lunes, 10 de septiembre de 2012

NARCISOS EN LA CIUDAD








Por Reynaldo Aguilera

Todos los ojos enfocan a él, aunque no es la primera vez que observan a un hombre con piel cuidada, cejas retocadas, y abdomen ‘cuadriculado’. En la televisión han visto imágenes análogas, pero de la ‘pantalla’ a un taller de mecánica, van mucho más que electrones y tubos al vacío.

Las miradas se entrecruzan. Unos engordan la voz: “pa´que no haya duda”, otros abrochan su camisa: “Por si acaso”.

El joven se presenta con la debida cortesía y sale dejando tras él la confusión. Uno de ellos aclara: “Con él no hay ‘cráneo’, ese tipo es un hombre”, dice. Y añade, “es un noséquésexual de esos que dicen por ahí… pero macho”.


Andando, andando…

No es raro salir a las calles de la ciudad y encontrar a jóvenes con atributos reservados “solo para mujeres”, por los siglos de los siglos. Nuevos paradigmas en la apariencia física, estética al vestir y determinados comportamientos, son adoptados por estos individuos que, conscientes o no, intentan romper con el canon de lo “masculino”, impuesto por las sociedades patriarcales. La industria del entretenimiento los acuñó: metrosexuales.

“A todos nos gusta sentirnos atractivos, no importa la edad o la latitud. Siempre ha sido así”, generaliza Daniel (23 años) y estudiante de Ingeniería en Telecomunicaciones. “Está el que se reprime porque cree superficial ostentar el último grito de la moda. Pero en el fondo, ¿a quién no le gusta sentirse sexy? En Cuba, ser ‘metro’ resulta una contrariedad”, afirma Joel, de 18 años y quien se encuentra cumpliendo con el servicio militar: “Nuestra sociedad es muy machista. Todavía persiste el dogma de que solo las mujeres son las que se arreglan, y los hombres están para el trabajo rudo”.

Raúl, de 22 años, considera que, esa “onda cool”, es un paso de avance para despojarse del patrón que históricamente ha significado representar al macho viril e incapaz de exteriorizar sentimientos tiernos. Pero, ante lo que significaría adoptar en él esta ‘onda’, confiesa: “Imagínate, si llego a mi casa con aretes y comienzo a usar cremitas, mi familia pensaría que estoy ‘bajito de sal’. Ellos son así, a la antigua”.

Manuel (19 años) y futuro estudiante de Ingeniería Eléctrica ante la pregunta de si se considera metrosexual, lo piensa, y con la duda que le suscita la interrogante, responde: “Sí, lo soy”. Disculpándose por su confusión, continúa: “Lo que pasa es que todas esas terminaciones ‘sexual’ se parecen. Soy hetero-metro-sexual”. Y con acento habanero, aunque reconoce vivir en la periferia de Holguín, enuncia el beneficio de serlo: “Eso da más jevas. A todas les gustan los ‘chamas’ estilizados y con swing”.

“Pero no todos razonan así. Hay que saber diferenciar al machista del liberal, incluso cuando ambos se vistan parecido”, intervino una muchacha del banco contiguo, y se marchó.

“En unos queda bien esta tendencia, la saben llevar. Inclusive algunos lucen más seductores. Otros por el contrario, se ven ridículos. Todo tiene su edad y su momento”, analiza Osiel, de 48 años. “En mi tiempo teníamos la cola de caballo y los pantalones campana. Hoy los jóvenes tienen lo suyo. Lo nocivo no es la moda sino la intolerancia, respecto a esos muchachos”.

Por dónde le entra al agua al coco

Ser ‘metro’ no implica una orientación sexual específica. Heterosexuales, homosexuales, o bisexuales pueden compartir por igual la afición hedonista por su imagen. Sin embargo, “aquí solo se percibe al ‘macho’ y al ‘no macho’ ”, dice Andrés de 16 años. “El machismo no da ventajas, nunca las dio. Marcar volúmenes ya no es exclusivo de mujeres”, ilustra y ríe.

Pero la creencia de que esto es un fenómeno en contra de lo que significa ser masculino y actuar como tal, convierte, en diversas circunstancias, a los metrosexuales en víctimas de sus semejantes.

Lo más frecuente es que piensen que eres gay”, expresa Richel, modelo a medio tiempo. “Trabajo por el día como entrenador de kárate. Cuando las madres llegan con sus hijos al Combinado, y me ven con piernas afeitadas y pelo pintado, el desagrado se le ve en la cara. Sin embargo, poco a poco se acostumbran. Con los padres es más difícil. Dos de ellos han sacado a sus hijos del club porque dijeron: ‘que ahí en vez de hacerlos hombres, se lo iban a convertir en muñequitas de biscuit’. Pero a pesar de todo, sigo así, metrosexual”, agrega y se echa a reír.

Julio César González Pagés, doctor en Ciencias Históricas y coordinador de la Red Iberoamericana de Masculinidades, comenta al respecto: “Hoy día el hombre es mucho más andrógino, más ‘femenino’, no afeminado, sino femenino en la concepción femenina de la socialización. En la actualidad, los límites entre lo heterosexual, lo homosexual y lo bisexual se rompieron, y Cuba forma parte de eso. Hay una estética más ambigua sobre el hecho de ser hombre, que no indica tampoco exactamente una opción sexual”.

Fue el periodista inglés Mark Simpson, en 1994, quien definiera el ‘término’, por primera vez, como “la actitud de aquel hombre joven, habitante de una metrópoli, que gusta de una vida sofisticada, cuida su cuerpo, no tiene prejuicio para hacerse la manicura y viste ropa de diseñador”. Según Simpson, el metrosexual está enamorado de sí mismo y se obsesiona por estar siempre a la moda. El diario estadounidense The New York Times poco después los describió como: “son hombres urbanos impacientes, uniformes, dispuestos a abrazar sus lados femeninos”.

El doctor Pagés reconoce que, “en Cuba se podría decir que existe un sector de hombres, principalmente en zonas urbanas, que presentan atisbos del modus vivendis de lo que se concibe como metrosexualidad. En realidad, Cuba no es un país típico donde un hombre pueda desarrollarse como metrosexual, ya que el consumismo, una de las principales características de este fenómeno, no es el eje fundamental en el desarrollo socio-económico cubano”.

Aunque la Real Academia de la Lengua no le abre paso al neologismo. Las sucursales de publicidad sacan el mejor partido. Vender la idea del “hombre libre”, es un motor que genera ventas y seguidores. Pero…

¿Nace un hombre nuevo?

“No creo que cuando un muchacho se mira al espejo y decide que quiere afeitar sus piernas, fortalecer músculos o usar ropas ajustadas, para lucir mejor, piense que así se convertirá en metrosexual”, comenta Leonardo, estudiante de carpintería. Reflexiona: “Un hombre puede considerarse ‘metro’ y sin embargo, llegar a la casa y exigirle a su mujer que todo esté limpio, la comida servida y su baño preparado. No hay cambio en su concepción machista, esto no pasa de ser un ‘espejismo comercial”.

“Es el mismo macho pero con diferente envoltura”, asegura Mirtha, de 32 años e Ingeniera Industrial en la TRD Caribe. Al decir de ella, hace diez años el joven, que se ‘retocara’ un poco, automáticamente era tildado de homosexual. Confiesa que en lo particular le gusta más “el ‘metro’, quizá porque es lo más parecido a las revistas de ensueños para mujeres. Son hombres más alegres y delicados, y esto no les resta hombría. Un arete no dice nada, la indelicadeza tampoco”.

“El estereotipo de joven viril quizás continúe siendo el mismo, pero las ganas de representarlo no”, expone Armando Sáez (26 años), médico de familia, quien está convencido de que en la actualidad hay que mirar la sexualidad con otro lente: “Hoy todos queremos ‘atraer’. Eso no es malo. Pero claro está, no podemos hacer esto el centro de nuestras vidas”.

“La influencia de los medios es determinante. La metrosexualidad ha sido construida a través de ellos”, expresa Julio, de 21 años y estudiante de Arquitectura. “Entras a Internet y hay docenas de sitios que supuestamente te enseñan a serlo. Ese cartelito lo paso, soy ‘hombre del siglo veintiuno’, por tanto no me gusta encasillarme en doctrinas, menos de corte estético. El hombre tiene que cuidarse y el que no lo hace, no se valora a sí mismo”.

Pagés reconoce que no se puede hablar de una ‘liberación masculina’, como fue la femenina: “Las mujeres, cuando se liberaron de sus ataduras sociales, no solo se libera-ron de prendas de vestir, de una estética, también se liberaron de un corpus ideológico, que le ha faltado a esa ‘liberación masculina’, a ese cambio de estética. Dicha ‘liberación’, si se da, es mucho más superficial. No es un cambio que indique una reflexión. Aunque está claro que cuando hay cambios superficiales en los cánones, estos influyen luego en otro tipo de cambios”.

Tendencia ‘transgresora’ o estética pasajera, lo cierto es que, siguiéndole el juego al término, el metrosexual se inserta en el panorama citadino también de Cuba, y por transitividad, de Holguín, y como en cualquiera de esos dos casos el enfrentamiento no es la solución. “Disfrutan su sexualidad, emprenden metas en sus vidas e incluso algunos son muy cultos. Sobre todo, viven cómodos consigo mismo. ¿Eso al final, no es eso lo que vale?”, concluye Daniel, quien nos pide: “No pongan mi apellido que no quiero jodedera en casa cuando salga este reportaje”.

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