sábado, 28 de febrero de 2009

¿Dónde están las JoJazz cubanas?

por: Ernesto Díaz Calderín.

Hace 10 años se creó un festival con el propósito de que los jóvenes cubanos amantes del jazz tuvieran su espacio y recrearan su imaginación. El JoJazz es un concurso donde intervienen los jóvenes provenientes de las escuelas de formación artística y los conservatorios de música.

El tema que me convoca a escribir del evento es la poca participación de las mujeres de forma general y la ausencia en las jornadas de concurso. Salvo la presencia de la joven talento Camila, que compartió premio en la pasada edición con el pianista Jorge Luis Pacheco, la intérprete del saxofón barítono, la flautista y la percusionista, integrantes de la jazz band, así como otra cantante que se presentó en la gala inaugural y una joven que participó de acompañante en la jornada de composición, no hubo más presencia femenina.

Este hecho me llama poderosamente la atención, si tenemos en cuenta que en ediciones pasadas se ha contado con la participación de muchachas con mucho talento provenientes de las escuelas de formación artística. Es el caso de Yipsi, una joven drumer, premiada en festivales anteriores y que demostró que podía brillar con luz propia en ese instrumento. Está también la vibrafonista Tamara Castañeda, ganadora en los concursos celebrados en años anteriores. Está el caso del cuarteto de voces que según el criterio de Chucho Valdés, es el mejor que ha existido en Cuba en los últimos 30 años, me refiero a Sexto Sentido.

La celebración del JoJazz, coincidió con la jornada internacional en pro de los derechos de la mujer y durante esos días en Cuba tuvieron lugar seminarios, conferencias y debates acerca de la teoría de género y la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres en nuestro país. Me resulta contradictorio que a pesar de ese discurso en una manifestación artística como el jazz se note tanto la ausencia de talentos femeninos que realmente existen en nuestra isla. Pretender explicar aquí las razones sería entrar en el campo de la especulación y no es el propósito de este comentario.

Podría verse como un fenómeno aislado y podría ser incluso resultado de las casualidades. En el medio del evento me encontré con un joven músico y quise conocer su opinión al respecto. El joven me explica que no es costumbre que las mujeres participen en los concursos como competidoras, durante el tiempo que él lleva estudiando en el conservatorio nunca ha visto un movimiento masivo de las mujeres por abrirse camino en estas citas competitivas. Este muchacho no mostró ninguna preocupación por el tema, al contrario, respondió sin ningún problema: “es normal que no participen”.

Reacciones como estas son frecuentes a la hora de evaluar la actuación de la mujer en cualquier ámbito tradicionalmente asociado al hombre, la música y en este caso el jazz no están ajenos a este fenómeno.

Resulta frecuente que a la hora de hacer mención de las máximas figuras del jazz en Cuba, salen a relucir músicos que demostraron su capacidad interpretativa y que revolucionaron el jazz en nuestra isla, adaptando las diferentes influencias musicales del exterior a la música cubana.

Ellos representan el motor impulsor para las nuevas generaciones que siguen sus pasos artísticos e interpretan sus obras. Por lo general esas grandes personalidades del jazz han sido hombres.

En Cuba, en la actualidad, se pueden citar pocos ejemplos de la presencia femenina en el jazz, Bellita y su jazz tumbata, la agrupación Las Canelas. Estas agrupaciones, si bien son las más reconocidas, tampoco cuentan con la promoción requerida por parte de nuestros medios de comunicación masiva, la radio y la televisión.

Reconocer a la mujer no implica necesariamente el desplazamiento social del hombre, es reconocer los agentes activos de la sociedad, es apostar por un futuro que incluya tanto a hombres como a mujeres, donde la música sea un espacio de socialización y “la música de los músicos”, como se ha denominado al jazz, sea practicada por hombres y mujeres por igual. Sugiero que el talento musical tenga la última palabra, sin distinción de sexo.

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