A pesar de los avances sostenidos por las mujeres, a todo lo largo del siglo XX, en el ámbito de las prácticas deportivas, aún perviven muchos remanentes que tributan de un modo u otro a la existencia del mundo de la competición atlética como una esfera de la sociedad reservada para perpetuar la posición de dominación de los hombres dentro de las relaciones de género. En el caso particular de Cuba (nación donde los logros de las mujeres en el campo del deporte son innegables e incontables), resulta paradójico que sea el béisbol, nuestro deporte nacional, uno de los deportes, sino el que más, donde la mujer aún permanece relegada no solo de su práctica, sino de todos los aspectos y dinámicas que genera “la pelota” en nuestra nación.
En una sociedad patriarcal como la cubana, el béisbol ha sido un espacio de legitimación de las características que dichas sociedades han utilizado para construir la identidad masculina (fuerza, agresividad, rudeza, inteligencia, valentía, etc.), socializador por excelencia de la masculinidad, marco propicio para demostrar el papel dominante del hombre dentro de las relaciones de género. En todas las áreas donde el deporte de las bolas y los strikes ocupa el centro de la atención se justifica su existencia como deporte y actividad social que tributa al comportamiento, actitudes, costumbres y actividades sociales reservados históricamente para los hombres. En un escenario que se erige en una especie de “santuario para hombres”, la mujer solo puede encontrar lugar si se comporta como fiel admiradora de estos “machos hegemónicos” que, divididos en dos bandos, se enfrentan en un “combate simbólico” que rebasa el marco de la búsqueda de la victoria deportiva, pues incorpora también luchas regionales, políticas o raciales. Resulta lógico pensar entonces, que la incorporación de la mujer a este espacio de reafirmación de los rasgos que definen la masculinidad, haya estado y se encuentre sujeta a las implicaciones de su posición de subordinación en las relaciones de género.
El documental “¿Grandes Ligas?” del joven realizador Ernesto Pérez Zambrano, es sin duda alguna una muestra fehaciente de cómo el béisbol en Cuba se convierte en un espacio de exclusión dentro de las relaciones de género. La obra centra su atención en un grupo de mujeres capitalinas que se han incorporado a la práctica del béisbol, a raíz de un llamado de la Federación de Mujeres Cubanas, hecho en el año 2003, donde instaba a sus integrantes a formar equipos de pelota en todas las provincias del país. Estas jóvenes muchachas no solo han debido enfrentar las dificultades que acarrea el aprender a jugar un deporte tan difícil como el béisbol, sino que se han encontrado con que viven en una sociedad patriarcal que no está dispuesta a aceptar que ellas ocupen un lugar en su deporte nacional, creado, pensado y practicado por y para los hombres.
¿Grandes Ligas? visibiliza de muchas maneras lo enunciado en el párrafo anterior. Las tomas realizadas en la peña beisbolera del Parque Central, el mayor espacio de debate sobre béisbol en la Ciudad de la Habana, en el que la presencia femenina es nula, muestran opiniones que van más allá de la no-aceptación de la práctica del béisbol por parte de las mujeres, al considerarlo “deporte de hombres”, sino que incluso retoman postulados de inicios del siglo XX que consideraban inferior a la mujer por obra de la genética. De igual forma en uno de los sitios que presenta el documental: un lugar donde se encuentran un grupo de hombres jugando dómino, estos coinciden en señalar el papel doméstico que históricamente ha sido reservado a la mujer dentro de la sociedad (en este caso uno de ellos las ubica en la cocina y además considera que ese machismo lo trae incorporado por herencia), lo cual impide que estas puedan desempeñar actividades como jugar béisbol. Cuando el documental se centra en lo que es a mi juicio uno de los momentos más importantes de la pelota cubana en este siglo: la aparición de la primera mujer árbitro en Series Nacionales, Yanet Moreno, vemos que aquí la oposición adquiere ribetes más drásticos. Para los entrevistados resulta impensable que una mujer asuma las riendas de un juego practicado por hombres, “eso si es cosa de hombres”, “me parece que es un hombre lo que tengo al lado”, son algunas de las ideas que se enuncian.
Uno de los elementos importantes que refleja el documental, subyace en las opiniones de los entrenadores y directivos que se han implicado en el desarrollo del béisbol de mujeres. Ellos contrastan en sus palabras su afirmación de que las mujeres pueden jugar béisbol, de hecho lo están demostrando, con la necesidad de que en su práctica no pierdan las características femeninas que las convierten como dice Lázaro de la Torre: “en las que adornan la naturaleza” y por lo cual deben comportarse siempre como mujeres, lo cual de igual forma encierra cierto recelo y además contradicción, ante la posibilidad de que la práctica de un deporte que conlleva características asociadas a la masculinidad, ponga en duda la “condición de mujer” de estas atletas.
Lo dicho hasta este instante pudiera hacer pensar que son demasiadas las trabas que la dinámica de la sociedad cubana, en el orden de las relaciones de género, les impone a estas muchachas en su afán de jugar béisbol. Si bien ello es cierto, las entrevistas realizadas a estas mujeres y las imágenes que nos muestra el documental demuestran que ellas están profundamente conscientes en primer lugar: del origen y de la existencia de estas dificultades, así como de la necesidad de luchar e imponerse sobre ellas; y en segundo lugar: que la práctica del béisbol es una actividad que conlleva características legitimadas históricamente por los hombres, sin que ello decosntruya o modifique su femineidad o los elementos que ellas asumen las definen como mujeres por el solo hecho de jugarlo.
Para finalizar no quisiera dejar de señalar la importancia que reviste que el documental hurgue en la historia, a partir de las entrevistas realizadas a dos mujeres que jugaron béisbol en el período que puede considerarse como la mejor época del béisbol femenino en Cuba: entre mediados de los años cuarenta y la década del cincuenta del siglo XX. Ello pone en evidencia algo que es desconocido para muchos: que la relación entre la mujer cubana y el béisbol tiene una historia, que si bien ha estado permeada en todo momento por el “machismo” que ha caracterizado el decurso de nuestra nación, cuenta con momentos en que la mujer pudo invadir los diamantes beisboleros y causar asombro e incluso aceptación por sus capacidades como pelotera.
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