lunes, 2 de enero de 2012

Ellas, entre el amor y el maltrato




Camiseta de la campaña contra la violencia a las mujeres en Cuba realizada por la Red Iberoamericana de Masculinidades (RIM)


Por Yalina Gómez Cañizarez.


Aunque durante el noviazgo de ocho meses, manifestó un poco sus celos irracionales, Alicia creyó que podía cambiar las cosas. Tenía apenas 15 años de edad cuando no avizoró las señales: nada de realizar mandados, acompañar a su madre o hermana a algún sitio, ni limpiar el portal de la casa. Sin él no podía asomarse a la calle. Poco después le impidió continuar sus estudios y para asegurarse le rompió el expediente escolar. Pero ella aceptó el matrimonio tras el sueño de llegar virgen al altar.

Le esperaba un año amargo. Encierro, discusiones, gritos, golpes, imposiciones, sufrimiento, desesperación, miedo, aburrimiento. “Mi madre iba a verme y lloraba. No comprendía cómo aguantaba estar entre las paredes de una casa. Le decía que estaba así porque quería, pero en realidad tenía miedo de que intercediera y saliera lesionada”.


Una cuestión de poder


“En un mundo signado por las inequidades, las desigualdades y las discriminaciones de todo tipo (…), la violencia resulta un eje transversal de las relaciones sociales, utilizada como un vehículo para la obtención y el mantenimiento de un poder que convierte en sujetos dominantes a unos pocos y subordina a la gran mayoría”, afirma Julio César González Pagés en su libro Macho, Varón, Masculino. Estudios de Masculinidades en Cuba.


Entre las expresiones de la violencia, la más cotidiana en las sociedades es la que afecta a las féminas, según apuntan los estudios. La Declaración sobre la Eliminación de la Violencia contra la Mujer de la Organización de Naciones Unidas, aprobada en 1993, la define como todo acto de violencia de género que tenga o pueda tener como resultado, un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, incluidas las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se produce en la vida pública como en la privada.

La violencia contra las mujeres tiene mucho que ver con la cultura patriarcal en la cual vivimos. En ella los hombres han ocupado los espacios preponderantes, en cambio las féminas han tenido una situación de sumisión y subvaloración. Ser mujer puede ser la única razón para resultar víctima del fenómeno. No es ni la pertenencia a cierta clase social, ni el ser profesional o no, opina Karelín López, decana de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana (UH) y colaboradora de la Cátedra de la Mujer de la institución. De esta manera, los valores y estereotipos aprendidos son determinantes.

Lo más difícil para enfrentar la violencia es su invisibilidad. Las féminas suelen justificarla, sentirse culpables, ocultarla y, en los peores casos, no la reconocen en sus múltiples expresiones: psicológica, verbal, económica, patrimonial (contra los bienes) y física; no obstante, pueden sufrirla por años y hasta durante toda una vida.

A puertas cerradas


Los resultados más importantes de las investigaciones realizadas en el área de salud en el país evidencian la presencia de violencia intrafamiliar en la comunidad y su incidencia en el espacio doméstico, principal escenario de las lesiones que reciben las mujeres en primer lugar de su pareja, según la socióloga Clotilde Proveyer en su trabajo Los estudios de la violencia contra la mujer en las relaciones de pareja en Cuba: una reflexión crítica.

Entre las causas se encuentran los celos, el alcoholismo, los problemas económicos graves, las frustraciones, el bajo nivel cultural, el machismo. En consecuencia, las mujeres sufren afectaciones físicas, emocionales e intelectuales, predominando la agresión verbal, la sobrecarga doméstica y en tercer lugar el maltrato físico.

No obstante, los resultados de una veintena de trabajos en el período 1994-1999, del Centro de Estudios de la FMC, reportó que las víctimas denuncian al esposo o buscan ayuda institucional en cifras insignificantes.

“Las mujeres con lesiones por golpes de su pareja generalmente no acuden al consultorio. Van a mi casa o me lo dicen cuando me ven en la calle —declara Yara Garzón, médico de la familia en el Cerro, La Habana, hace más de 20 años.

“Tengo una paciente a la cual el esposo le ha roto la cabeza y le ha provocado fracturas, pero lo perdona siempre. Dice que él se arrepiente, es el padre de su hija y que está tratando su alcoholismo. Llevan casi 10 años juntos”.

La doctora Dunia Ferrer, de la Universidad Central de Las Villas, demostró que estos comportamientos abundan además en parejas de profesionales, en las cuales encontró altos índices de agresividad en el estudio que realizó durante 2005-2008. La diferencia estribó en la sutileza pues predominó la violencia psicológica. La ley ampara y la casa ayuda

Nuestro Código Penal en los delitos contra la vida y la integridad corporal, y contra el normal desarrollo de las relaciones sexuales, la familia, la infancia y la juventud recoge como agravante el ser cónyuge y el parentesco entre el victimario y la víctima hasta el cuarto grado de consanguinidad o segundo de afinidad.

“Ante una acusación por maltrato físico, las autoridades redactan un acta de advertencia al agresor o lo detienen, depende de la magnitud del delito —explica la abogada Elsa Figueroa, con más de 25 años de experiencia en un bufete colectivo de la capital. Por amenazas puede aplicársele una medida predelictiva que conlleva internamiento hasta un período de cuatro años. Si se le diagnostica una enfermedad como causante de su actitud, de todas maneras es sancionado o va a un proceso de rehabilitación.

“Aquí representamos a la víctima cuando pide el divorcio, pero generalmente no declaran el maltrato como causa. El agresor, por su parte, al solicitar el servicio de defensa, alega que la mujer es culpable de su reacción porque se va de la casa, abandona a los hijos o los atiende mal, y argumentos por el estilo”.

La institución por excelencia para orientar y ayudar a las víctimas de violencia es la Casa de Orientación a la Mujer y la Familia, que existe en todos los municipios del país.
Myrtha López, Licenciada en Psicología y coordinadora desde hace ocho años de la casa de Plaza de la Revolución, La Habana, afirma que lo que más reciben son casos de violencia psicológica.

“Se acercan mayoritariamente adultas mayores, pero también vienen hombres. Ellas casi siempre llegan porque están deprimidas, se sienten mal y no saben cómo salir adelante. Luego descubrimos que es un caso de violencia intrafamiliar. Aunque ya se visualiza más el fenómeno, la mayoría pide ayuda preocupadas por otro miembro de la familia sin percatarse de su propia afectación”.

Para atenderlas en la institución cuentan con un equipo multidisciplinario, integrado por una psiquiatra de grupo, otra infantojuvenil, una psicóloga, un jurista y dos trabajadoras sociales. En casos necesarios trabajan con oficiales de menores, abogados, personal de educación, la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), especialistas de salud, según hizo saber Myrtha.
A su lado, a pesar de todo

La dependencia económica y emocional fueron causas que explicaron por qué las mujeres permanecen junto a parejas violentas —explica la decana de la Facultad de Psicología de la UH. “La baja autoestima es una consecuencia de este tipo de relación y a su vez un mecanismo del hombre para mantenerla a su lado.

“Luego de una pelea, busca reconciliarse de cualquier manera. Él mismo cree, a veces, que no va a volver a ocurrir, pide perdón, simula ceder el poder, hace sentir a la mujer importante. Ellas, en la mayoría de los casos, están enamoradas o tienen una dependencia y vuelven.

“Por eso se habla del fenómeno como el ciclo de la violencia. Es repetitivo y cada vez más peligroso. Lo que empezó con una agresión verbal o psicológica puede terminar en la muerte”.
Las conquistas

La violencia en Cuba no es tan significativa como en otras naciones latinoamericanas; pero cada día hay más conciencia de que existe.

En 1997, tres años después de que la Organización de Estados Americanos aprobara la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, nació el Grupo Nacional para la Prevención y Atención a la Violencia Intrafamiliar, coordinado por la FMC, como muestra de su preocupación y responsabilidad por el bienestar de las cubanas. Pero lo cierto es que nuestra realidad muestra una contradicción entre su protagonismo en todos los ámbitos y la existencia de valores y relaciones sociales que conspiran en contra de su pleno desarrollo.

En este sentido, las conquistas de las mujeres en el país, como bien señaló la socióloga Clotilde Proveyer, se evidencian en sus éxitos en la vida social, la participación creciente del hombre y otros miembros de la familia en las actividades domésticas y el aumento de los divorcios como muestra de la tendencia de ellas a liberarse de relaciones conyugales que dejaron de tener sentido.

Así sucedió al menos con Alicia, la muchacha con la que comenzamos esta historia. A ella se le ocurrió acudir a la antítesis de la seducción. No se arreglaba para agradarle a su esposo y trataba de parecerle aburrida. Entonces le planteó el divorcio cuando estuvo segura de que le había dejado de importar y lo consiguió. Volvió al fin a la vida. Poco a poco ganó confianza. Se graduó de técnico de nivel medio en computación. Ahora imparte clases en una escuela y disfruta de una relación estable a sus 25 años de edad. Una década atrás, ¿quién lo hubiera soñado?







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