la Comisiòn “Gènero y Paz”del Movimiento Cubano por la Paz, coordinado por el autor de este trabajo.

Tambien es justo destacar las investigaciones realizadas desde la sicologìa por los profesores universitarios Patricia Ares (Universidad de la Habana) y Ramòn Rivero (Universidad de Villa Clara “Marta Abreu”), ambas investigaciones estan enfocandas desde la pespertiva de la paternidad.

Los estudios de las masculinidades ya son una realidad para todas las Ciencias Sociales, entonces no ignoremos los importantes aportes realizados por las feministas, no nos equivoquemos otra vez.

Masculinidad en la ruta crítica

En algunos espacios de debate sobre género se malgastan tiempo e ideas sobre el punto de partida, mejor sería poner el ojo en la meta: la equidad del equilibrio. Se habla de feminismo, de violencia contra la mujer, de sexismo, de homofobia, y de virilidad como un ejercicio de poder. ¿Qué significa «transversalizarlo» todo a través del concepto de género?
Para el Dr. en Ciencias Sociales, Julio César González Pagés, profesor de la Cátedra de Estudios de Género de la Universidad de La Habana y Coordinador General de la Red Iberoamericana de Masculinidades, la idea es compleja.
Hoy la masculinidad está en crisis, o al menos al concepto contemporáneo se le señalan demasiados «baches». ¿Cambiarán los paradigmas en dirección contraria?
En el mundo prima la masculinidad hegemónica, con la que los hombres ejercen su poder, otorgada desde la biología, y enraizadas desde la política, las religiones, las normativas sociales y por las costumbres. Y existen las que se dicen «Masculinidades No Hegemónicas», que subyacen entre nosotros los cubanos —una de muchas—, que nos definen como hombre, heterosexual, probablemente citadino, con auto y con poder económico —lo mismo gerente de empresa, que con acceso a CUC por otros medios—, es decir con un estatus de poder que muchos desean tener.
Este modelo es la aspiración de miles de hombres recogida en mis investigaciones y que representa entre los cubanos la masculinidad hegemónica. Si eres heterosexual, pero de origen campesino, o no tienes dinero, también te devalúas, pues te señalan despectivamente como guajiro, «palestino» o «pasma‘o»; si además de todo lo anterior eres homosexual, entonces te devalúas más.
Sin embargo, suele confundirse masculinidad con mal comportamiento, en lugares públicos como los estadios deportivos…
Es que todo tiene un hilo común: la violencia identificada con agresividad, y está asociada con masculinidad, porque ha sido uno de los atributos de los hombres, que se nos critica, pero también se nos exige.
Por ejemplo, las estadísticas indican que, como a los estadios deportivos van más los hombres que las mujeres cualquier síntoma de agresividad con ademanes o gritos, se toma como masculinidad hegemónica, incluso si lo hacen ellas, porque se considera que asumen un estereotipo del machismo, que es una ideología negativa que pudieran padecer...
No tenemos estadísticas que reflejen qué mujeres ven como paradigma este modelo, pero lo cierto es que un sector no despreciable no quiere a hombres sin dinero, porque se les ha educado en la caza de «buenos partidos».
Cuando una mujer promueve un discurso contra los hombres, puede que esté en su derecho, pero igual construye un discurso de inequidad. El problema no es victimizar a las mujeres y reflejar a los hombres como victimarios, así sólo se muestra un fenómeno, pero no se soluciona.
Un hombre para vivir en la equidad no tiene porqué dejar de ser masculino o sentirse viril. El ser humano —mujer u hombre— también tiene una estética y una ideología que debe defender.
Hay que tener coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. Se trata de aprender modelos de masculinidad que no sean hegemónicos ni violentos, es decir qué somos, qué queremos ser. No es desmontar la masculinidad.
Por ese camino, ¿cuánto de reaccionario puede ser un padre que se niegue a aceptar un profesor «amanerado» para su hijo pequeño, en edad en que los maestros se convierten en modelo a imitar?
La respuesta gira en torno a los derechos. Un padre no tiene derecho a negar a un maestro ni a definir la actitud, a menos que ese profesor esté tratando de influir más allá de la educación, porque hay muchas maestras en la educación cubana y no por eso nos preocuparnos por las formas de expresarse de los niños varones.
Lo primero es la actitud ética del profesor, que sabe que su deber es educar y transmitir valores. Tiene también el derecho de asumir la sexualidad que prefiera, pero en el aula debe mantener una actitud neutral.
He visto en muchas escuelas que la música escuchada en el receso es tan agresiva como aquella con el estribillo de «te vo‘a meter un Ditú por la boca», y sin embargo, no cuestionamos a los músicos, ni a los autores de video-clips por miedo a convertirnos en censores.
¿Va la sociedad cubana hacia la coherencia o la tolerancia en el ámbito de la sexualidad y del género?
Vamos hacia las dos cosas, pero la tolerancia es siempre un discurso de aceptación, desde el poder. El camino a construir es el de la convivencia, con toda la diversidad, y en esa construcción hay que ser coherente. La cultura de paz necesita de la cultura del diálogo, más en las diferencias que en las similitudes.

Homosexualidad en Cuba: Tan raros como los demás Por Julio César González Pagés.

Entre las masculinidades que han sido objeto de todo tipo de discriminación, en Cuba, ocupa el primer plano la de los homosexuales. Desde el siglo XVIII, los primeros periódicos de la isla ya estigmatizaban a esta opción sexual. El término de homosexual desde el siglo XIX ha condenado de forma injusta a quienes prefieren variantes sexuales ajenas a la heterosexualidad, opción que si goza de una total aceptación y muchos al asumirla se vanaglorian de su condición de macho hegemónico. Las personas homosexuales serán juzgadas como flojas, débiles, femeninas, amaneradas. Tales atributos denotarán poca confiabilidad para ejercer determinadas profesiones, sobre todo las relacionadas con decisiones de poder. Este comportamiento está generalizado en todas las sociedades latinas, con una fuerte raíz homofóbica.

Un tema tan polémico para el contexto cubano como el de la homosexualidad abre una caja de Pandora que siempre ha estado tapada muy celosamente en la Historia de Cuba, como si no existiera el asunto. Textos como La maldición (1998), escrito por el investigador Víctor Fowler, nos acercaron al asunto desde una perspectiva histórico-literaria. El autor refiere una serie de textos considerados por él fundacionales por corresponder a un período de constitución de nuestra cultura. Entre estos se encuentran los atribuidos al presbítero José Agustín Caballero para el Papel Periódico de la Havana; uno de ellos: “Carta critica del hombre- mujer”, del 10 de abril de 1791, donde se identifica la problemática de la masculinidad con el de la homosexualidad masculina, el texto dice:

“¿Quien podrá contener la risa cuando ve á un hombre barbado gastar la mayor parte de una mañana en peinarse, ataviarse y en ver copiada su hermosura en un espejo, cuál lo practica la Dama mas presumida? (...) A la verdad, yo no sé como hay Mujer que admita á su trato a semejantes avechuchos. Ellos representan el papel de Gallos entre las Mujeres, y de Gallinas entre los Hombres, al paso que de estos merecen la compasión, cuando de aquellas el desprecio”

El filósofo cubano Caballero diseña una masculinidad en la que vincula la feminización de los hombres con problemas contra la patria:

“Pregunto ahora ¿Si se ofreciera defender a la Patria, que tendríamos que esperar en semejantes Ciudadanos o Narcisillos? ¿Podrá decirse que estos tienen alientos para tolerar las intemperies de la Guerra? ¿Como han de ser varones fuertes y esforzados, decía Séneca, los que así ostenta su ánimo mujeril y apocado ?Desengañémonos, el que se cría con música, bailes, regalos y deleites, forzosamente degenera en femeniles costumbres”

Si tenemos en cuenta que estas palabras le son asignadas a uno de nuestros primeros pensadores , constatamos como se está construyendo la masculinidad de una nación en base a exclusiones de aquellos que no cumplan estos requisitos .En la décima con la cual cierra su texto nos advierte el peligro que implica asumir rasgos de feminidad para los hombres :

Infeliz Afeminado
Que merece este nombre
. por que de carácter de Hombre
tu mismo te has degradado
Sigue tu camino errado,
Y juzga como delicia
La más notoria estulticia
Pero no te has de montar,
Si te dicen al pasar
Augur mi Doña Dionisia


Si la feminidad en los hombres implica rechazo, la masculinidad para las mujeres no deja de tener consecuencias lesbofobicas En opinión de la filóloga italiana Analisa Mirizio el vestido masculino es parte del rol sexual y a la par de otros factores, es el producto de un aprendizaje social; que un hombre se vista de hombre es lo normal, más que una mujer lo haga es un ataque a la virilidad masculina y a la moral establecida. Resulta probable que esta opinión prevaleciente determinara que el 17 de febrero de 1822 se abriera un expediente judicial con el título de “Criminales contra Enriqueta Favez por haber andado disfrazada en traje de hombre” que se encuentra ubicado en la actualidad en un fondo del Archivo Nacional de Cuba (ANC). Más allá del caso en sí, que fue de los más escandalosos procesos judiciales sucedidos en Cuba en la primera mitad del siglo XIX, cabe preguntarse ¿qué violaba Enriqueta para ser juzgada? Primero que todo, el espacio público del poder masculino.

Enriqueta Favez fue una médica suiza que instalada en la villa de Baracoa para ejercer la medicina; se atreve a establecer una relación lésbica con una mujer de la zona llamada Juana de León. La lectura del expediente criminal nos habla de varias contradicciones en aquel vínculo inusual, pero lo que nos interesa es el análisis sobre la masculinidad y, sobre todo, cómo en las declaraciones todo el tiempo se juzgaban las características biológicas que definían su no masculinidad. La supuesta esposa engañada declaró que “empezó a espiar sus movimientos hasta que una vez dormida se descuido, pude descubrirle los pechos de una mujer, no como quiera abultados, si no por su configuración dan a conocer que ha alimentado algunas hijos”.

El hecho que una mujer en esta época fuese médica constituía de por sí un delito. Pero además que se atreviera a violar los designios de la iglesia y mantener una relación condenada como antinatural, hicieron del juicio de Enriqueta, representación fiel de un tribunal de la Santa Inquisición al llamarla monstruo, criatura infeliz, y descargar sobre ella todo tipo de improperios. En realidad más que juzgar la situación de víctima- victimario afloraba todo el andamiaje seguido para demostrar la falsa masculinidad de Enriqueta Favez por lo que Juana pide lo siguiente:

que se prestase juramento sobre le sexo e impotencia física del que se nombra Enrique Fabez disponiendo con su merito que se conduzca esa criatura a esta ciudad y a presencia del tribunal sea reconocida por dos facultativos que al efecto lo haga desapropiarse de los vestidos y que cuando se le desvista para deducir lo demás se convenga previa la seguridad con que debe mantenerse en la cárcel publica , hasta que otra cosa se determine conforme a justicia que pido en costos jurando no proceder con malicia y cuando fuera necesario.

El caso no es el único dentro del mundo colonial español. Otros países como Colombia también celebraron juicios por esta causa como es el seguido, en 1745, en Popayán, contra dos mujeres acusadas de sodomía femenina. En la Habana, noventa y tres años después del caso de Enriqueta Fabez, la escritora puertorriqueña Luisa Capetillo fue arrestada por usar “ropas que son solo para hombres”.

En opinión del profesor Rodrigo Andrés los historiadores posestructuralistas han apreciado el hecho de que en diferentes momentos históricos se obtiene diferentes tipos de valoraciones sobre los homosexuales y las lesbianas. Para estas opiniones han sido muy importantes las diferentes prácticas discursivas que no solo las nombran, sino que de hecho las crean. La medicina y su función “higienizadora” de la sociedad fue la causante de muchos de las polémicas hacia la diversidad sexual.

Por ejemplo, en 1875, en Alemania, un médico de apellido Marx, fue uno de los primeros científicos en pedir que se suprimiera del Código Criminal la orientación sexual. Para ello creaba un nuevo termino denominado Urnings el cual refiere como persona de una naturaleza muy particular de género hombre – mujer. De este modo intentaba una justificación médica al fenómeno. Para este científico el tercer género busca “desde la infancia (...)la sociedad y los juegos de las niñas; adultos, se distinguen por su timbre de voz femenina y una gran timidez de carácter Cualquier cosa los abochorna, los asusta y les hace subir la sangre al rostro ; les repugnan todos los ejercicios violentos ; por el contrario, tienen gusto pronunciado por los trabajos de aguja , marcada preferencia por las costumbres de señoritas , las sortijas , las cadenas , las flores y los perfumes . Además manifiestan persistente repugnancia hacia las mujeres, no queriendo tener jamás con ellas contacto sexual”.

La obra fue objeto de la más severa crítica en Cuba por parte del Dr. Luis Montané, el cual la calificó como depravación moral. Durante el Primer Congreso Regional Medico de Cuba en enero de 1890, se mostró particularmente severo acerca de esta investigación:

¿Es esa obra, la de un loco? ¿No es esta, ciertamente, la opinión de Mr Marx, que se considera un sabio, un filósofo humanitario? Pero poco importa después de todo, que sea sabio ó loco; lo que es necesario conservar de su folleto, es que ha sido libremente vendido en Alemania y que en dicho país existe el vergonzoso vicio que nos ocupa.

Más adelante en su intervención el Dr. Montané ofreció detalles sobre una investigación de la homosexualidad en Cuba a partir del estudio de 21 casos –4 europeos y 17 cubanos. Los dividió en activos y pasivos según su conducta en la actividad sexual con el fin de resaltar la feminidad de los mismos. Llegó afirmar que “la prostitución masculina tiene la misma organización que la prostitución femenina (...) destacándose los nombres por los que se conocen La princesa de Asturias, la pasionaria, la Verónica, La Isleñita, Reglana, la camagüeyana, Manuelita, Albertina etc.”

Las descripciones médicas de algunos casos corroboran esta opinión:

“La camagüeyana tiene las nalgas completamente reunidas de modo a formar una masa global (...) , en el caso de Manuelita hemos podido observar el prolápsus de la mucosa , formando dos pequeños labios regulares, reunidos en su parte inferior y recordando clásicamente la vulva de una perra (...) La camagüeyana presentaba el ano cubierto con un paño de tela ordinaria ,probablemente para socorrer la incontinencia de materia fecal –en su afán por lo femenino algunos emplean este sistema con el objeto de simular un periodo menstrual –En la tentativa que hicimos de suspender una punta del paño el individuó dejo de escapar un grito penetrante , desplomándose y pudimos asistir a un ataque clónico de hísterio epilepsia ¡Nada más frecuente que los ataques de nervios en el mundo de los pederastas¡”.

Sabemos que una de las teorías médicas más discriminatoria para las mujeres del siglo XIX, fue la referente al útero histérico. En su planteamiento básico se argumentaba que ellas sufrían de histeria porque no tenían pene. El mismo comportamiento se le asignaba al homosexual hombre como una forma discriminatoria que lo aleja de la posibilidad de ser masculino y varón.

La homofóbia es una actitud vigente aún en la sociedad cubana y al igual que el machismo está arraigada a patrones culturales. El camino para socializar el debate sobre estos temas encontró terreno fértil con el estreno de una de las cintas más célebres del cine cubano. La exhibición de “Fresa y Chocolate “(1993) de los directores Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío, visibilizó a un personaje homosexual hombre, como nacionalista y valiente. Se abrió con ello una polémica a nivel nacional, y el público cubano aceptó con beneplácito el filme.

A partir de entonces, otros productos comunicativos audiovisuales difundidos por la televisión cubana mostraron unas veces de manera tangencial y otras de forma más directa a personajes homosexuales. La nueva tendencia parece haber dejado atrás las contradicciones de los años 60 al 80, cuando una fuerte actitud homofóbica obligó a muchos homosexuales a marcharse del país.

Géneros prófugos: La violencia en los medios de comunicación

Las principales manifestaciones de la violencia son las que ejercen: los hombres sobre mujeres, otros hombres y sobre si mismo. Los medios de comunicación no han estado ajenos a este fenómeno ya que desde ellos se han promovido de forma inconsciente y consiente los estereotipos que marcan esta realidad en la sociedad global, teniendo gran responsabilidad en la construcción de un modelo de masculinidad hegemónica.
Uno de los mitos más habituales que vemos en los medios es el de la masculinidad violenta sustentada desde el consumo de prácticas de riesgos para los hombres, los cuales muchas veces asumirán los comportamientos de los mitos que se les exhibe.

Hoy en día se insiste en la capacidad que tiene la llamada industria cultural para crear nuevos paradigmas de comportamiento que no alejan a hombres y mujeres de inequidades de género y recurren a la violencia como una forma de legitimarse. Desde la música, el deporte y otras manifestaciones se ofrece la idea que la libertad individual debe violentar canones establecidos y uno de ellos es que las mujeres deben parecerse a los hombres en cuanto a su agresividad y violencia.

Estas conductas han llevado en muchos casos a la masculinidad y los hombres a una crisis. Entonces porqué repetir la fórmula que la equidad supone ser miméticos hombres y mujeres. Es útil repasar asimismo la retórica de la libertad en función de nuevos modelos hegemónicos. Cambiemos los paradigmas violentos que funcionan como único patrón posible de comportamiento humano.
La legitimación de la violencia como forma de comportamiento humano ha tenido en el diseño de género un papel fundamental. Por eso cambiar las prácticas discursivas desde los medios es una tarea fundamental que no es ajena al ámbito artístico y sus creadores.
La categoría género no puede ser prófuga de los programas de justicia social donde la cultura y los medios de comunicación son fundamentales. En los tema de violencia el silencio nos hace cómplice.