martes, 21 de octubre de 2008
El papel de las masculinidades.
por JULIO CESAR GONZALEZ PAGES
La palabra Masculinidad ha sido construida por tantos años que solo de nombrarla ya connota superioridad, fuerza y violencia, está inscripta en las disposiciones del inconsciente de los hombres y de las mujeres como bien refiere Pierre Boudieu. En Cuba masculinidad es sinónimo de machismo y de hecho el machismo implica violencia. Tan es así que el hombre no basta para reafirmar decir que es macho, sino que se agrega además ser varón y masculino. No cabe dudas que se trata de un conjunto de ideas socio- ideológicas –culturales que se han encargado de preservar la hegemonía masculina como centro de poder.
La ideología que sustenta las masculinidades cruza los sistemas culturales, impone las políticas, las creencia y demarca todas las estructuras, tanto sociales, como raciales y sexuales.
Además tenemos una gran influencia de la idea occidental de la masculinidad que se ha hecho evidente en la forma que se organizan las instituciones y ese reflejo se evidencia en el rol masculino de proveedor económico, son los hombres como más reconocidos y de más salarios, claro situación que ahora sufre cambios y va poniendo en crisis las masculinidades.
Hemos visto como en caso de que el hombre tenga dificultades para ser proveedor por desempleo u otra los hace llevar su impotencia con violencia a la familia como respuesta a su frustración.
Es una pena que esas ideas en sí misma encierren tantas cosas que a su vez hayan hecho que al varón le cueste emocional y socialmente tan caro, convirtiéndosele luego en un dolor interior con la presión de querer cumplir la meta. Ese convertirse en macho desde que se nace los hace marcar diferencias y sufrir por buena parte de su vida cuando no desarrollan su conciencia de que están siendo utilizados, quedando así preso de sus propios genes.
A los varones se les enseña que para ser hombres deben controlar el mundo y lo primero que deben controlarse son a ellos mismos y a las mujeres que lo rodean. Todo lo que lo rodea va encaminado a reforzar el modelo de masculinidad, tanto la familia, la escuela, la radio, la televisión, los vecinos como los amigos.
Obviamente sufren a veces sin notarlo ya que muchos adultos creen que si el hijo es varón y no se le da un trato fuerte se corre el riesgo de ser “flojo” y esa palabra en ese contexto, es bien negativa.
El trato fuerte implica gritos, golpes, exigencias y amenazas, hasta poco amor, se le inculca buena dosis de violencia y agresividad, no importa la cultura, la clase social, el estado civil, las edades o la etnia.
Por el solo hecho de ser evaluado como el sexo fuerte, la vida le va presionando y poniéndole pruebas duras por igual a todos.
La violencia se convierte en requisito indispensable para competir, para ser fuertes y activos, en fin para dominar. Sólo hay que observar cual es el trato que le obligamos que se den entre si para darse cariños y en los propios juegos; se dan empujones, palmadas, golpes fuertes en la espalda, en el hombro, choques fuertes de mano, hay de aquel que al menos una vez no se haya fajado. Si intentan llorar o de tener miedo, la burla los hace tener que perderse del grupo o convertirse en motivo de burla. Es como si cada uno tuviera que convertirse en policía del otro. Se les hace vivir en constante presión. A diferencia de la educación en las mujeres donde el saludo siempre está lleno de ternura y la que así no lo haga va a parar a ese banco de acusada de “varonil”.
Por eso, se han buscado un sin número de valoraciones para justificar tal hecho, hay quienes refieren que los hombres actúan así por razones hormonales, porque son biológicamente más agresivos y más propensos a la violencia que las mujeres, cosa que las investigaciones serias no han podido demostrar. Hay otros que refieren que la agresión masculina violenta no solo es psicológicamente innata, sino que se fundamenta en la anatomía masculina y así pudiéramos encontrar más justificaciones.
Sin dudas, esa búsqueda de justificaciones sólo sirve para reforzar el comportamiento agresivo de algunos hombres y apoyar ese reflejo que la familia reproduce del sistema jerárquico de género de la sociedad en que han sido formados, lográndose así la asociación de la violencia con el ser masculino sin valorar los costos que eso conlleva.
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