miércoles, 16 de mayo de 2012

Un hombre viejo en el mar: Hemingway y su visión de la masculinidad





Por Yonnier Angulo Rodríguez

El hombre puede ser destruido, pero no derrotado. Esta frase tan viril y patriarcal, pertenece a una de las obras más leídas y elogiadas de la historia de la literatura universal. La novela El viejo y el Mar del escritor norteamericano Ernest Hemingway, premio Nobel de Literatura en el año 1954, además de contar con innumerables valores literarios posee un conjunto de significados y valores relacionados con el género y la masculinidad.

Mucho se ha debatido en los últimos años acerca de la producción y reproducción de lo que se ha denominado género en los diferentes espacios y ámbitos que conforman las sociedades actuales. Construcciones socio-culturales basadas en el sexo que se posee y la cultura donde se vive, que se han legitimado o cuestionado, ya sea desde la familia, la educación, instituciones del Estado, la cultura, las ciencias sociales, los medios de comunicación, el deporte; es decir, en todas las esferas donde hombres y mujeres socializan generalmente mediante relaciones de poder y hegemonía.

Con el movimiento feminista de los años setenta del pasado siglo, comienza a gestarse en el ámbito académico una teoría para visualizar y luego revertir todas las desigualdades entre hombres y mujeres producto de la construcción de la feminidad y la masculinidad. En muchas disciplinas de las ciencias sociales, lideradas por estudiosas feministas, se promovieron investigaciones con disímiles metodologías y enfoques. En este sentido, dentro de la literatura también se incentivó la introducción de un enfoque de género en los análisis.

La crítica literaria feminista se encargó entonces de descifrar códigos en una determinada lectura: los valores, significados y símbolos relacionados al género que promueven la desigualdad y las relaciones de poder entre hombres y mujeres. Esta corriente lo que perseguía, entre otras cosas, era desmitificar, decodificar, corregir y modificar las teorías masculinas, es decir, iniciaban los estudios de diferentes obras desde una perspectiva feminista. Las discusiones a que han dado las propuestas teóricas, en cuanto al uso de conceptos y en cuanto a las diferentes tomas de posición representadas por diferentes enfoques sobre, en última instancia, la razón de ser del feminismo, así como los trabajos dedicados a escritoras, obras o periodos concretos, constituyen ya una enorme y heterogénea masa crítica literaria feminista. (Olivares, 1997, p.11)

Igualmente hacia finales de los años setenta y principios de los ochenta, comenzaron a desarrollarse en el ámbito académico los estudios de masculinidades, encabezados por disciplinas como la antropología, la historia, la sociología, psicología y la literatura, para estudiar y explicar la construcción y diversidad de las masculinidades.

Teniendo en cuenta que si bien en los estudios de género y dentro de estos su variante en el ámbito de la literatura, fue necesario visibilizar la discriminación sufrida por las mujeres tanto como autoras o lectoras, creo que es importante además analizar la producción de los escritores hombres con un enfoque de género y desmitificar tantos valores asociados al patriarcado y por ende la desvalorización de las mujeres, presentes en muchas obras de la literatura universal. 

En la crítica literaria feminista la categoría Género sirvió para fundamentar la idea de que la literatura escrita por mujeres y sus interpretaciones estaban marcadas por su sexo. De igual forma, la de Masculinidad permite visualizar cómo el autor de una determinada obra reproduce sus concepciones e idealizaciones vinculadas a la identidad, creencias, estereotipos, roles, en fin, cómo advierte su propia masculinidad. La novela El viejo y el mar precisamente refleja la manera que su autor entendía cómo debían ser y actuar los hombres, es decir, cómo se describía a sí mismo y a su masculinidad.

Esta obra narra la saga de un pescador en el mar, en un afán por conquistar o vencer a la naturaleza, en este caso representada por un pez aguja. El personaje protagónico, Santiago, encarna el significado de masculinidad interiorizado por el autor. Es un hombre que se siente derrotado, relegado, por no tener la capacidad de pescar como antes, debido a su edad y deterioro, y siempre es alentado por un joven que siente lástima por el infortunado pescador.

Santiago tiene el prototipo del varón rudo, que no le teme a las inclemencias del mar, de la naturaleza, que se expone a disímiles riesgos constantemente, peligros que forman parte de su empleo. Es un hombre que tiene pocos cuidados de sí mismo. La masculinidad hegemónica en los hombres se construye sobre el ideal del varón “fuerte”, “inquebrantable”, sin temores a meros problemas de enfermedad, que debe enfrentarse constantemente a situaciones de alto riesgo, aunque su salud esté en juego.

El resultado del modelo hegemónico masculino ha llevado a los hombres a creer que la salud es un asunto exclusivo de las mujeres, quienes son las que deben preocuparse por cuidarse ante cualquier malestar (…) Las exigencias que tienen los hombres, desde el ideal varón-héroe, los presentan relacionados con conductas de alto riesgo. Un héroe- varón debe enfrentar todos los obstáculos, aunque su salud esté en juego. (González Pagés, 2006, p.81)

Lo importante es reafirmar su hombría. Estudios realizados reflejan que los hombres ante esta actitud también tienen mayor probabilidad de morir ante accidentes relacionados a esta concepción y aprendizaje de ser y actuar como hombres.

Consecuencia de su decadencia en el ejercicio de la pesca, el protagonista no tiene la aprobación de los otros pescadores, y esto es algo muy significativo, ya que los hombres necesitan ser aprobados socialmente entre ellos para legitimar su masculinidad. Esto se puede apreciar cuando entra a un bar de su pueblo y otros pescadores se burlan de él. La masculinidad es una aprobación homosocial. Nos probamos, ejecutamos actos heroicos, tomamos riesgos enormes, todo porque queremos que otros hombres admitan nuestra virilidad. (Kimmel, 1997, p.55)

Como parte de esta construcción de una masculinidad hegemónica, no expresaba ningún síntoma de debilidad ni necesidad de ayuda. En la novela, el viejo pescador mantiene una relación de amistad con un joven, quien lo auxilia pero teniendo la delicadeza de no quebrantar su “orgullo masculino”. Este vínculo se teje sin ningún tipo de intimidad, ya que a los hombres -considerados “seres racionales”- no se les enseña a ser íntimos entre ellos. A pesar de que sintiera mucho afecto por el joven, sus conversaciones se reducen a temas típicamente “masculinos”, como la pesca o el béisbol, asuntos que tradicionalmente han estado presentes en los procesos de socialización de los hombres.

Según el investigador en temas de masculinidades y filósofo Víctor Seidler, la masculinidad, en contraposición a la feminidad, en las sociedades occidentales se ha conformado hasta la actualidad bajo los preceptos de la racionalidad, contrario a la feminidad, relacionada a las emociones y los sentimientos, y por tanto, son características devaluadas socialmente, contribuyendo a la subordinación de las mujeres a los hombres. (Seidler, 2000)

No intimar está estrechamente relacionado en cómo se conforman los modelos actuales de la masculinidad, y en el caso de la novela se puede advertir claramente que su autor reproduce en ella estos valores y concepciones.

Desde el punto de vista del lenguaje utilizado, en la obra se reflejan aspectos relacionados con un sexismo, marcado no sólo por la utilización de la o el, sino porque dentro de algunas expresiones hay implícita una carga importante de discriminación y subordinación a todo lo relacionado con lo femenino.  

En la obra se hace alusión al término El Mar y La Mar utilizado por los pescadores, planteándose que la primera forma de referirse al océano en masculino es realizada por los más jóvenes, quienes lo hacen pensando en un contendiente o enemigo al cual hay que extraerle sus riquezas. Esto tiene que ver con la rivalidad y competencia presente en los preceptos de la masculinidad. Los hombres siempre tienen la obligación de imponerse a otros hombres para demostrar superioridad.

Por otro lado, los hombres adultos se referían en femenino, aludiendo que La Mar personificaba a las mujeres, que te podían negar o conceder favores, que hacía cosas perversas o maravillosas porque no podía evitarlo. En este caso lo que se intenta es estereotipar y disminuir a las mujeres y vincularlas con la naturaleza.

Parte de lo que en un inicio las estudiosas feministas visibilizaron (Ortner, 1979), fue que históricamente el género se ha construido desde el supuesto de que las mujeres están vinculadas con la naturaleza y los hombres con la cultura. Estas atribuciones tenían la intención de otorgarles un poder a los hombres, ya que sería la cultura la encargada de dominar a la naturaleza, de modificarla. Hemingway reproduce entonces en la novela estos valores que luego en los años setenta desentrañarían  las feministas.

Un día el pescador sale a su faena cotidiana, teniendo la esperanza, un tanto disipada, de tener un buen resultado en la jornada de trabajo. Tras largas horas de intentar obtener algo provechoso, un enorme pez Aguja cae en su anzuelo. A partir de este momento, el pescador desarrollará una batalla campal contra el pez, en parte por sumar dividendos económicos. Sin embargo, detrás de su objetivo monetario, también se encuentran algunos elementos relacionados con la forma en que él mismo concibe su masculinidad.

Es decir, no dejarse vencer por la naturaleza (el pez), representa para él mantener viva su virilidad y hombría, tanto por su capacidad e integridad física, la competitividad y aprobación de otros pescadores, en fin, por elevar el estandarte de la masculinidad y el poder social otorgado:

Aguantad firmes, piernas. No me falles, cabeza. No me falles. Nunca te has dejado llevar. Esta vez voy a virarlo

Pez -dijo el viejo-. Pez, vas a tener que morir de todos modos. ¿Tienes que matarme también a mí?

Me estás matando, pez -pensó el viejo-. Pero tienes derecho. Hermano, jamás en mi vida he visto cosa más grande, ni más hermosa, ni más tranquila, ni más noble que tú. Vamos, ven a matarme. No me importa quién mate a quién.
(Hemingway, 2002)


En el transcurso de la epopeya, constantemente el hombre se prueba a sí mismo y a pesar de que siente lástima por su presa, no cesa en su empeño. Finalmente logra su cometido y vence a su oponente, tras una campal y peligrosa batalla mar adentro. Pero otros factores incidirán en que su triunfo no llegue íntegro a su destino, ya que numerosos tiburones deshacen a su pez hasta dejarlo casi en el espinazo. No obstante, el viejo pescador hará todo lo posible por enfrentarse a  sus oponentes, y volverá a batallar hasta el cansancio.

Esta actitud dice mucho de las intenciones del autor de reflejar su percepción de cómo debe ser y actuar un hombre, de todos los valores que un varón debe detentar para ser realmente considerado un miembro ilustre de su condición de género. Aunque el pescador perdiera la vida en el acto, lo más importante era conservar lo que supuestamente por “naturaleza” le había sido concedido, que es su masculinidad. La muerte es también un desafío, y cada desafío en el universo masculino ofrece al hombre una oportunidad para probarse, y al mismo tiempo, probar su masculinidad. (Fachel Leal, 1997, p.119)

El hecho de que se enfrentara a varios tiburones con métodos casi suicidas, pone al descubierto todo un conjunto de significados vinculados a la masculinidad hegemónica. La frase que en el inicio se expuso resulta muy ilustrativa y resume lo hasta aquí presentado: el hombre puede ser destruido, pero no derrotado. Estas actitudes de riesgo son una  de las formas en que los hombres demuestran su virilidad, revirtiéndose contra ellos mismos violentamente.

Al final de la novela, el protagonista llega a su destino con una reducida porción de su pesca debido a los ataques de los tiburones. Sin embargo, logra su objetivo principal, que los habitantes de su pueblo, y especialmente los pescadores, apreciaran su valor como hombre y pescador, y así, resaltar su masculinidad.
A manera de resumen, gracias al movimiento feminista y la teoría de género, que brinda herramientas y metodologías para visibilizar y erradicar las desigualdades sociales entre los sexos, hoy podemos comprender muchos significados y construcciones que son dañinas tanto para hombres como para mujeres, y así crear relaciones más equitativas entre ambos. Esto llevado a diferentes ámbitos como la literatura, nos permite además deconstruir muchos mitos acerca de la masculinidad presentes en obras que trasmiten valores patriarcales y sexistas que en la actualidad se intentan revertir desde la academia y el activismo.





Bibliografía consultada

Connell, R.W. “La organización social de la masculinidad”. En: Olavarría, J. y Valdés, T. (comp.). Masculinidad/es: poder y crisis. Santiago de Chile: Isis Internacional, p. 32-48, 1997.

Fachel Leal, Ondina. “Suicidio y honor en la cultura gaucha”. En: Olavarría, J. y Valdés, T. (comp.). Masculinidad/es: poder y crisis. Santiago de Chile: Isis Internacional, p.113-125, 1997.

González Pagés, Julio César. Masculinidades en Movimiento. Red Iberoamericana de Masculinidades (http. www.redmasculinidades.com), 2009.

Hemingway, Ernest. El viejo y el mar. La Habana: Instituto Cubano del Libro, 2002.

Kimmel, Michael. “Homofobia, temor, vergüenza y silencio en la identidad masculina”. En: Olavarría, J. y 

Valdés, T. (comp.). Masculinidad/es: poder y crisis. Santiago de Chile: Isis Internacional, p. 49-61, 1997.

Olivares, Cecilia. Glosario de términos de crítica literaria feminista. México D.F.: El Colegio de México, 1997.

Ortner, Sherry. ¿Es la mujer con rspecto al hombre lo que la naturaleza con rsepcto a la cultura? En: Olivia 
Harris y Kate Young (comp.) Antropologia y Feminismo. Barcelona: Anagrama, p.109-129, 1979.

Seidler, Víctor. La Sinrazón Masculina. Masculinidad y Teoría social. Editorial Paidós: México D.F, 2000.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenísima reflexión. Felicidades.