Por Maikel Colón Pichardo
En La Habana, Cuba, quien no conoce El Salón Rosado de La Tropical “Benny Moore”, que cubano, y porque no, de otros lugares del mundo, no ha movido sus caderas en esta plaza bailable la cual ha acogido a varias de las orquestas y músicos prestigiosos de la escena musical cubana de todos los tiempos, que a golpe de tambores, trompetas, de coros, en fin, de la buena música popular bailable, han hecho eco en varias generaciones de cubanos.
En los tiempos que corren, en donde se han impuesto otros estilos y gustos musicales, también “La Tropical”, como la conocemos todos, ha servido de escenario a disímiles manifestaciones. Peñas de rock, música electrónica y la llamada música fusión, también han tenido su espacio, y por supuesto que no podemos olvidar, a uno de los ritmos que ha contagiado a una gran parte del público “farandulero” de estos tiempos, el reggueton.
Pudiéramos pensar que todas estas manifestaciones a las que hemos hecho referencia son diferentes, y por supuesto, que estamos en lo cierto. De todas formas, lo que si hay que tener bien claro, es que en esta plaza bailable, sea timba, reggueton, sea rock, sea música electrónica, los hombres reproducen todos los patrones a los que están acostumbrados, por que hay que ser hombres y nada más. Sin embargo, muchas veces asumimos que en un espacio u otro se reproduce un estereotipo de hombre determinado. A los ojos de la sociedad, unos de un tipo, otros quien sabe, y así son tantas las fabulaciones y nos olvidamos, que efectivamente, como sugeríamos en el titulo, las apariencias engañan.
Sería bueno entonces adentrarnos un poco más a fondo en esta problemática y establecer una serie de juicios y criterios que al fin y al cabo nos hagan reflexionar para poder al final, como dijera uno de nuestros presentadores de televisión, sacar nuestras propias conclusiones.
Juntos pero no revueltos.
Esta es una frase que se acuña mucho dentro de los seguidores de la música popular, la timba, o el reggueton. Aquí, en “La Tropical”, se respira un aire de hombría extrema. Entre tragos, que se beben a pico de botella, los coros de las canciones que sugieren una conquista eterna y que validan los espacios masculinos: “donde están las mami que vengan a buscar su papi”, las broncas tumultuarias en las que se pretende mostrar la hegemonía. Son estas algunas de las dinámicas que mueven a los hombres, como los etiqueta la sociedad, a “los reparteros”, dentro de esta plaza bailable, casi un santuario, en donde pugnan por sentirse más hombres.
Los buenos bailadores, los que tienen más dinero, los que muestran sus cadenas, sus atuendos de oro. Alcohol, dinero, mujeres, violencia. Esto es lo que se vive en algunos de los grandes conciertos que nos brinda nuestro Salón Rosado de La Tropical “Benny Moore”. Un espacio en donde muchos hombres van a probarse, a demostrarse a sí mismos cuan hombres pueden ser, cuanto alcohol pueden beber, cuantas mujeres pueden conquistar, cuantas broncas pueden tener, cuanta violencia pueden generar.
En realidad son muchos los estereotipos masculinos que allí se promueven. Muchos de ellos estimulados por la construcción de ese modelo hegemónico dentro del que están presos. Muchos en este sentido son los calificativos al respecto. Hoy día, una invitación a un lugar como este supone cierto recelo. Hay quienes piensan en el populacho, quienes por desgracia, asocian este fenómeno a la marginalidad. No es interés nuestro abordar un fenómeno como tal, pero es bueno tener claro que aquí simplemente están convocados hombres y mujeres, de todos los estratos, de todos lo barrios y de todos los colores.
Creo que aquí, si estamos en presencia de un buen ajiaco, con todos lo ingredientes habidos y por haber, solo que en un intento de, una vez más, marcar el territorio masculino, porque aún cuando muchas mujeres hacen justa presencia en este lugar, reproducen muchos de los códigos masculinos que allí se promueven, y por desgracia son capaces de validarlos, pues, justamente, se interesan por los más bravos, los que de verdad demuestren cuan hombres pueden llegar a ser.
Esa es una de las razones por las que ahí mandan los hombres, fiel reflejo de la famosa canción “en mi casa la que manda es mi mujer”, porque fuera, dígase en este caso, “La Tropical”, aquí se manifiestan dueños del espacio, los grandes conquistadores, los que controlan y delimitan en la pista de baile, los proveedores de alcohol, de drogas, de cigarros, los que incitan al sexo. Los que en una verdadera demostración de hombría gritan a la par de los coros que imponen las orquestas.
En reiteradas ocasiones escuchamos: “quienes son los que mandan las mujeres o los hombres”. Las mujeres con grito angelical, alegan, las mujeres, los hombres con un chiflido, en una postura propia de machos, replican, los hombres. Y así se hacen sentir, dueños de la situación y con un apoyo importante de los músicos, quienes tampoco escapan a esta realidad, quienes también se muestran como machos hegemónicos, poniendo sus melodías y sus incesantes frases a sus pies, en beneficio propio.
Recordaba cómo uno de los cantantes de la popular orquesta Charanga Habanera, cuyo director David Calzado, estaba en el centro de la construcción de esa hombría, parafraseaba en una de las populares canciones de la orquesta, refiriéndose a las mujeres: “búscate un “temba” como Calzado, que tiene carro, que tiene hierba, que tiene juaniquiqui (dinero), y hasta una bicicleta”. Imagínense. Esto es lo que allí se promueve, se socializa, para la validación de estereotipos masculinos.
Harinas de otro costal.
Como ya habíamos comentado al inicio, en esta plaza, también se muestran en escena otras manifestaciones, como el rock y la música electrónica, entre otras. Sabemos que aquí prevalecen las ropas oscuras, de las que hacen gala los rockeros, el pelo largo, sugeriríamos, atrevidamente, otro tipo de masculinidades.
Por otro lado, la música electrónica atrae a los llamados “Emos”, o a los denominados metrosexuales . Aquí existen otras estéticas, o bien otros códigos. Ahora, las conductas de estos otros hombres no difieren mucho. Los hombres aquí también marcan su territorio, se muestran como “supermachos” ante las mujeres, beben alcohol para demostrar también cuán hombres pueden ser. Llevar las riendas en ellos no es tan diferente como muchos quieren hacernos ver.
Entre ellos también existe una lucha constante por demostrar quien es más hombre, quien lleva la voz cantante. Realmente no existe diferencia alguna. El escuchar rock o música electrónica no los aleja de un modelo de masculinidad que se proyecta entre los hombres en Cuba.
Muchas veces sucede que la música que escuchan lleva implícita en sus mensajes otras dinámicas, lo cual no significa que les sean ajena en el sentido de demostrar la hombría: conquistadores de mujeres, generadores de violencia, combinando su estética rockera, sus actitudes de “emo”, metrosexuales, con la reproducción de estereotipos masculinos de típicos hombres cubanos, los cuales deben prevalecer bajo cualquier circunstancia, porque como ya apuntábamos, hay que tener bien claro que hay que ser
hombre, y donde sino, que en la plaza bailable por excelencia del público habanero “La Tropical”.
Ni juntos ni revueltos, ni harina de otro costal.
Estamos ante dos públicos diferentes. Unos alegan que esos rockeros, esos “peluos” (pelo largo), para nada representan ninguna hombría, que sus atuendos, sus “pintas” (modas), difieren mucho de lo que realmente se necesita para ser hombre en Cuba. Incluso se pone en duda su heterosexualidad, pero mejor no entremos en el campo de la sexualidad, aunque sea necesaria mencionarla. Este y muchos otros calificativos hacen gala en las referencias a “esos otros”.
En algún sentido existen muchos factores que influyen en tales posiciones. Nuestra cultura ha impuesto siempre este tipo de criterios sobre “ese otro”. Muchos de los grandes pensadores cubanos de periodos fundacionales, también dejaron sus huellas, sus criterios al respecto. Algunos como el presbítero José Agustín Caballero para el Papel Periódico de La Habana en su “Carta crítica del hombre mujer”, escribió algunas palabras que a decir del investigador Julio César González Pagés, se manifestó como uno de nuestros primeros pensadores que construyeron la masculinidad de una nación sobre la base de exclusiones de aquellos que no cumplan con algunos requisitos.
Estos denominados “reparteros” por su parte, también están en la mira de las críticas de “esos otros”. A muchos los ven como incivilizados, que están parados en el tiempo, que en todo momento generan violencia y no disfrutan de la música. Que están descontinuados porque quieren resolver sus problemas a golpes, a navajazos. Pensar esto es la manera más práctica que han encontrado para auto defenderse de aquellos que atacan su hombría, su masculinidad.
Estos dos discursos, parecen a la vista de todos, diametralmente opuestos, pero como exponíamos al principio, es solo una insinuación para demostrar dónde está la hegemonía. Ahora, no nos engañemos. Ambos son reproductores de estereotipos masculinos que se validan a través de la práctica diaria, donde unos en su espacio, otros en el de ellos, hacen gala de tales comportamientos masculinos. Esa hombría extrema, donde la violencia, fundamentalmente, da en demostrar hasta donde son capaces de llegar, pues sencillamente la ejercen sobre las mujeres, sobre otros hombres y sobre ellos mismos , pero irónicamente confluyen en un mismo lugar, un lugar que al parecer fue construido para este fin, para que los hombres “timberos”, “reparteros”, “regguetoneros”, “rockeros”, “emos”,
“metrosexuales”, validen su hombría, su masculinidad.
Este es un fenómeno que ponemos a conocimiento de todos ustedes, con muchas intenciones, quizás. Ahora, estoy seguro, que al igual que en “La Tropical”, otras de las tantas plazas bailables de Cuba, y de otros contextos latinoamericanos, no escapan a esta realidad, y realmente sería buena una mirada desde otros países a un fenómeno como tal. Pero más allá de cualquier intento de mi parte de poner en mis palabras, en mis reflexiones, una problemática que pudiera llamar la atención, los invito a El Salón Rosado de La Tropical “Benny More”, plaza bailable de Cuba, del mundo, de La Habana, la que bien dicen en llamar “la capital de todos los cubanos” y al parecer no así de las cubanas.
citas y notas
1- La socióloga Mayra Espina del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (CIPS), ha hecho grandes aportes sobre esta problemática. Ver Mayra Espina Prieto. “Comentarios sobre el concepto de marginalidad en la sociología”. En Catauro, Revista Cubana de Antropología, Año.7, No.13, La Habana, enero-junio de 2006, pp.25-30.
2- El antropólogo australiano Robert W. Connell, uno de los grandes estudiosos de la masculinidad, ha insistido en demostrar la existencia de una multiplicidad de masculinidades. Ver Robert W. Connell. “La organización social de la masculinidad”. En Teresa Valdez y José Olavarria. Masculinidad/es. Poder y crisis. Santiago de Chile, Isis Internacional/FLACSO, 1997, pp.31-49.
3- Sobre estas temáticas Ver Yonnier Angulo Rodríguez. “Jóvenes emos: una masculinidad polémica”; “Metrosexualidad: supremacía o sumisión”. En www.redmasculinidades.com
4- Ver Julio César González Pagés. “Feminismo y masculinidad: ¿mujeres contra hombres? En Temas, No.37-38, La Habana, abril-septiembre de 2004, p.10
lunes, 17 de noviembre de 2008
Macho tropical o machos en “La Tropical”.Estereotipos masculinos que van más allá de la apariencia.
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