viernes, 6 de junio de 2008

“Canarias en movimiento: masculinizando su migración en Cuba (1902-1932)”

Autor: Lic. Dayron Oliva Hernández

El advenimiento del siglo XX simbolizó para Cuba la aparición de una nueva realidad histórica, la instauración de una nación independiente. La fundación de la República en el año 1902, delinea un mundo complejo y contradictorio, donde se entremezclan discursos, proyectos e intereses, los cuales influyen en la manera en que se construiría la sociedad cubana.

El inicio republicano estuvo supeditado a las graves consecuencias de la guerra independentista de fines del siglo anterior. La economía, sobre todo su principal renglón impulsor la industria azucarera, y el conjunto demográfico cubano se encontraban entre los indicadores más gravemente afectados[1]. Ello significaba para la consecución de los distintos gobiernos republicados, enmarcados dentro de los veinte primeros años del siglo XX, la presencia de condiciones desfavorables para el futuro desarrollo socioeconómico y político de la nación cubana. En este sentido, con el fin de superar las secuelas señaladas y encauzar a la República, se estableció como práctica gubernamental dentro de los programas presidenciales de ese periodo, una “prioritaria” política migratoria; donde, además, se priorizaba la necesidad de fomentar una población rural y agrícola capaz de asumir el crecimiento de la industria agroazucarera.

Sin embargo, en este proceso a favor de convertir a Cuba en un país de inmigraciones, intervinieron decididamente elementos de la llamada “alta cultura blanca” (oligarcas azucareros, intelectuales, entre otros), los que desde las ciencias médicas, la antropología y sus respectivas ideologías en torno a las razas, al calor de la ampliamente difundida eugenesia[2], defendieron y proyectaron un discurso en aras de “blanquear” y de un “mejoramiento racial” de la población cubana, partiendo de la introducción de poblaciones europeas, hispanas y específicamente canarias. De este modo, a su vez, se legitimaría como parte de una práctica discursiva de orden, un modelo masculino de inmigrante deseable, el cual, tributaba a una anhelada personificación de la nacionalidad cubana: hombre blanco, de constitución fuerte y aclimatable.

Asimismo, detrás de toda esta estrategia migratoria, podemos encontrar la intención de constituir un prototipo masculino que llevase adelante la industria agroazucarera, y un arquetipo femenino competente para “engendrar” familias “blancas” y “fuertes” en las zonas rurales, cumpliendo así con las demandas demográficas.

Dentro de este contexto, es que se inserta la migración isleña[3]. Sin lugar a dudas, la población canaria sería una de las más solicitadas por la sociedad antillana: similitud cultural, tradición histórica[4] y patriarcal, al igual que su dedicación a la agricultura, fueron de los múltiples motivos en su beneficio. De esta forma, se instituía, por el número de personas que implicó, en una de las migraciones hispanas más importantes de la época. Para tener una idea del volumen de esta migración, el periodista y líder comunitario canario Cayetano Bethencourt, radicado en el archipiélago cubano, publicó el artículo “Los canarios en Cuba: divagaciones inmigratorias” durante el año de 1915, en uno de los principales rotativos de los isleños, la Revista Islas Canarias, donde brindaba una serie de estadísticas al respecto. A partir del censo de 1908, aseguraba Cayetano Bethencourt, la presencia de un total de 94 mil habitantes canarios, mientras que para 1915, estimaba aproximadamente la suma de 120 mil en suelo cubano[5].

La combinación entre una variada causalidad, el contexto histórico y los factores socioeconómicos y políticos, tanto en Cuba como en Canarias, coadyuvaron a una masiva introducción del conjunto canario. La propia caracterización de la oleada isleña se configuraría sobre la base de la compleja relación migratoria. Por lo general, la tipología fue familiar o individual; la inserción se encaminó fundamentalmente hacia las zonas rurales, destacándose en los trabajos agrícolas como el cultivo del tabaco y de la caña de azúcar; hubo una superioridad cuantitativa y cualitativa de los hombres sobre las mujeres; y, las capas sociales que protagonizaron la migración provenían de la esfera agrícola canario.

Proyectando el género: la migración se masculiniza

El proceso migratorio isleño gozaba de la bendición de las distintas administraciones gubernamentales, de un sector de las clases económicas determinantes y de una parte considerable de la intelectualidad. Tanto el color de la piel como la condición social de la población canaria, satisfacían las intenciones económicas, demográficas y raciales cubanas. La idea de fomentar una población rural y agrícola, sería llevada a cabo precisamente a partir de las familias canarias; donde, a su vez, se identificaba al hombre canario con ese modelo masculino que efectuaría, sobre sus manos y hombros, el desarrollo agroazucarero, mientras a la mujer se asociaba a ese modelo femenino de la reproducción familiar, para que así contribuyera al crecimiento de la población rural cubana.

Durante el año de 1906, el Dr. Federico Córdova, quien fungía como el secretario de los Comités Seccionales de Protección al Inmigrante, defendió ante el Estado cubano la promoción de la inmigración con familias canarias. Este reclamo se sustentaba en que “era la mejor por su capacidad de aclimatación y resistencia para el trabajo de nuestros campos, y además porque favorecía la bondad de los [6].

El 4 de noviembre de 1915, en el relevante periódico cubano “La Discusión”, apareció el artículo “Inmigración: preferencia por los canarios”, en él se expresaba: “(…) una serie de razones atendibles abonan la conveniencia de estimular con especialidad la inmigración de los hijos de las Afortunadas. Por su clima análogo al nuestro, por la similitud de cultivos, se adapta mejor el canario en Cuba que ningún otro forastero. Como es poco aficionado al comercio, la industria y el servicio doméstico, apenas llega se traslada al campo dedicándose a las labores campesinas. Procedentes de un país esencialmente agrícola, los isleños aquí se alejan de las ciudades (…) –más adelante continuaban- El isleño es recio de constitución física, laborioso y se aparta de las luchas políticas locales rechazando las propagandas ácratas”[7].

De igual manera, en una carta enviada durante el año de 1916, por el entonces presidente de la República Gral. Mario García Menocal, al destacado intelectual y líder comunitario canario Luis Felipe Gómez Wangüemert, manifestaba: “(…) Me complazco, por mi parte, en aprovechar esta ocasión para significar el alto valor que a mis ojos tiene la inmigración canaria, que se adapta con facilidad y rapidez excepcionales a las condiciones todas de nuestro país y a la que debe Cuba, por lo mismo, en medida considerable, su progreso agrícola y su riqueza. Seguro estoy de que los canarios tienen y tendrán todo el tiempo el afecto y la consideración de cuantos sepan apreciar su laboriosidad y sus virtudes”[8].

Por otro lado, el proceso de inserción canaria en la sociedad cubana respondía, como fenómeno sociocultural, a una dinámica y entramado de redes sociales, en el que intervinieron individuos, modos de conducta, costumbres, asimilados desde Canarias. De este modo, manifestaría patrones de comportamiento colectivo y estrategias familiares, sustentados en la ideología patriarcal. La configuración de lo que se puede denominar la estructura comunitaria, obraba en relación a las prácticas y los mecanismos socioculturales canarios como: las asociaciones[9], la prensa escrita[10], el mito del indiano-americano[11], las relaciones de parentesco y compadrazgos, entre otros. De la misma forma, como parte de la organización social y de la expresión de las relaciones de género, se reprodujo una hegemonía masculina y la subordinación cultural y socioeconómica de la mujer canaria.

Desde la colectividad migrada, sobre todo a partir de la trascendencia de las principales instituciones canarias como la Asociación Canaria de Cuba y las publicaciones periódicas, se declararon normativas y roles de género, los cuales, influyeron en el quehacer y el desenvolvimiento del proceso migratorio. De esta forma, se construyeron modelos y paradigmas representativos de la masculinidad y la feminidad isleña, los que tributaron no sólo a favorecer una potenciación de la migración hacia Cuba, sino a ese arquetipo ideal edificado dentro del gobierno y las concepciones científicas cubanas.

La construcción social del hombre canario en Cuba fue simbolizada como la esencia del ser y de la identidad canaria, además de representar socialmente la base para el desarrollo de la causalidad migratoria y la contribución de ésta al progreso económico de la sociedad cubana. De acuerdo entonces, a intereses comunitarios y a la propia condición social mayoritaria del isleño en territorio cubano, la masculinidad se asociará al campo, a la práctica agrícola, a la fuerza, a la virilidad, a la brutalidad, a la laboriosidad, a la resistencia, al sostener económicamente a la familia y al convertirse en socio de la Asociación Canaria. En este sentido, ese modelo de masculinidad canaria en Cuba expresó la hegemonía masculina al ejercer la práctica asociacionista, las actividades económicas principales, las relaciones de parentesco y compadrazgos, el mito del indiano-americano, entre otras.

La construcción social de la mujer canaria estuvo determinada por el modelo femenino tradicional identificado en la maternidad, la reproducción y las labores domésticas. La mujer isleña se definió en términos de madre, hermana e hija, tenía su rol sociocultural y comunitario hacia el hogar, la familia y la educación de sus hijos/as. La feminidad canaria en Cuba se relacionó a: la debilidad, la pasión, la emoción, la moral y las buenas costumbres familiares, la belleza y la supeditación al hombre. El vital ejemplo de la concepción y la condición subordinada de la mujer canaria, de modo general, fue el hecho de no poseer los mismos y plenos derechos que tuvieron los hombres, dentro del principal organismo social del proceso migratorio, desde su fundación en 1906 hasta 1931, momento en que definitivamente se incluye en las listas sociales de la Asociación Canaria. Además en este año de 1931, se fundó la asociación femenina Hijas de Canarias, lo cual, significó hasta cierto punto el reacomodo social de la mujer isleña.

Por lo tanto, en virtud de una masculinidad hegemónica, el hombre canario se erigió como el protagonista, el sostén económico y agrícola, y la figura decisoria comunitaria, del proceso migratorio en y hacia Cuba.




[1] Uno de los ejemplos más horrendos para la población cubana lo constituyó la Política de Reconcentración, aplicada por el entonces Capitán General de Isla Valeriano Weyler. Diferentes tesis históricas plantean que por un lado, la cifra de muertes rondaba en el orden de las doscientas mil personas, mientras que otras las calculan alrededor de las cincuenta mil.
[2] Ciencia del mejoramiento del linaje y la población. Surgida y difundida en Europa desde la segunda mitad del siglo XIX por Sir Francis Gilton. En Cuba tuvo esta ciencia una gran acogida. Su sustento teórico se basaba en los criterios darwinistas de la selección natural y las leyes mendelianas, persiguiendo entre sus fines la intención de “crear” una población “mejor”, más “fuerte” y más “sana”.
[3] Manera en que se identificaban en Cuba, a los oriundos de las Islas Canarias.
[4] Desde el momento de la conquista y colonización española, en el siglo XVI, comenzó un asentamiento paulatino canario en Cuba. El mismo que a medida que avanzaron los siglos se fue profundizando, sobre todo dirigiéndose hacia las zonas rurales.
[5] Bethencourt, Cayetano. “Los canarios en Cuba: divagaciones inmigratorias” En: Revista Islas Canarias, La Habana, Año VII, No 259, 15 de septiembre, 1915, pp. 8 y 9.
[6] García G., Armando. “Eugenesia, inmigración y en Cuba, 1900-1940” En: Rábida, Huelva, Nº 17, Imprenta Provincial, 1998, pp.57-66.
[7]Nota Editorial. “Menos mal…” En: Revista Islas Canarias, La Habana, Año VII, No 262, 10 de noviembre, 1915, p.8.
[8] Revista Islas Canarias, La Habana, Año VIII, No 278, 15 de agosto, 1916, p.2.
[9] A partir de 1906, con la fundación de la principal institución isleña la Asociación Canaria de Cuba, se reinició un proceso de creación de diversas asociaciones, que hasta el año de 1932, contaba con alrededor de 17, de las cuales podemos resaltar: Beneficencia Canaria, Ateneo Canario, Hijas de Canarias, entre otras.
[10] Entre los años de 1908 a 1932, existieron varios periódicos y revistas, realizados por hombres canarios asentados en Cuba, como: Revista Islas Canarias, Hespérides, Patria Isleña, Tierra Canaria, El Guanche, entre otros.
[11] Mito masculino que influyó sobre los jóvenes y hombres canarios. Se refería a aquel que venía a América o Cuba para hacerse de dinero.

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