Por Yonnier Angulo Rodríguez
El hombre puede ser destruido, pero no derrotado. Esta frase tan viril y patriarcal, pertenece a una de las
obras más leídas y elogiadas de la historia de la literatura universal. La
novela El viejo y el Mar del escritor
norteamericano Ernest Hemingway, premio Nobel de Literatura en el año 1954,
además de contar con innumerables valores literarios posee un conjunto de
significados y valores relacionados con el género y la masculinidad.
Mucho se ha debatido en los últimos años acerca de
la producción y reproducción de lo que se ha denominado género en los diferentes espacios y ámbitos
que conforman las sociedades actuales. Construcciones socio-culturales basadas
en el sexo que se posee y la cultura donde se vive, que se han legitimado o
cuestionado, ya sea desde la familia, la educación, instituciones del Estado,
la cultura, las ciencias sociales, los medios de comunicación, el deporte; es
decir, en todas las esferas donde hombres y mujeres socializan generalmente
mediante relaciones de poder y hegemonía.
Con el movimiento feminista de los años setenta del
pasado siglo, comienza a gestarse en el ámbito académico una teoría para
visualizar y luego revertir todas las desigualdades entre hombres y mujeres
producto de la construcción de la feminidad y la masculinidad. En muchas
disciplinas de las ciencias sociales, lideradas por estudiosas feministas, se
promovieron investigaciones con disímiles metodologías y enfoques. En este
sentido, dentro de la literatura también se incentivó la introducción de un
enfoque de género en los análisis.
La crítica
literaria feminista se encargó entonces de descifrar códigos en una
determinada lectura: los valores, significados y símbolos relacionados al
género que promueven la desigualdad y las relaciones de poder entre hombres y
mujeres. Esta corriente lo que perseguía, entre otras cosas, era desmitificar,
decodificar, corregir y modificar las teorías masculinas, es decir, iniciaban
los estudios de diferentes obras desde una perspectiva feminista. Las discusiones a que han dado las
propuestas teóricas, en cuanto al uso de conceptos y en cuanto a las diferentes
tomas de posición representadas por diferentes enfoques sobre, en última
instancia, la razón de ser del feminismo, así como los trabajos dedicados a
escritoras, obras o periodos concretos, constituyen ya una enorme y heterogénea
masa crítica literaria feminista. (Olivares, 1997, p.11)
Igualmente hacia finales de los años setenta y
principios de los ochenta, comenzaron a desarrollarse en el ámbito académico
los estudios de masculinidades, encabezados por disciplinas como la
antropología, la historia, la sociología, psicología y la literatura, para
estudiar y explicar la construcción y diversidad de las masculinidades.
Teniendo en cuenta que si bien en los estudios de
género y dentro de estos su variante en el ámbito de la literatura, fue
necesario visibilizar la discriminación sufrida por las mujeres tanto como
autoras o lectoras, creo que es importante además analizar la producción de los
escritores hombres con un enfoque de género y desmitificar tantos valores
asociados al patriarcado y por ende la desvalorización de las mujeres,
presentes en muchas obras de la literatura universal.
En la crítica literaria feminista la categoría Género sirvió para fundamentar la idea
de que la literatura escrita por mujeres y sus interpretaciones estaban
marcadas por su sexo. De igual forma, la de Masculinidad
permite visualizar cómo el autor de una determinada obra reproduce sus concepciones
e idealizaciones vinculadas a la identidad, creencias, estereotipos, roles, en
fin, cómo advierte su propia masculinidad. La novela El viejo y el mar precisamente refleja la manera que su autor
entendía cómo debían ser y actuar los hombres, es decir, cómo se describía a sí
mismo y a su masculinidad.
Esta obra narra la saga de un pescador en el mar, en
un afán por conquistar o vencer a la naturaleza, en este caso representada por
un pez aguja. El personaje protagónico, Santiago, encarna el significado de
masculinidad interiorizado por el autor. Es un hombre que se siente derrotado,
relegado, por no tener la capacidad de pescar como antes, debido a su edad y
deterioro, y siempre es alentado por un joven que siente lástima por el
infortunado pescador.
Santiago tiene el prototipo del varón rudo, que no
le teme a las inclemencias del mar, de la naturaleza, que se expone a disímiles
riesgos constantemente, peligros que forman parte de su empleo. Es un hombre
que tiene pocos cuidados de sí mismo. La masculinidad hegemónica en los hombres
se construye sobre el ideal del varón “fuerte”, “inquebrantable”, sin temores a
meros problemas de enfermedad, que debe enfrentarse constantemente a
situaciones de alto riesgo, aunque su salud esté en juego.
El resultado del
modelo hegemónico masculino ha llevado a los hombres a creer que la salud es un
asunto exclusivo de las mujeres, quienes son las que deben preocuparse por
cuidarse ante cualquier malestar (…) Las exigencias que tienen los hombres, desde el ideal varón-héroe, los
presentan relacionados con conductas de alto riesgo. Un héroe- varón debe
enfrentar todos los obstáculos, aunque su salud esté en juego. (González
Pagés, 2006, p.81)
Lo importante es reafirmar su hombría. Estudios
realizados reflejan que los hombres ante esta actitud también tienen mayor
probabilidad de morir ante accidentes relacionados a esta concepción y
aprendizaje de ser y actuar como hombres.
Consecuencia de su decadencia en el ejercicio de la
pesca, el protagonista no tiene la aprobación de los otros pescadores, y esto
es algo muy significativo, ya que los hombres necesitan ser aprobados
socialmente entre ellos para legitimar su masculinidad. Esto se puede apreciar
cuando entra a un bar de su pueblo y otros pescadores se burlan de él. La masculinidad es una aprobación
homosocial. Nos probamos, ejecutamos actos heroicos, tomamos riesgos enormes,
todo porque queremos que otros hombres admitan nuestra virilidad. (Kimmel,
1997, p.55)
Como parte de esta construcción de una masculinidad
hegemónica, no expresaba ningún síntoma de debilidad ni necesidad de ayuda. En
la novela, el viejo pescador mantiene una relación de amistad con un joven,
quien lo auxilia pero teniendo la delicadeza de no quebrantar su “orgullo
masculino”. Este vínculo se teje sin ningún tipo de intimidad, ya que a los
hombres -considerados “seres racionales”- no se les enseña a ser íntimos entre
ellos. A pesar de que sintiera mucho afecto por el joven, sus conversaciones se
reducen a temas típicamente “masculinos”, como la pesca o el béisbol, asuntos
que tradicionalmente han estado presentes en los procesos de socialización de
los hombres.
Según el investigador en temas de masculinidades y
filósofo Víctor Seidler, la masculinidad, en contraposición a la feminidad, en
las sociedades occidentales se ha conformado hasta la actualidad bajo los
preceptos de la racionalidad, contrario a la feminidad, relacionada a las
emociones y los sentimientos, y por tanto, son características devaluadas
socialmente, contribuyendo a la subordinación de las mujeres a los hombres.
(Seidler, 2000)
No intimar está estrechamente relacionado en cómo se
conforman los modelos actuales de la masculinidad, y en el caso de la novela se
puede advertir claramente que su autor reproduce en ella estos valores y
concepciones.
Desde el punto de vista del lenguaje utilizado, en
la obra se reflejan aspectos relacionados con un sexismo, marcado no sólo por
la utilización de la o el, sino porque dentro de algunas expresiones hay implícita una carga
importante de discriminación y subordinación a todo lo relacionado con lo
femenino.
En la obra se hace alusión al término El Mar y La Mar utilizado por los pescadores, planteándose que la primera
forma de referirse al océano en masculino es realizada por los más jóvenes,
quienes lo hacen pensando en un contendiente o enemigo al cual hay que
extraerle sus riquezas. Esto tiene que ver con la rivalidad y competencia
presente en los preceptos de la masculinidad. Los hombres siempre tienen la
obligación de imponerse a otros hombres para demostrar superioridad.
Por otro lado, los hombres adultos se referían en
femenino, aludiendo que La Mar personificaba
a las mujeres, que te podían negar o conceder favores, que hacía cosas
perversas o maravillosas porque no podía evitarlo. En este caso lo que se
intenta es estereotipar y disminuir a las mujeres y vincularlas con la
naturaleza.
Parte de lo que en un inicio las estudiosas
feministas visibilizaron (Ortner, 1979), fue que históricamente el género se ha
construido desde el supuesto de que las mujeres están vinculadas con la
naturaleza y los hombres con la cultura. Estas atribuciones tenían la intención
de otorgarles un poder a los hombres, ya que sería la cultura la encargada de
dominar a la naturaleza, de modificarla. Hemingway reproduce entonces en la
novela estos valores que luego en los años setenta desentrañarían las feministas.
Un día el pescador sale a su faena cotidiana,
teniendo la esperanza, un tanto disipada, de tener un buen resultado en la
jornada de trabajo. Tras largas horas de intentar obtener algo provechoso, un
enorme pez Aguja cae en su anzuelo. A partir de este momento, el pescador
desarrollará una batalla campal contra el pez, en parte por sumar dividendos
económicos. Sin embargo, detrás de su objetivo monetario, también se encuentran
algunos elementos relacionados con la forma en que él mismo concibe su
masculinidad.
Es
decir, no dejarse vencer por la naturaleza (el pez), representa para él
mantener viva su virilidad y hombría, tanto por su capacidad e integridad
física, la competitividad y aprobación de otros pescadores, en fin, por elevar
el estandarte de la masculinidad y el poder social otorgado:
Aguantad firmes, piernas. No me falles, cabeza. No me falles. Nunca te has dejado llevar. Esta vez
voy a virarlo
Pez -dijo el viejo-. Pez, vas a tener que
morir de todos modos. ¿Tienes
que matarme también a mí?
Me estás matando, pez -pensó el viejo-. Pero tienes derecho. Hermano, jamás en mi vida he visto cosa más grande, ni más hermosa, ni
más tranquila, ni más
noble que tú. Vamos, ven a matarme. No me importa quién mate a quién.
(Hemingway, 2002)
En el transcurso de la epopeya, constantemente el
hombre se prueba a sí mismo y a pesar de que siente lástima por su presa, no
cesa en su empeño. Finalmente logra su cometido y vence a su oponente, tras una
campal y peligrosa batalla mar adentro. Pero otros factores incidirán en que su
triunfo no llegue íntegro a su destino, ya que numerosos tiburones deshacen a
su pez hasta dejarlo casi en el espinazo. No obstante, el viejo pescador hará
todo lo posible por enfrentarse a sus
oponentes, y volverá a batallar hasta el cansancio.
Esta actitud dice mucho de las intenciones del autor
de reflejar su percepción de cómo debe ser y actuar un hombre, de todos los
valores que un varón debe detentar para ser realmente considerado un miembro ilustre de su condición de género. Aunque el pescador perdiera la
vida en el acto, lo más importante era conservar lo que supuestamente por
“naturaleza” le había sido concedido, que es su masculinidad. La muerte es también un desafío, y cada
desafío en el universo masculino ofrece al hombre una oportunidad para
probarse, y al mismo tiempo, probar su masculinidad. (Fachel Leal, 1997, p.119)
El hecho de que se enfrentara a varios tiburones con
métodos casi suicidas, pone al descubierto todo un conjunto de significados
vinculados a la masculinidad hegemónica. La frase que en el inicio se expuso
resulta muy ilustrativa y resume lo hasta aquí presentado: el hombre puede ser
destruido, pero no derrotado. Estas actitudes de riesgo son una de las formas en que los hombres demuestran su
virilidad, revirtiéndose contra ellos mismos violentamente.
Al final de la novela, el protagonista llega a su
destino con una reducida porción de su pesca debido a los ataques de los
tiburones. Sin embargo, logra su objetivo principal, que los habitantes de su
pueblo, y especialmente los pescadores, apreciaran su valor como hombre y
pescador, y así, resaltar su masculinidad.
A manera de resumen, gracias al movimiento feminista
y la teoría de género, que brinda herramientas y metodologías para visibilizar
y erradicar las desigualdades sociales entre los sexos, hoy podemos comprender
muchos significados y construcciones que son dañinas tanto para hombres como
para mujeres, y así crear relaciones más equitativas entre ambos. Esto llevado
a diferentes ámbitos como la literatura, nos permite además deconstruir muchos
mitos acerca de la masculinidad presentes en obras que trasmiten valores
patriarcales y sexistas que en la actualidad se intentan revertir desde la
academia y el activismo.
Bibliografía consultada
Connell, R.W. “La organización social de la
masculinidad”. En: Olavarría, J. y Valdés, T. (comp.). Masculinidad/es:
poder y crisis. Santiago de Chile: Isis Internacional, p. 32-48, 1997.
Fachel Leal, Ondina. “Suicidio y honor en la cultura
gaucha”. En: Olavarría, J. y Valdés, T. (comp.). Masculinidad/es:
poder y crisis. Santiago de Chile: Isis Internacional,
p.113-125, 1997.
González Pagés, Julio César. Masculinidades en Movimiento. Red Iberoamericana de Masculinidades
(http. www.redmasculinidades.com),
2009.
Hemingway, Ernest. El viejo y el mar. La Habana: Instituto
Cubano del Libro, 2002.
Kimmel, Michael. “Homofobia, temor, vergüenza y
silencio en la identidad masculina”. En: Olavarría, J. y
Valdés, T. (comp.). Masculinidad/es: poder y crisis.
Santiago de Chile: Isis Internacional, p. 49-61, 1997.
Olivares, Cecilia. Glosario de términos de crítica literaria feminista. México D.F.:
El Colegio de México, 1997.
Ortner, Sherry. ¿Es la mujer con
rspecto al hombre lo que la naturaleza con rsepcto a la cultura? En: Olivia
Harris y Kate Young (comp.) Antropologia
y Feminismo. Barcelona: Anagrama, p.109-129, 1979.
Seidler, Víctor. La
Sinrazón Masculina. Masculinidad y Teoría social. Editorial Paidós: México
D.F, 2000.
1 comentario:
Buenísima reflexión. Felicidades.
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