viernes, 7 de noviembre de 2008

Hombres y solo Hombres.

Por: Jorge Del Sol Baylac.

¿Cómo ser un hombre nuevo y vivir en sociedad? ¿Cómo resolver el dilema de ser un hombre que estudia temas referidos al género, la masculinidad, la violencia y a la vez ser coherente con sus palabras en la realidad que vivimos cada día?
Les haré una confesión, integro desde hace más de un año uno de las más interesantes man´s studies del mundo, con todo el bombo y platillo que eso corresponde, y es hasta las últimas semanas hemos caído en cuenta de una ineludible realidad, somos hombres masculinos, y socializamos entre nosotros como con otros grupos de hombres.
Un hecho que nos acerca a la vez que nos hace friccionar, nos permite compartir nuestros grandes placeres, el deporte, la música, el arte, el sexo, dedicarle horas a incansables debates de conceptos, estadísticas, igual o más intensamente que otros integrantes del género masculino. Sin embargo, somos vulnerables a la intrusión de las faldas y los besos, de los excesos, de las carreras por la venganza, de la envidia y la competición.
Tenemos las teorías y los métodos, impartimos talleres y damos conferencias en temas como violencia, el respeto a la diversidad, la inequidad, pero, ¿cómo se escapa de esas realidades que norman y regulan nuestra vida?, ¿Cómo instrumentar una teoría que sea praxis para con nosotros mismo?
El repetirnos que género más que una categoría de la investigación científica, es una ideología para enfrentar los tiempos actuales donde las ideologías carecen casi totalmente de sentido y tientan al difícil sistema de abstraerse en el absurdo, solo queda la idea de asumirla para transformarme en el hombre que quiero ser, sin dejar de ser el hombre que me gusta ser. Hay que aprender a perder para ganar, y los hombres, aunque tengamos una vida llena de derrotas, no soportamos la idea de perder la más insignificante de las escaramuzas.
En mi caso particular, vivo enfrentado a mis miedos y fobias, a los constructos de mi identidad, a las prisiones y los límites que me enmarca la sociedad y mi propia masculinidad. No soy muy diferente a otros hombres que enfrento cotidianamente, tampoco soy ni quiero ser un paradigma, estoy lleno de defectos y contradicciones; eso sí, estoy en la elaboración de una identidad que me sea más llevadera a largo plazo, una que me acompañe cuando ya no sea ni joven, ni fuerte, ni erecto.
Sería extraño decir que en ocasiones envidio a los hombres que niegan cualquier responsabilidad con los temas de las inequidades, la violencia y todas las fobias, declarándose absoluta y completamente como machopanes . Pero es una realidad, ellos son felices o al menos ellos se piensan así, mientras se esconden en las trincheras de la masculinidad hegemónica y se sienten a salvo. Yo valgo, yo soy, siempre en función de lo que no queremos responder y ante la última línea de defensa disminuir al contrario.
Es en ese sentido cuando el combate cobra vida otra vez, es un tema de ideologías y de respeto al más universal de los derechos, el respeto a la vida y a vivir en igualdad. Pero la igualdad y el respeto son conceptos difíciles de llevar a la práctica, porque hay que aprender a discursar en sentidos amplios y pequeños de accionar, un día en mi cuarto con mi novia, otro en mi casa con mi familia y también si hay suerte, frente a un auditorio más amplio.
La convicción debe partir de los pequeños grupos en los que nos reunimos, este es el caso de mi grupo de investigación y de los espacios y oportunidades que se crean en beneficios de los otros. ¿Cómo no envidiar al que se forma a mi lado?, ¿cómo crecer a su lado intelectualmente sin pensar que su éxito es una espada que se calva en el pecho de mi incapacidad?
Un hombre me cuenta siempre orgulloso que fue subcampeón nacional de 3000 metros con obstáculos, comprende y me hace comprender el placer de haber entregado lo mejor de sí y de haber disfrutado intensamente su vida como deportista, sin detenerse en que fue el segundo. Asumir que estamos también llenos de incapacidades y de mediocridades, y que eso no nos hace ni mediocres ni incapaces, que no somos buenos en todo, y que no puede ser esa nuestra única meta. Eso sí, cada empresa debe llevar nuestro sello y nuestra alma, si dimos lo mejor de nosotros que más se puede pedir.
Somos hombres y solo hombres, no dioses, semi-dioses o actores de telenovelas y series de televisión, con diez dobles y cien escenas rodadas mil veces para quedar entonces como una maqueta de lo que debiera ser o representar. Soy solo un hombre, ni más ni menos que eso, me toca una cuota de lo que puedo enfrentar, de lo que puedo vencer.
Una vez quería ser astronauta, pero tengo los pies planos, que hacer frente a esa realidad, en ocasiones está a mi lado el futuro astronauta. He de aprender a disfrutar su sueño. Yo soy alpinista, y también estoy lejos Del Sol.


1 Machopan: Termino utilizado en Cuba para referirse a los máximos exponentes del machismo.

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