miércoles, 16 de mayo de 2012

Masculinidad bésame, bésame mucho



La tendencia de saludarse con  un beso en la mejilla aumenta entre  los  hombres  cubanos sin unificación de criterios en cuanto al origen de la práctica.



Por Junior Smith Rodríguez,
Estudiante de  primer año de Periodismo.
Facultad de Comunicación.
Universidad de la Habana.


Los seres humanos se saludan de diferentes maneras. En casi todo el mundo darse la mano es una forma de mostrar fraternidad y respeto; en Oceanía, por ejemplo, es común frotarse la nariz; los asiáticos evitan  tener contacto físico;  y en algunas regiones de África, como Malawi,  chocar los penes es considerado  cortés. Pero, cuando se trata de besarse, una práctica empleada por los humanos y otras muchas especies animales, hay una extensa serie de discusiones  alrededor del tema.


Muchos sostienen que  mediante un beso, una persona invade el espacio vital de la otra y se queda allí por un segundo. Entonces, puede sentir desde su perfume, su buen o mal aliento, la suavidad o aspereza de la piel de sus mejillas y hasta meter la nariz entre sus cabellos. Otros, basados en  conceptos machistas que por años han estado presentes en sus culturas, plantean que el beso es una práctica destinada solo a las mujeres o a estas con los hombres, nunca entre los hombres con sus congéneres.

Criterios a favor, criterios en contra, el ósculo gana espacio en lo que se cataloga como modernidad, y ha logrado establecerse en sociedades tan disímiles como la italiana, la rusa y la argentina, combatiendo, incluso, cruzadas antibesos en muchos de estos lugares.

  
En Cuba, donde el machismo y los más arcaicos conceptos de masculinidad y virilidad han sobrevivido campañas educacionales y feministas, también llegó el ósculo como forma de saludo y parece que para quedarse.


Es frecuente ver en las calles habaneras e, incluso en pueblos rurales de otras provincias, a jóvenes y no tan jóvenes saludándose cordialmente con un beso. Quizá usted se pregunte: ¿Cómo logró establecerse esta tendencia en una sociedad tan prejuiciada y machista? ¿Será que esta “práctica moderna” está desplazando a los archiconocidos tabúes de masculinidad cubanos? ¿Son los jóvenes de hoy, esos que habitualmente rozan mejillas con labios,  menos “hombres” que los del pasado siglo?


Creo que….


No hay un consenso en cuanto a la procedencia del beso entre los hombres. Algunos asocian esta práctica con saludos religiosos,  otros con comportamientos marginales, y  los más asépticos, con el homosexualismo u «otra de las tantas corrupciones de la contemporaneidad». Lo cierto es que nadie se adjudica la paternidad del beso  entre hombres en la sociedad cubana.

“Estuve muchos años andando con abakuás. Observaba que habitualmente se besaban con sus hermanos de religión y con personas a las que consideraban fuertes amigos. Por la admiración que les tenía y por lo novedoso de la práctica,  comencé a saludar de esa forma. Sin embargo, no puedo asegurar que ellos lo hayan introducido en Cuba”, declara Julio César Cámbara Villa, de 24 años, residente en San Miguel del Padrón.

Fidel Zaldívar Alfonso, abakuá y creyente de otras religiones yorubas, manifiesta que la práctica no proviene su secta. “Lo que pasa es que tenemos saludos secretos que los no practicantes han  intentado descubrir durante años. Que muchos de nosotros se besan entre ellos y a sus amigos, es cierto. Pero se besan como lo hace cualquier persona, no porque sean abakuás”.

Reynaldo Rodríguez Petitón, de 53 años, gastronómico del cabaret Tropicana señala: “Eso es chabacanería y vulgaridad. Los hombres decentes, de buena educación y familia, no usan  este tipo de saludo. A los que se le ve basándose es a esos  jovencitos que se creen guapos y tratan de probarle a todo el mundo que lo son”.

Desmintiendo esta teoría, Caleb Green Naite, de 20 años, residente de San Miguel del Padrón, comenta: “Aquí las personas se besan, sobre todo, por moda. Yo mismo no puedo recordar el día en que  por primera vez saludé a un hombre con un beso en la cara, mas sí puedo decir que lo hice porque otros lo hacían, porque está en «la onda»”.

Una de las razones por las que se cree que esta tendencia se ha disparado es debido al hábito de los jugadores de fútbol de besarse cuando meten un gol o salen de cambio. Esto posiblemente ha hecho aceptable la práctica entre los jóvenes cuyos modelos a seguir son estos deportistas.

Según estudios realizados en el Reino Unido, el 95% de los estudiantes atletas británicos ha besado a otro hombre, circunstancia no tan extraña si tenemos en cuenta que los atletas pasan mucho tiempo juntos en equipos fraternales y se sienten cómodos con sus cuerpos.

 “Esto nada tiene que ver con conductas homosexuales. De hecho, asociar una cosa con la otra es una muestra de homofobia. Nadie es más o menos hombre por besar o no a otra persona”, sentencia Misladys Lara Cuesta, Psicóloga y Máster en Sexología.


Con el ósculo,  las diferencias

Muchos cubanos de viejas generaciones no se identifican con  esa  modalidad saludo entre hombres y se extrañan de la forma en que este se ha expandido entre lo jóvenes.

“En mis tiempos no era así. Yo no se qué ha pasado con las buenas y correctas maneras de saludarse. Antes los hombres se daban la mano,  una forma afable, respetuosa y cordial de saludarse; ahora, están con el besuqueo ese que parecen mujeres. Todo el respeto y la hombría se ha perdido”, apuntó Ernesto Smith Conwell,  de 89 años.

Jorge Chirino, profesor de Filosofía de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de la Habana (UH), comenta: “durante mi infancia mi padre me decía que a los  hombres no solo se les da la mano, sino que se le aprieta, para que vean que están saludando a un hombre. Esto también se ha perdido”.

Quizás dé la impresión de haber unidad de criterios -en este caso, negativos-respecto a la tendencia, pero….  ¿todos están en desacuerdo?

“A mi no me importa lo que digan. ¡Ojalá yo tuviera la edad de ustedes! Si en mi tiempo hubiese todas las libertades que hay ahora,  hiciera lo mismo o más. Nosotros estábamos muy reprimidos y respondíamos a una serie de convencionalidades absurdas que no dejaron a los jóvenes de mi generación disfrutar de la vida o la sexualidad a plenitud”, confiesa Lidia Esther Antúnez Frías, de 85 años.

Teresa Díaz, Socióloga de la UH,  planteó que no se puede obviar que los jóvenes, en la búsqueda de su identidad personal, emplean métodos que pueden ser chocantes para sus antecesores,  pero  estos simplemente los hace semejantes a su época. “Tan insólito puede resultar el beso de hoy como lo fueron los hippies, el uso de lycras, o la furia por los Beatles en su momento”, afirmó la especialista.

Y… ¿qué piensan las chicas actuales del nuevo saludo masculino?

“No soporto ver dos hombres besándose. ¿Qué es eso, por Dios? A mi me gustan los machos, varones, masculinos y los que lo son de verdad no andan por ahí besando otros varones”, opinó Julia Iris Proenza Rodríguez, profesora de Secundaria  Básica, de 21 años.

Mariateresa Chavelis Hernández, estudiante de Periodismo de la UH, reveló que  no  le resulta mal. “Simplemente lo ignoro. No es algo en lo que repare. De hecho…, no me he fijado si mi novio lo hace. Me voy a poner para eso”, aseveró.

 La sinceridad del beso masculino

Los defensores de este tipo de saludo refieren que hay más expresión de afecto y cordialidad en el beso de los hombres que en el de las mujeres. Se basan en que las féminas saludan de esta forma a todo el mundo, conocidos y no;  mientras los varones, solo lo hacen con aquellos a los que consideran grandes amigos o casi familia.

“Al único hombre que yo beso fuera de mi familia es mi mejor amigo. Él y yo hemos pasado las buenas y las malas, estudiamos juntos desde la primaria y lo considero un hermano, dice Yoval Oliva Pablo, de 32 años.

“A mí, en lo particular, no me gusta. Mas, tengo un par de amigos que lo hacen y me da pena requerirlos porque son buenas personas y les tengo aprecio.  Casi se puede decir que me exigen besarlos y accedo porque los quiero mucho. Fuera de ellos no beso a más nadie. ¡La mano para  todo  el mundo!”, manifestó Jorge Irel Calvo Villalón,  de 23 años. 

Roberto Carballo Lovaina, de 22 años, mostró su renuncia total a la tendencia de saludo masculino. “Con un beso Judas Iscariote traicionó a  Jesús, su maestro. Para querer, de verdad, no hace falta tanto baboseo. El beso no demuestra solo afecto, también puede denotar hipocresía o traición”, afirmó.

¿Y si es en la boca?

Si el simple roce de mejillas es capaz de provocar tales polémicas, ¿cuán arriesgado puede ser dar un paso más allá?

Un estudio, también en Reino Unido, dio cuenta de que  gran parte de los adolescentes heterosexuales besan a sus amigos, y a casi nadie le parece insólito. En 145 universidades y escuelas preparatorias británicas se encontró que el 89% de los estudiantes había besado en algún momento a un estudiante heterosexual en los labios. Asimismo, un 37% se había envuelto en besos sostenidos con otro hombre, y ninguno de los consultados se definió como homosexual.

Bryan Taylor Reverón, estudiante de primer año de Ingeniería Industrial en el  Instituto Superior Politécnico José Antonio Echevarría  (CUJAE), confesó haber besado en la boca  a más de un hombre y aún así se considera totalmente heterosexual.

“La primera vez que lo hice  -dijo-, habíamos salido de paseo mi novia, otra pareja de amigos y yo. En un momento de risas y chistes, a mi prometida y su amiga se les ocurrió que resultaría gracioso vernos a nosotros, los varones de las parejas, dándonos un beso en los labios. Nosotros, desprejuiciados totalmente, lo hicimos para complacerlas. Así fue: sin premeditación ni consecuencias sexuales posteriores”.

 “Después de eso, se ha convertido en una práctica común. Lo uso para ganar apuestas, para impresionar a las chicas e, incluso, para enojar a algún amigo al que le doy un beso en los labios sin su previo consentimiento.  No lo hago con cualquier persona, solo con aquellos de cuya  heterosexualidad  estoy seguro y con quienes media una gran confianza”, agregó.

Bryan dice estar convencido de que muchos piensan que él es homosexual, mas asegura no importarle. “Soy tan hombre como cualquiera y  puedo besar a mis amigos en la boca sin cuestionarme, para nada, mi orientación sexual”, concluye.


Besando al machismo

Al parecer, esta arista del asunto no es muy bien vista a través del tamiz del machismo cubano, que afecta hasta las personas que supuestamente están más alejadas de él. 

“Soy homosexual y ya había besado en los labios a varios hombres cuando vi, por primera vez, a dos de ellos besándose. Para mi fue una experiencia muy desagradable, sentí asco, repulsión. Después me acostumbré, pero no he podido olvidar aquella experiencia”, manifestó un joven de 27 años, en condición de anonimato.

Entonces, ¿son menos machistas o están más alejados de los preceptos masculinos de nuestra sociedad aquellos que se besan en el rostro?

Julio César González Pagés, Doctor en ciencias históricas y coordinador de las Red Iberoamericana y Africana  de Masculinidades,  sentenció  que esos mismos hombres que con suma naturalidad se besan en la mejilla, son los que al llegar a sus casas incurren todavía en actos tan deplorables del machismo como el abuso físico y verbal de sus esposas,   los responsables de que el 97 por ciento de las mujeres cubanas haya sido, en algún momento, víctima de una agresión por parte de un masturbador en las calles.

“Los hombres no son menos machistas porque se besen. Muestra de ello es que esa práctica fue símbolo, por muchos años, de sociedades tales  como las mafias italianas, donde no permitían la entrada a mujeres. En Cuba, continúan en los jóvenes los prejuicios que había 30 años atrás, solo que han sufrido cambios que en realidad no son profundos, sino que se quedan en la epidermis de la sociedad”, acotó el también  autor del libro Macho, varón, masculino.Estudios de Masculinidades en Cuba

 “Somos igual de machistas, pero con otra forma de socialización. El machismo en nuestro país  vive y sobrevive con una salud envidiable y lo hará, por lo menos, por 100 años más”, concluyó.

Teresa Díaz, especialista en ética y pensamiento feminista, comenta que de todas las formas vistas, esta práctica muestra una feminización del pensamiento de los jóvenes cubanos.

“Al hombre cubano le hace falta feminizarse aun más. Y no tiene nada que ver con formas de vestir  u orientaciones sexuales, sino que está relacionado con la manera de pensar, la actitud ante la cría y la atención de los hijos, las responsabilidades con el hogar y la familia. Esta tendencia apunta hacia un desarrollo en este sentido, aunque sea  muy lento”, aseveró Díaz.




 El futuro del beso

Sin un consenso sobre el origen de esta práctica y su forma de evidenciarse en nuestra sociedad, no se sabe cuál será la forma en que se saluden las venideras generaciones de cubanos.   

De 50 jóvenes interrogados para este trabajo, que practican habitualmente esta forma de saludo, 47  afirmaron que le enseñarían a sus hijos lo que es “normal”: «a los hombres se le da la mano». Solo  tres  dijeron que les mostrarían las dos opciones y les dejarían que escogieran lo que consideraran mejor.

Este sondeo de opinión muestra que más allá de lo aparentemente moderno del pensamiento  y lo alejado de convencionalismos  y prejuicios que están   los jóvenes que se topan las mejillas,  las raíces del machismo y los conceptos de virilidad y masculinidad, supuestamente enterrados en un distante pasado, se hallan aun muy arraigados en la vida  e ideología de los cubanos.

 “No, no. A mi chama yo le digo que a los hombres: la mano, por supuesto. El besito es para las hembras. No se le puede dar libertad porque después se te desvía. Yo sí lo puedo hacer y él, cuando sea grande y sepa diferenciar lo bueno de lo malo, si quiere que lo haga, pero que no sea porque yo se lo enseñé”, expresó Julio César Cámbara Villa.

Entonces, ¿haz lo que yo digo y no lo que hago?.... ¿Usted qué decide: el beso o la mano?

Un hombre viejo en el mar: Hemingway y su visión de la masculinidad





Por Yonnier Angulo Rodríguez

El hombre puede ser destruido, pero no derrotado. Esta frase tan viril y patriarcal, pertenece a una de las obras más leídas y elogiadas de la historia de la literatura universal. La novela El viejo y el Mar del escritor norteamericano Ernest Hemingway, premio Nobel de Literatura en el año 1954, además de contar con innumerables valores literarios posee un conjunto de significados y valores relacionados con el género y la masculinidad.

Mucho se ha debatido en los últimos años acerca de la producción y reproducción de lo que se ha denominado género en los diferentes espacios y ámbitos que conforman las sociedades actuales. Construcciones socio-culturales basadas en el sexo que se posee y la cultura donde se vive, que se han legitimado o cuestionado, ya sea desde la familia, la educación, instituciones del Estado, la cultura, las ciencias sociales, los medios de comunicación, el deporte; es decir, en todas las esferas donde hombres y mujeres socializan generalmente mediante relaciones de poder y hegemonía.

Con el movimiento feminista de los años setenta del pasado siglo, comienza a gestarse en el ámbito académico una teoría para visualizar y luego revertir todas las desigualdades entre hombres y mujeres producto de la construcción de la feminidad y la masculinidad. En muchas disciplinas de las ciencias sociales, lideradas por estudiosas feministas, se promovieron investigaciones con disímiles metodologías y enfoques. En este sentido, dentro de la literatura también se incentivó la introducción de un enfoque de género en los análisis.

La crítica literaria feminista se encargó entonces de descifrar códigos en una determinada lectura: los valores, significados y símbolos relacionados al género que promueven la desigualdad y las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Esta corriente lo que perseguía, entre otras cosas, era desmitificar, decodificar, corregir y modificar las teorías masculinas, es decir, iniciaban los estudios de diferentes obras desde una perspectiva feminista. Las discusiones a que han dado las propuestas teóricas, en cuanto al uso de conceptos y en cuanto a las diferentes tomas de posición representadas por diferentes enfoques sobre, en última instancia, la razón de ser del feminismo, así como los trabajos dedicados a escritoras, obras o periodos concretos, constituyen ya una enorme y heterogénea masa crítica literaria feminista. (Olivares, 1997, p.11)

Igualmente hacia finales de los años setenta y principios de los ochenta, comenzaron a desarrollarse en el ámbito académico los estudios de masculinidades, encabezados por disciplinas como la antropología, la historia, la sociología, psicología y la literatura, para estudiar y explicar la construcción y diversidad de las masculinidades.

Teniendo en cuenta que si bien en los estudios de género y dentro de estos su variante en el ámbito de la literatura, fue necesario visibilizar la discriminación sufrida por las mujeres tanto como autoras o lectoras, creo que es importante además analizar la producción de los escritores hombres con un enfoque de género y desmitificar tantos valores asociados al patriarcado y por ende la desvalorización de las mujeres, presentes en muchas obras de la literatura universal. 

En la crítica literaria feminista la categoría Género sirvió para fundamentar la idea de que la literatura escrita por mujeres y sus interpretaciones estaban marcadas por su sexo. De igual forma, la de Masculinidad permite visualizar cómo el autor de una determinada obra reproduce sus concepciones e idealizaciones vinculadas a la identidad, creencias, estereotipos, roles, en fin, cómo advierte su propia masculinidad. La novela El viejo y el mar precisamente refleja la manera que su autor entendía cómo debían ser y actuar los hombres, es decir, cómo se describía a sí mismo y a su masculinidad.

Esta obra narra la saga de un pescador en el mar, en un afán por conquistar o vencer a la naturaleza, en este caso representada por un pez aguja. El personaje protagónico, Santiago, encarna el significado de masculinidad interiorizado por el autor. Es un hombre que se siente derrotado, relegado, por no tener la capacidad de pescar como antes, debido a su edad y deterioro, y siempre es alentado por un joven que siente lástima por el infortunado pescador.

Santiago tiene el prototipo del varón rudo, que no le teme a las inclemencias del mar, de la naturaleza, que se expone a disímiles riesgos constantemente, peligros que forman parte de su empleo. Es un hombre que tiene pocos cuidados de sí mismo. La masculinidad hegemónica en los hombres se construye sobre el ideal del varón “fuerte”, “inquebrantable”, sin temores a meros problemas de enfermedad, que debe enfrentarse constantemente a situaciones de alto riesgo, aunque su salud esté en juego.

El resultado del modelo hegemónico masculino ha llevado a los hombres a creer que la salud es un asunto exclusivo de las mujeres, quienes son las que deben preocuparse por cuidarse ante cualquier malestar (…) Las exigencias que tienen los hombres, desde el ideal varón-héroe, los presentan relacionados con conductas de alto riesgo. Un héroe- varón debe enfrentar todos los obstáculos, aunque su salud esté en juego. (González Pagés, 2006, p.81)

Lo importante es reafirmar su hombría. Estudios realizados reflejan que los hombres ante esta actitud también tienen mayor probabilidad de morir ante accidentes relacionados a esta concepción y aprendizaje de ser y actuar como hombres.

Consecuencia de su decadencia en el ejercicio de la pesca, el protagonista no tiene la aprobación de los otros pescadores, y esto es algo muy significativo, ya que los hombres necesitan ser aprobados socialmente entre ellos para legitimar su masculinidad. Esto se puede apreciar cuando entra a un bar de su pueblo y otros pescadores se burlan de él. La masculinidad es una aprobación homosocial. Nos probamos, ejecutamos actos heroicos, tomamos riesgos enormes, todo porque queremos que otros hombres admitan nuestra virilidad. (Kimmel, 1997, p.55)

Como parte de esta construcción de una masculinidad hegemónica, no expresaba ningún síntoma de debilidad ni necesidad de ayuda. En la novela, el viejo pescador mantiene una relación de amistad con un joven, quien lo auxilia pero teniendo la delicadeza de no quebrantar su “orgullo masculino”. Este vínculo se teje sin ningún tipo de intimidad, ya que a los hombres -considerados “seres racionales”- no se les enseña a ser íntimos entre ellos. A pesar de que sintiera mucho afecto por el joven, sus conversaciones se reducen a temas típicamente “masculinos”, como la pesca o el béisbol, asuntos que tradicionalmente han estado presentes en los procesos de socialización de los hombres.

Según el investigador en temas de masculinidades y filósofo Víctor Seidler, la masculinidad, en contraposición a la feminidad, en las sociedades occidentales se ha conformado hasta la actualidad bajo los preceptos de la racionalidad, contrario a la feminidad, relacionada a las emociones y los sentimientos, y por tanto, son características devaluadas socialmente, contribuyendo a la subordinación de las mujeres a los hombres. (Seidler, 2000)

No intimar está estrechamente relacionado en cómo se conforman los modelos actuales de la masculinidad, y en el caso de la novela se puede advertir claramente que su autor reproduce en ella estos valores y concepciones.

Desde el punto de vista del lenguaje utilizado, en la obra se reflejan aspectos relacionados con un sexismo, marcado no sólo por la utilización de la o el, sino porque dentro de algunas expresiones hay implícita una carga importante de discriminación y subordinación a todo lo relacionado con lo femenino.  

En la obra se hace alusión al término El Mar y La Mar utilizado por los pescadores, planteándose que la primera forma de referirse al océano en masculino es realizada por los más jóvenes, quienes lo hacen pensando en un contendiente o enemigo al cual hay que extraerle sus riquezas. Esto tiene que ver con la rivalidad y competencia presente en los preceptos de la masculinidad. Los hombres siempre tienen la obligación de imponerse a otros hombres para demostrar superioridad.

Por otro lado, los hombres adultos se referían en femenino, aludiendo que La Mar personificaba a las mujeres, que te podían negar o conceder favores, que hacía cosas perversas o maravillosas porque no podía evitarlo. En este caso lo que se intenta es estereotipar y disminuir a las mujeres y vincularlas con la naturaleza.

Parte de lo que en un inicio las estudiosas feministas visibilizaron (Ortner, 1979), fue que históricamente el género se ha construido desde el supuesto de que las mujeres están vinculadas con la naturaleza y los hombres con la cultura. Estas atribuciones tenían la intención de otorgarles un poder a los hombres, ya que sería la cultura la encargada de dominar a la naturaleza, de modificarla. Hemingway reproduce entonces en la novela estos valores que luego en los años setenta desentrañarían  las feministas.

Un día el pescador sale a su faena cotidiana, teniendo la esperanza, un tanto disipada, de tener un buen resultado en la jornada de trabajo. Tras largas horas de intentar obtener algo provechoso, un enorme pez Aguja cae en su anzuelo. A partir de este momento, el pescador desarrollará una batalla campal contra el pez, en parte por sumar dividendos económicos. Sin embargo, detrás de su objetivo monetario, también se encuentran algunos elementos relacionados con la forma en que él mismo concibe su masculinidad.

Es decir, no dejarse vencer por la naturaleza (el pez), representa para él mantener viva su virilidad y hombría, tanto por su capacidad e integridad física, la competitividad y aprobación de otros pescadores, en fin, por elevar el estandarte de la masculinidad y el poder social otorgado:

Aguantad firmes, piernas. No me falles, cabeza. No me falles. Nunca te has dejado llevar. Esta vez voy a virarlo

Pez -dijo el viejo-. Pez, vas a tener que morir de todos modos. ¿Tienes que matarme también a mí?

Me estás matando, pez -pensó el viejo-. Pero tienes derecho. Hermano, jamás en mi vida he visto cosa más grande, ni más hermosa, ni más tranquila, ni más noble que tú. Vamos, ven a matarme. No me importa quién mate a quién.
(Hemingway, 2002)


En el transcurso de la epopeya, constantemente el hombre se prueba a sí mismo y a pesar de que siente lástima por su presa, no cesa en su empeño. Finalmente logra su cometido y vence a su oponente, tras una campal y peligrosa batalla mar adentro. Pero otros factores incidirán en que su triunfo no llegue íntegro a su destino, ya que numerosos tiburones deshacen a su pez hasta dejarlo casi en el espinazo. No obstante, el viejo pescador hará todo lo posible por enfrentarse a  sus oponentes, y volverá a batallar hasta el cansancio.

Esta actitud dice mucho de las intenciones del autor de reflejar su percepción de cómo debe ser y actuar un hombre, de todos los valores que un varón debe detentar para ser realmente considerado un miembro ilustre de su condición de género. Aunque el pescador perdiera la vida en el acto, lo más importante era conservar lo que supuestamente por “naturaleza” le había sido concedido, que es su masculinidad. La muerte es también un desafío, y cada desafío en el universo masculino ofrece al hombre una oportunidad para probarse, y al mismo tiempo, probar su masculinidad. (Fachel Leal, 1997, p.119)

El hecho de que se enfrentara a varios tiburones con métodos casi suicidas, pone al descubierto todo un conjunto de significados vinculados a la masculinidad hegemónica. La frase que en el inicio se expuso resulta muy ilustrativa y resume lo hasta aquí presentado: el hombre puede ser destruido, pero no derrotado. Estas actitudes de riesgo son una  de las formas en que los hombres demuestran su virilidad, revirtiéndose contra ellos mismos violentamente.

Al final de la novela, el protagonista llega a su destino con una reducida porción de su pesca debido a los ataques de los tiburones. Sin embargo, logra su objetivo principal, que los habitantes de su pueblo, y especialmente los pescadores, apreciaran su valor como hombre y pescador, y así, resaltar su masculinidad.
A manera de resumen, gracias al movimiento feminista y la teoría de género, que brinda herramientas y metodologías para visibilizar y erradicar las desigualdades sociales entre los sexos, hoy podemos comprender muchos significados y construcciones que son dañinas tanto para hombres como para mujeres, y así crear relaciones más equitativas entre ambos. Esto llevado a diferentes ámbitos como la literatura, nos permite además deconstruir muchos mitos acerca de la masculinidad presentes en obras que trasmiten valores patriarcales y sexistas que en la actualidad se intentan revertir desde la academia y el activismo.





Bibliografía consultada

Connell, R.W. “La organización social de la masculinidad”. En: Olavarría, J. y Valdés, T. (comp.). Masculinidad/es: poder y crisis. Santiago de Chile: Isis Internacional, p. 32-48, 1997.

Fachel Leal, Ondina. “Suicidio y honor en la cultura gaucha”. En: Olavarría, J. y Valdés, T. (comp.). Masculinidad/es: poder y crisis. Santiago de Chile: Isis Internacional, p.113-125, 1997.

González Pagés, Julio César. Masculinidades en Movimiento. Red Iberoamericana de Masculinidades (http. www.redmasculinidades.com), 2009.

Hemingway, Ernest. El viejo y el mar. La Habana: Instituto Cubano del Libro, 2002.

Kimmel, Michael. “Homofobia, temor, vergüenza y silencio en la identidad masculina”. En: Olavarría, J. y 

Valdés, T. (comp.). Masculinidad/es: poder y crisis. Santiago de Chile: Isis Internacional, p. 49-61, 1997.

Olivares, Cecilia. Glosario de términos de crítica literaria feminista. México D.F.: El Colegio de México, 1997.

Ortner, Sherry. ¿Es la mujer con rspecto al hombre lo que la naturaleza con rsepcto a la cultura? En: Olivia 
Harris y Kate Young (comp.) Antropologia y Feminismo. Barcelona: Anagrama, p.109-129, 1979.

Seidler, Víctor. La Sinrazón Masculina. Masculinidad y Teoría social. Editorial Paidós: México D.F, 2000.


lunes, 7 de mayo de 2012

Violencia y deporte: Competitividad, ¿patente de corso?






Por Dixie Edith


La Habana, mayo (Especial de SEMlac).- Bates o pelotas lanzados contra el jugador contrario, discusiones entre árbitros y deportistas que terminan en riñas tumultuarias, golpes y ofensas son hechos cada vez más cotidianos en los espectáculos deportivos en Cuba, aseguran especialistas y observadores.



Aunque en la isla se reportan escenas de ese tipo desde los orígenes de las diversas competiciones, "hoy vivimos una de las etapas más violentas en la historia del deporte cubano", asegura el doctor Félix Julio Alfonso, historiador y profesor de la Universidad de La Habana, quien se ha dedicado a investigar sobre el tema.

Los hechos dan la razón a Alfonso. Así, la muy reciente reacción violenta del pelotero Carlos Tabares, la pasada semana, durante el último juego de la subserie entre el capitalino equipo Industriales y el de la central provincia de Cienfuegos, en el play off de la actual serie beisbolera, no es solo un hecho aislado.

Tabares, uno de los bateadores de mayor puntería del equipo capitalino, tiró la pelota con manifiesta violencia contra el césped, tras recibir un pelotazo no intencional por parte del pitcher cienfueguero, en uno de sus lanzamientos. La actitud desconcertó al resto de los jugadores y los comentaristas del partido. Pero le anteceden casos más lamentables.

Aún se recuerda la pelea ocurrida en 2006, en el Estadio Latinoamericano, durante un juego entre el propio equipo de Industriales y el de la oriental Santiago de Cuba, que terminó con el público volcado al terreno en medio de puñetazos.

Unos meses antes, otra "bronca" (discusión acalorada) entre jugadores de Matanzas (unos 200 kilómetros al este de La Habana) y capitalinos, en la Liga Superior de Baloncesto, incluyó a varios aficionados y motivó la suspensión de dos jugadores. Esta vez el escenario fue la Sala Polivalente "Ramón Fonst", en La Habana.

Cifras recopiladas por investigadores cubanos, integrantes de la Red Iberoamericana y Africana de Masculinidades (RIAM), confirman que la situación es crítica. Solo en el béisbol, hasta el inicio de la actual serie nacional, la número 51, el pasado noviembre, se reportaban 50 deportistas y 26 directivos expulsados del juego.

Julio César González Pagés, investigador y coordinador general de la RIAM, estima que en lo que va de la actual serie esos números han sido sobrepasados y pueden estar en el orden de los 51 jugadores y 31 técnicos.

En otro escenario que pudiera parecer más benigno, los juegos universitarios Caribe que cada año se celebran en la Universidad de La Habana, las agresiones también han ido en ascenso.

"Violencia estábamos acostumbrados a ver, pero este año fue peor", aseguró Alexis Carmona, estudiante de Licenciatura en Historia, futbolista y también integrante de la RIAM, durante la Segunda Jornada Cubana de Estudios de las Masculinidades, celebrada el pasado 18 de abril en La Habana. "El terreno se ha vuelto como un verdadero coliseo romano", afirmó.

Herencia cultural

Salvo excepciones, la mayoría de quienes se involucran en las prácticas violentas son hombres. "¿Por qué?", se preguntó en un pequeño audiovisual sobre el tema Enmanuel George
López, futuro historiador que ha asumido la violencia en los predios deportivos como línea de investigación.

Más allá del deporte, en los orígenes de cualquier tipo de violencia siempre hay una relación de poder, coinciden especialistas. Este tipo de comportamientos se perpetúa desde la cultura y forma parte del proceso de construcción de lo que es ser hombre en nuestras sociedades, marcadas por una fuerte tradición machista, agregan.

De la mano de las herencias y los aprendizajes transmitidos por la familia y el contexto social, el maltrato llega a convertirse "en requisito indispensable para competir, para ser fuertes y activos, para detentar un poder", aseveran González Pagés y Daniel Alejandro Fernández González, profesor del Departamento de Estudios Cubanos del Instituto Superior de Arte, en el artículo "Masculinidad y violencia: aproximaciones desde el universo del deporte".
 
Para Ernesto Pérez Zambrano, también estudioso del tema de las masculinidades e integrante de la RIAM, los factores que provocan o condicionan la violencia dentro del deporte son múltiples y pueden entenderse de distinta manera, según el contexto y la coyuntura.

"Pero es determinante la exacerbación de la competitividad por motivos que van más allá del deporte mismo, como la conducta agresiva de algunos hombres educados para dominar a otros, los regionalismos, las etnias, el género y la exigencia social sobre algunos deportistas", explicó a SEMlac.

"Muchas veces confundimos los deseos, el empeño y las ganas de vencer con el uso de la violencia. Creemos que entre las posibles llaves para el triunfo están las de agredir e infligir temor con acciones nada justificadas", agregó George López, quien también forma parte de la RIAM.

Asunto de muchas caras

El profesor José Fernández, docente de Sociología del Deporte en la Universidad de las Ciencias del Deporte, coincide con George en que el espíritu competitivo que acompaña al deporte no puede ser patente de corso para la violencia.

"Hay que diferenciar violencia de competitividad. La violencia es la anulación del otro; el no reconocer a la persona frente a mí", explicó durante los ya citados debates de la Segunda Jornada de Estudios sobre Masculinidades.

Sin embargo, Leonel Duarte, estudiante de la carrera de Lenguas Extranjeras en la Universidad de la Habana e integrante de la selección nacional de Futbol de Cuba, ha detallado que, lamentablemente, la agresividad en el deporte se enseña desde las categorías infantiles.

"El entrenador te inculca que hay que ganar. Eso es lo más importante; no importa a qué costo. La mayoría de los entrenadores enseñan a agredir", comentó el atleta que este año se incorporó a la campaña por la No Violencia que desarrolla la RIAM.
Para el doctor Alfonso, la permisividad con que muchas veces se enfrentan estas manifestaciones de violencia no ayuda a prevenirlas y erradicarlas.

"En la década del veinte del pasado siglo un jugador mató de un batazo a otro durante un partido de béisbol. El agresor fue juzgado con la pena máxima", contó durante el encuentro.

"¿Por qué actualmente los deportistas que cometen actos de agresión o escándalo público no pueden ser juzgados por autoridades, si esos hechos constituyen delitos?", se preguntó.
Pérez Zambrano, por su parte, vuelve la vista a otros actores del entramado social. "Los medios de comunicación tienen parte de responsabilidad, sobre todo por la manera en que refuerzan ciertos rasgos del carácter patriarcal y agresivo de la competencia deportiva", comentó a SEMlac.

"La poca o nula utilización de esos mismos medios para el trabajo de prevención de la violencia, durante los eventos deportivos, deja margen a las actitudes agresivas de aficionados, fanáticos y deportistas", agregó.

Por otra parte, Duarte defiende la urgencia de dejar en claro a los jugadores, pero también a cualquier persona que tenga que ver con los espacios deportivos, que el deporte es una competencia, "pero no para batirse a muerte", dice. "Nada justifica agredir al compañero, al contrario", recalcó.