sábado, 10 de enero de 2009

La mujer en la familia.

Por Yanet González Sotolongo Estudiante de cuarto año de historia de la Universidad de La Habana


La sociedad cubana, como heredera y luego trasmisora de un conjunto de patrones culturales, asumidos como legados de la colonización española y en alguna medida transformados con el devenir de la historia, continúa aún reproduciendo un modelo casi invariable del paradigma de mujer y su desempeño como miembro social. Producto de formar parte de una sociedad eminentemente patriarcal, la mujer terminó siendo construida socialmente para ser una parte complementaria de los hombres.
El triunfo revolucionario, a partir de la institucionalización de una serie de leyes en defensa de los derechos de la mujer, significó para esta el logro de expectativas y anhelos que contribuyeron a obtener su reconocimiento sobre todo en el ámbito laboral. No obstante, persisten aún disímiles prejuicios que continúan disminuyéndola en relación con los hombres dentro de muchos espacios y uno de ellos es la familia. Esta constituye el eje central de la sociedad cubana y sus bases. Su funcionamiento está determinado por todo un conjunto de tradiciones culturales que se reproducen constantemente y que plantean un conjunto de normas a seguir, dónde se ubica al hombre y la mujer en diferentes espacios.
La mentalidad patriarcal se mantiene, representando al esposo cómo el cabeza de familia, al padre cómo figura de respeto, al hombre cómo representante del hogar (“el hombre de la casa”). La mujer perdura hacendosa, entregada al cuidado de los hijos y a la vida casera, y su realización individual queda sujeta a estas prioridades y por tanto, muchas veces insatisfecha. Este constituye un hecho lamentable. Existe un mayor número de hombres realizados en su vida laboral que de mujeres. Ellas, tan bien capacitadas como ellos, tienen muchas más probabilidades de quedar retrasadas, pues arrastran consigo ataduras difíciles de romper y si logran hacerlo, probablemente ante sus propios ojos y ante el resto de la sociedad sean vistas como despreocupadas por su familia y por tanto terminarían cubriendo un área de sus vidas mientras dejarían otra vacía. Así podemos demostrar cómo la realización personal de las mujeres queda muchas veces frenada, pues sobre sus espaldas recae el mayor peso de la atención del hogar. Esto demuestra que a pesar de la legislación de leyes que le permiten permanecer profesionalmente al nivel de los hombres, existe una presión muy fuerte que les dificulta su desarrollo individual a la par de un hombre corriente.
El matrimonio como institución y cómo eje fundamental dentro de la conformación de la familia, desplaza a la mujer y la supedita a su pareja. Esta situación trae consigo consecuencias mucho más graves. La sensación de poder que tienen los hombres dentro del hogar provoca que en el mínimo momento de ver ofendida su hegemonía familiar reaccionen defensivamente, ocasionando la violencia de disímiles formas de los hombres hacia sus esposas, desde las ofensas hasta la agresión física. Esto es un asunto de suma importancia cuando encontramos, en el mejor de los casos, un buen número de divorcios cómo consecuencia de maltratos físicos y en el peor, agresiones a mayor escala. Ante esto la mujer debe ser obediente, ante los gritos no provocar al esposo y así supuestamente tratar de evitar consecuencias mayores. Continúa así reproduciéndose a la mujer dócil y manejable.
La familia constituye el principal núcleo de educación y formación para el desarrollo de los seres humanos en sociedad. Los valores que en ella se conforman serán reproducidos en cadena en el resto de las áreas. Si tenemos en cuenta esto nos encontramos ante la reafirmación de la permanente omisión de la mujer en espacios muy variados, comenzando por su propio hogar, este espacio privado que condiciona el resto.
La destrucción de este modelo de vida significaría un ataque a la conformación del patrón de masculinidad, pues una cosa queda supeditada a la otra. El desempeño de la mujer dentro de la sociedad forma parte de la formación de lo que es entendido por masculinidad. De ahí la necesidad de mantener a la mujer en un sitio predeterminado por el poder de los hombres que termina dejando al margen sus apetencias y decisiones y que provoca situaciones tan diversas como complejas.
Yo utilicé dos de los ejemplos que podríamos relacionar, la degradación de los valores de la mujer a tal punto que conlleva a la violencia doméstica que engendra otra serie de agresiones y la necesidad de mantener a la mujer en el hogar y resaltar sus símbolos hacendosos para ello; lo que provoca un retraso de ésta a nivel profesional y por tanto una insatisfacción para su realización personal. Las mujeres han logrado conquistar muchos espacios, pero otros, como el seno familiar continúa excluyéndolas y este no menos importante que los demás, sino a mi entender uno de los más valiosos espacios, donde la valoración de la mujer debería ganar más terreno y eliminarse toda esa serie de divisiones que la colocan en una posición inferior con respecto a su pareja; para permitirles un desarrollo de vida pleno de acuerdo con sus deseos.

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